martes, 29 de marzo de 2016

Pagrís

¿Saben qué día están cerrados todos los museos públicos en París? Los martes. Y a que no adivinan cuál es mi único día de franco en la semana... Sí, los martes también. (¡Que te den euros, no francos! Dice papá al teléfono)

Así que nada, hoy paseamos un poco, la verdad que mucho no se puede planear porque aunque parezca que el día está lindo, de pronto se te viene el viento y la lluvia y no hay nada que hacer con eso. Así nos pasó hoy, posiblemente porque al fin nos dignamos a ir a la famosa torre Eiffel...
Confieso que tuve una sensación rara, ahí, entre todos los turistas, en ese lugar al que me había negado a ir la primera vez que vine a la ciudad, guau, probablemente el punto más turístico del mundo, o el más cholulo, como la foto que nos sacamos ahí. Confieso también que la sensación rara tuvo algo que ver con los rumores que se corrían (creo que sólo en Argentina, gracias a los inventos de algún que otro noticiero que no tenía nada loco que contar) sobre una supuesta amenaza que hubo hace poco ahí mismo. Creo que fue la primera vez que me dio un poco de miedito, o quizás fue simplemente el vértigo de sentir que ah, sí, entonces sí, estoy acá, en este bendito lugar reproducido ridículamente en cada rincón donde haya turistas hasta en forma de fideos, peluches, y hasta de consoladores (sí, juro que lo vi).
Estábamos un poco enojados, por el clima y porque el heladito que se ve en la foto era realmente muy malo (de lo caro ni hablemos), y un poco cansados porque dormir juntos en el nuevo departamentitito-pieza de Ger, apretados en la camita de una plaza que está en"mezzanine" (como una cucheta), no fue lo más cómodo y relajante del viaje... Pero ahora, al final, creo que fue un buen día. Siempre pasan cosas ridículas en París, como escuchar al músico del metro que canta con un karaoke de fondo "nossa, nossa, asim voce me mata" , o escuchar un golpeteo metálico que se repite con ritmo y ver que son cientos de torrecitas eiffel que van colgadas de las manos de los africanos que las venden, corriendo juntos para un mismo lado, y segundos después ver a un policía en bicicleta que los persigue con tan pocas ganas que parece que sólo los está corriendo de un lugar a otro.
Me acuerdo de lo que me contaba mi abuelo sobre los meses que pasó acá: él decía "en París uno nunca se podía aburrir, siempre había algo que hacer, todos los días".
Habrá que ir viendo.

Hicimos lo que pudimos

Esta foto no tiene ninguna relación con la anterior... Es sólo una prueba científica de lo que conté.


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