domingo, 27 de marzo de 2016

So it goes.

So: ¿En qué nos quedamos?

No es que me falte tanto el tiempo, sino sobre todo que me falta internet para poder actualizar seguido el recorrido que van teniendo mis días.

Creo que me quejé mucho últimamente (a propósito de la complejidad de los trámites, de la dificultad para instalarnos, del no existir si no tenemos cuenta bancaria, domicilio y teléfono, del pésimo wi fi que hay en todos lados), así que hoy quiero escribir sobre cosas buenas. Agradables, al menos, como el solcito que pega hoy de a ratos en el camino entre la recepción del camping y mi casa.

Empecé a trabajar de algo que nunca había hecho antes, en un lugar nuevo, con gente nueva, idiomas nuevos, y todo un mundo nuevo del cual creo sólo estar viendo un pequeñísimo extremo, por ahora. Estar en la recepción del camping no se trata de recibir a la gente y nada más: tengo que conocer todos los servicios y tarifas, impuestos, excepciones, reglas; tengo que aprender a usar el software que se usa para manejar absolutamente todo, facturar, y además poder explicar cada cosa en francés, español, inglés salido de no-sé-qué-rincón-oscuro-de-mi-mente e idiomas diversos que pronto van a empezar a salir de ese mismo rincón en el que guardamos sabiduría ancestral, o algo así, supongo. Para practicar algo de inglés, por 5 euritos me conseguí Slaughter-house five, de Vonnegut. ¡Ah! Y además, acostumbrarme al teclado en francés, lo cual no es nada fácil, sobre todo cuando después vuelvo y escribo en mi compu de nuevo con el de siempre...
Lo bueno (¡al fin llegó esta parte!) además de que estoy ocupada, tengo trabajo y casa, es que la gente es súper amable, mis compañeras y compañero de trabajo muy buena onda, respondiendo todo el tiempo a mis preguntas. Y ya tengo un uniforme, súper ñoño.
Así que voy a estar acá, se supone, hasta fines de Agosto, y recién ahí podré despegar para lugares más lejanos. Mientras tanto, en mi único franco semanal, recorreré lo que pueda de la gran ciudad que tengo a mi alcance a más o menos 50 minutos, dependiendo del transporte público (léase París). So it goes. Ya iré contando anécdotas divertidas sobre clientes locos, o encuentros afortunados. Por lo pronto, una pareja de uruguayos que, mate en mano, ya me invitaron a comer un asado (¡llevo mis verduritas!) en Punta del Este, previo intercambio de mails, obvio.

Y como toda historia sin un mínimo conflicto es aburrida por naturaleza, quiero contar que, efectivamente, por alguna razón me costó llamarle “casa” a mi mobil-home (¡hasta que me di cuenta que era mobil home y no “mobilum”!!!). Sin dar demasiado detalle, la secuencia fue así: llegué, viví sola 4 días, y al 5to (me habían dicho que recién en mayo iba a suceder) llegó mi coloc (co-locataire), mi compañera de casa, una mujer búlgara que empezó a trabajar en el servicio de limpieza, también buena onda y con quien, entre señas y algo de francés, nos fuimos entendiendo. Día 7 a la noche, o sea ayer: descubrimos con Ger, que vino a visitarme, que la madera del piso de mi pieza (al lado de la salle de bains, en la cual la ducha nunca cierra bien y se moja todo el baño) estaba completamente podrida, y una de las patas de la cama hizo un agujero en el piso. Juro que no hicimos nada raro, por favor no deje volar demasiado su imaginación, pervertido lector. So: hoy me mudo nuevamente, y... Continuará.

PD: en este país no existe el bidet.



1 comentario:

  1. acá tampoco hay bidet y me acuerdo perfecto en que miré a pablo profundamente a los ojos y le dije "totó, en canadá no hay bidet" (unos meses antes de venirnos) y el me contestó que venía pensando en eso desde hacía un tiempo. JAJA. aguante japón, ves.

    y a esto le llaman primer mundo. qué va a ser...

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