Parece que Grecia, en Grecia, no se llama Grecia: se llama Ελλάδα, lo cual se leería Ellada, si no me equivoco, Hélada para quienes solemos usar la lengua castellana. Ahí tenés: primera lección de helenicamistad, aprobada.
los chicos se encontraron a Zeus en Meteora
Pasamos los primeros dos días helénicos en Atenas (luego de un viaje de quichicientas mil horas en bus desde Gjirokaster, con escala fugaz en Ioanina), descubriendo el principio de otro país nuevo, claramente distinto del resto de los balcanes, y de todos los demás. Básicamente, como ya me había anticipado Pepu, llegamos a la conclusión de que al país que más se parece es a Argentina. Bueno, si le sacamos las ruinas de hace tres mil años y las islas, y el idioma. Pero en el resto de las cosas, hasta en las caras de la gente, hay algo que nos hizo sentir que compartimos mucho más de lo que se cree con la onda de ese gran helenilugar. Quizás es que ahí sí se nota cómo pega la crisis, y nos sentimos un poco como en casa. Quizás que, por momentos, Atenas se parece mucho a Buenos Aires. O quizás ya extrañamos demasiado. Puede ser.
Mientras que, por ejemplo, Londres y Bruselas nos habían recibido con un sol despampanante, Atenas nos dijo hola qué hacé con nubes grises y feas. El único momento en que se despejó un poquito fue, claro, cuando estábamos adentro del museo de la Acrópolis (interesante, por cierto, ya que está especialmente hecho para mostrar lo poco que les ingleses no se llevaron de las decoraciones del Partenón, haciendo un paralelo con su estructura, pero tampoco es que guau). Lo lindo fue el free walking tour que hicimos con Dimitri (creo que se llamaba así, todos se llaman Dimitri), personaje salido como de la mitología helénica que hablaba español pero hasta por los codos, y que nos pidió la cámara para sacarnos al menos treinta fotos de frente, treinta de espalda y treinta de perfil mientras recorríamos el barrio de Anafiótica que tiene “arquitectura de isla” (“¡así parece que fueron a Santorini!”). Y lo mejor, en este heledescubrimiento, fue constatar la segunda información fundamental que me había dado Pepu: Grecia está llena de gatos. Llena, pero llena. Sentís que alguien dobla la esquina, y no sabés si es una persona o un gato. Pero probablemente sea un gato. Están por todas partes, haciéndonos helenifelices. Por lo demás, todo muy lindo, no tan barato (es que, Albania, nada te puede igualar), la acrópolis magnífica aunque el Partenón esté cubierto de andamios y justo hayan estado filmando una escena de una película o quién sabe qué cosa con una mujer dando un discurso desenfrenado sobre la vida. Ah, y para cada cosa hay que pagar, aunque muchas pueden verse perfectamente desde afuera.
los monos en la plaza Syntagma
las callecitas de Plaka o por ahí
Acrópolis Lego
la biblioteca de Adriano y la ciudad
ya en acrópolis
Atenas es enorme
rodaje de algo muy extraño
una de las mil fotos que nos sacó Dimitri
Al tercer día apareció Ger con un auto (o acá es muy barato alquilar, o se abarata muchísimo en temporada baja, pero la hicimos muy bien, y contratamos el seguro esta vez), y empezamos a recorrer algo del Peloponeso. Pasamos tres días alojades en una casa hermosa que conseguimos por airbnb en un pueblito llamado Soulinari, y que era tan casa de abuela que sólo le faltaba una abuela para estar completa (mi teoría es que aún estaba su fantasma rondando por ahí). De ahí fuimos visitando varios lugares, a los que pudimos entramos, y a varios no llegamos porque, en invierno, a la helenigilada se le da por cerrar muchos sitios a las tres de la tarde. Estuvimos, entonces, en Corinto (sólo la parte antigua y el canal), la fortaleza de Argos, Micenas (toda una acrópolis antiquísima y enorme), Nafplio (ciudad estilo veneciana, como varias que habíamos visto ya, pero llena de plantas y casitas de colores), Epidauro (todo un complejo de ruinas, y un anfiteatro increíble) y, en base a una recomendación de Pepu, la isla de Poros, que nos gustó mucho porque es hermosa y tranquila y además era una isla y nos tomamos un ferry que tardaba cinco minutos pero igual fue re divertido. Y los gatos, también. Que las fotos hablen por sí mismas, mejor.
uno dos tres cuatro mil. le quiero dedicar estas fotos a Pepu que me está escuchando
el canal de Corinto
la puerta de los leones, en Micenas
desde Micenas
¡esto es re loco cheee!
leyendo el diario griego y jugando al trivial porsuite griego
Nafplio
Epidauro
Poros
Después nos fuimos a Patras a tener una experiencia muy couchsurfera por dos noches en lo de Myrto, una chica que nos hizo sentir viejes con sus diecinueve y toda su buena onda juvenil. Conocimos a su mamá y a su perrita (las tres viven en una casa enorme y hermosa en las afueras), y a sus amigos, con quienes fuimos a ver una banda de música tradicional griega (rebética) y a tomar dos bebidas típicas: el ouzo, que tiene mucho alcohol y anís, y el expresso que en realidad es “freddo expresso”: básicamente, café frío pasado por la licuadora, aunque usted no lo crea eso toman, muy rico muy rico. Entre estas cosas tradicionales y otras tantas que surgieron charlando, descubrimos que la juventud griega conoce a Argentina por sus peores legados: primero, la crisis (fuimos una especia de “modelo” para la suya propia), segundo, Rebelde way y Floricienta. El ataque de risa que nos dio cuando Myrto nos puso un dvd de su infancia con las canciones de erreway en griego y la voz de Catherine Fulop doblada, no tiene precio. Con Myrto nos fuimos también de excursión a Olympia, a ver la antigua ciudad de los juegos olímpicos y las ruinas del gran templo de Zeus, en donde estaba la estatua gigante de Zeus, una de las siete maravillas del mundo antiguo que siempre repasábamos con mi abuelo.
la ruta está llena de estas mini iglesias, una por cada muerte en accidentes, me resultaban tan bonitas hasta que me enteré
abrazando a un pedazo de columna del templo de Zeus
parada en la playa de Kalogria para el atardecer
Finalmente, nos fuimos de su casa sin querer irnos: su buena onda, sus desayunos en el parque a la mañana bajo el sol, sus instrumentos, y su ducha (la primera ducha de verdad que tuvimos en semanas, con agua caliente que duraba más de cinco minutos) nos daban ganas de quedarnos un buen tiempo más. Además de que justo es época de carnaval, y parece que el de Patras
es muy famoso: apenas llegamos vimos gente disfrazada haciendo juegos
locos en la plaza central, y maniquíes disfrazados en las calles,
pero parece que la parte buena, cuando toda la ciudad está borracha
y de fiesta, es en una o dos semanas. Lástima que no nos pudimos
quedar.
Pero lo que vino después valía la pena, necesariamente: después de un breve saludo a Delfos (llegamos tarde porque todo cierra temprano) y un par de horas de ruta, llegamos a Meteora, el lugar más increíble que vimos del país, lejos. No tengo idea de cómo describirlo con palabras. Podría decirse que es un pueblo al que le salen de atrás unas rocas gigantescas con formas que parecen fantasmas enormes modelados en el agua y que tienen en la punta, altísimo, monasterios medievales, que no se entiende cómo están ahí. O podría decirse que es una formación re loca de montañas extrañas y místicas en medio de un gran valle, con un pueblito a su falda, y monasterios antiguos en las alturas. No sé cuál es el orden. Lo que sí puedo decir, es que con semejantes paisajes, yo también me pongo a creer en mitos y dioses. Porque otra cosa no puede ser (aunque siempre está la opción de los extraterrestres).
Otra vez se me apelmasa un país en varios párrafos, con todo lo otro que podría decir sobre esta helenilocura de lugar que se nos pasó volando y nos dejó heleniencantades. Vamos dejando todo atrás y es costumbre ya, pero siempre trae sensaciones nuevas. Hoy nos despedimos de Migue en el aeropuerto de Atenas, en puertas de embarque juntitas pero con destinos separados, y todavía me estoy preguntando por qué mi hermano se tiene que ir y no se puede quedar y que sigamos viajando por todos lados y haciendo cosas y comparando cada comida que comemos con la comida que cocinaba nuestra abuela. ¿Por qué se fue, eh? ¿Por qué? Ahora tenemos que estar en Alemania, el país está lleno de alemanes pero mi hermano se fue. ¿Por qué? ¿Eh? ¿Por qué?