viernes, 21 de diciembre de 2018

Como Billiy Pilgrim sigo viajando


Quizás fue el clima de hoy, tan extraño y espeso, de calor nublado y humedad que viene de la tierra por los rayos del sol. Quizás fue la gran avenida casi desierta en medio del bosque. Quizás fue el silencio de los árboles sobre el trino de algunos pájaros aislados, y el roce leve de algunas hojitas movidas por la brisa en el asfalto. Quizás fue el miedo, mi miedo a una soledad amenazada por los peligros de caminar en un bosque que linda con la ciudad.
Algo de todo eso me llevó hoy al Bois de Boulogne hace dos años y medio, creo recordar, un día de verano parisino en que algo de todas esas sensaciones, o el conjunto en su totalidad, me transportó, a su vez, a un verano en Córdoba de hace varios años atrás. Como Billy Pilgrim, sigo viajando en el tiempo y pareciera haber puntos o momentos como túneles que se conectan, y me llevan siempre a un mismo lugar.
Ese día en Bois de Boulogne tuve una corazonada hacia mí misma, como un instinto de inocencia. Estaba tan lejos de acá, y sin embargo nada de ese lugar me parece distinto al bosque de La Plata en donde caminé hoy, pisando la misma línea de tiempo.
Soñé tantas veces con vivir en París; cuando vivía en París, soñé tanto con volver acá. Y hoy por un instante, pareció que París y que acá eran lo mismo. O mejor dicho, que acá es siempre el mismo lugar cuando estoy acá conmigo.
Puede que ya no tenga tantos sueños y aspiraciones; quizás estoy ya tan demente como Billy; seguro muchas cosas a mi alrededor se han transformado. Pero hoy decidí que, sea donde sea, nadie puede impedirme volver a salir a caminar y encontrarme conmigo en algún agujero del tiempo o del espacio.

sábado, 6 de octubre de 2018

Otra vez


¿Será demasiado pronto para que me agarre el miedo otra vez?

Otra vez, me pongo los auriculares y salgo.
El sol me da una oscuridad que se me mueve inquieta por dentro. Como cosquillas.
Estuve pensando mucho en Islandia. La volví a soñar. Algo en la memoria hace que los recuerdos sean como sueños encarnados. Algo en mi memoria sigue viajando por una ruta que es la vena de una parte del cuerpo de la Tierra.
Y es que esto ya me pasó: me estoy preparando.

Un día estábamos en un auto con Germán, andando por Islandia o por España o Portugal. Y se lo dije. Le dije: ahora que me di cuenta de que no es imposible viajar, me doy cuenta de que, dentro de un tiempo, voy a poder planear ese otro viaje que nos debemos.
Sí. Otro. Porque en mi vida no había un solo gran destino que no se me podía pasar. Había dos. O es siempre el mismo: para el primero escribí un gran preámbulo explicando que no tenía razones claras para viajar. Ahora, a más de año y medio de haber vuelto, pienso que quizás la razón era que por algún lado tenía que empezar. Y que llegó el momento de hacerme cargo de lo que sigue.

Ahora, escribo con un rayo de sol que pasa por una de las tres ventanitas de casa que dan a lo que debe ser el oeste, y me llega hasta los ojos. Atardece.
Con los pasajes ya guardados en algún lugar de mi casilla de correo, le doy la bienvenida al miedo, y espero.