jueves, 31 de agosto de 2023

Recordar/Volver a pasar, o volver una tarde escuchando a María

 (esto se escucha acá https://www.youtube.com/watch?v=CUXJxsJ8mJE&list=OLAK5uy_mk90C0G7Qs1GcTTAMpE6uBYqqPSupY_f4 pero también lean acá https://mariapien.com.ar/index.php/recordar-volver-a-pasar/)


Eso necesitaba. Un día fresco de sol. Y caminar.

“esta es la manera que encontré

de empezar”

 

¿cómo es que todo el remolino de estos días se concentra, se condensa y se expande por dentro de mí desde una música

que simplemente

profundamente

desgarradoramente

me recuerda

a mi padre?

El disco de María que pospuse y seguí posponiendo hasta que se me ocurrió aprovechar el día y volver caminando y escuchando, ahora me hace sentir que un poco me escapé y me vivo escapando de extrañar de sentir ¡de caminar! María dice “pá” y no sé cómo esconder todo lo que lloro atrás de los anteojos de sol en la avenida Montpetit. Afuera ya no llueve, entonces la gente se mira un poco más. Paro, porque

“Un minuto de yapa para abrazarte.”

Pá.

 

Ahora que ya estoy en casa y me tomo un mate como si tomáramos mate con alfajor en el balcón, el recuerdo de hace un rato sentada en una piedra sobre la avenida para llorar mientras María canta y somos en algún lugar una montaña se mezcla con el recuerdo de recuerdos que pasan y vuelven a pasar así como el amor, como algo que brilla y se mueve desde la panza. Un collage. Me vine acá porque no te podía encontrar en ningún lado. Me escapé a Montréal siguiendo esa luz y cuando cierro los ojos ahí está. La escucho a Mariuchi y es como si te escuchara a vos, toda la ternura de tu voz. “Claro hija, está todo bien. Mirá, salió el sol. Traeme un heladito, creo que muy pronto voy a estar mejor”. Pá. Yo sigo leyendo sobre el Párkinson. Imagino maneras de saldar una deuda que no sé si es con el mundo o es con vos, no sé qué le debo al mundo por haberte tenido a vos.

Todo se sigue tratando de no entender y de seguir amando con pasión.

“Toda la vida

Te voy a extrañar

Ya sé.”

 

“Y también voy a recordar

Que fue por tu amor

Que yo estoy acá.”

 

Yo quería llevarte a San Rafael y ya no sé si era antes o durante la pandemia. La imaginación que me lleva a otros lados siempre es como ir a buscarte. A veces te hablo y a veces me hablo y a veces son las ardillas ausentes o demasiado insistentes subiendo y bajando, comiendo y rechinando. Tengo la teoría de que estás creciendo en forma de arce y me saludás con el viento desde la ventana. Tengo miedo de que te lleve el invierno y de que otra vez todo vuelva a dar un vuelco y tengo miedo de olvidar, y tengo miedo de no estar, y de que sea de noche.

Y ahí otra vez lo que tenías y lo que no se me confunde, ese remolino que es mi manera o la tuya de acompañarme.

Una

Presencia

Descuajeringada.

 

Un diálogo que seguimos teniendo en silencio.

Como cuando ya casi no hablabas.

Como cuando yo casi no hablaba.

Vos tan vieji y yo tan niña descubriendo los vericuetos del tiempo. Que no es. Y que también es. Y nos lleva.

 

Acá el verano sigue siendo, a veces pareciera que el invierno fue mentira, tanta nieve es imposible de creer. Es todo una cuestión de aceptar. Dejar que el alma me vibre hasta las manos y ahí decirles: “sí, vayan, vayan, escríbanle una carta a papá”. Pero las manos son rebeldes, yo soy rebelde como vos y como la Patagonia y como cualquier idealista, comunista pero a veces como vos, pá, yo también me empiezo a frustrar. Ah, sí. Ver qué acepto y qué no acepto con la potencia de tu enojo, hasta que recuerdo que al final abrazaste todo con ternura y ahí plop, me parece agradecer la enfermedad la realidad la vitalidad. Todo rima, parece perfecto, las ardillas vuelven con su colita eléctrica. Encuentro mi ritmo y ahora es otro el pulso interno, la música paró y escucho las campanas de la iglesia.

 

Atardece. Agarro un cuaderno que empecé poco antes de la muerte de papá. Lo abro en la página que guarda una hojita de álamo de San Rafael. El álamo que él me enseñó a nombrar. “Aquí va a tomar forma real ese duelo imaginario.

Así como las palabras toman

consistencia

las sensaciones se transforman

en montañas”.

Y, un poco después:

“Acá atardece lento.

Papá tenía esa cadencia”.

Y después, nada más.