viernes, 4 de noviembre de 2022

Entre paréntesis


Si tu mejor momento es el otoño, te quiero.

Por eso siempre quise mucho a La Plata. Por eso ahora quiero (¿aún más? ¿cómo te atreves? ¡vendida!) a Montreal.

señalando la llegada del otoño en Parc Laurier


En este mes, el esplendor del otoño vino, brilló y se retiró en silencio. Paseamos, comimos, jugamos, pero también trabajamos muchísimo: mientras hace (larguísimas) entrevistas para conseguir trabajo de lo suyo, Germán empezó como empleado en un negocio de artículos de cocina (en donde nos queremos comprar todo); y yo, para este momento puedo decir que he acumulado cinco contratos de trabajos distintos más un alumno particular (sh, no le digan al fisco). A todo eso se suman las lecturas, el estudio, buscar becas, mandar resúmenes y propuestas, y aunque a veces parece que no me alcanza el tiempo, la vida siempre me confirma que lo que importa es el viaje, y es en los intersticios, en las caminatas de aquí para allá, en donde suelo encontrar la cosquillita de alegría que aún siento por estar… acá. Caminar volviendo a casa con el solcito de la tarde por el Parc Laurier, llegar y acariciar a Jules que se tira en el jardín. Tomarme un matecito.

 



Entonces, ¿qué hicimos? ¿Qué puedo contar entre tanta intensidad, encuentros, estímulos, ideas circulando? Pues cuento lo que se me ocurre, o lo que fue quedando registrado en las fotos. Por ejemplo, que a principios de octubre, cuando el otoño se estaba activando, fuimos con Timo y Julia al Parque Nacional Oka, y después a juntar manzanas, porque ¿por qué no?, si es lo que la gente hace en otoño, había que probar, y a riesgo de quedar no solo como una vendida sino que encima conforme a los clichés, debo decir que me gustó y que en serio (¡en serio!), nos divertimos mucho. Pero para ponerle un toque de “avivada argentina” (¿qué me pasa hoy con los clichés y estereotipos? Perdón), Germán se llenó no solo la canastita que nos dieron (y pagamos) a la entrada, sino que también toda la mochila, las manos, los bolsillos. Conclusión: después de tres tartas de manzana, dos tandas de muffin de manzana, dos strudel, y una torta de manzanas invertidas que se está cocinando en este momento, todavía nos quedan un montón.

 

Parc Oka
Parc Oka


juntando manzanitas

mini




el botín

Otro día paseamos por el Mont Royal y su enorme cementerio, en donde todavía (todavía) no vimos marmotas. Pero ya aparecerán. También recibí, aunque no en casa, las primeras visitas de Argentina: Dani y Romi, que aunque hoy en día sean mis colegas, siempre serán mis primeras dos hermosas profes de la facultad. En el medio, fui a visitar el College Kiuna, un postsecundario (en Quebec, hay que hacer en general dos años en un college o cégép antes de entrar a la universidad) “autochtone”, como le dicen acá, o indígena (no me hagan empezar con las reflexiones sobre el vocabulario porque no paro más), en donde Jimena, otra colega que conocí el año pasado, me invitó a dar una charla sobre traducción al español de literatura innu, aprovechando la visita de una delegación de la Universidad Intercultural Maya de Quintana, México. Encuentros y más encuentros.

 

la verdad es que la bandera de Canadá tiene mucho sentido





comimos demasiadas tartas dulces

los ginkgo explotadísimos a la salida del metro

Parc Lafontaine

con Dani y Romi, que me trajeron ejemplares de la Antología que publicamos en Argentina

en Kiuna

Otro día fuimos al Parc Jean Dreapeau, en la isla Saint-Hélène, en bici con dos compañeras. Otro día descubrí que puedo ir gratis a nadar a una pileta. Y así. En el medio, me escribe Daniel, el profe de la UQAM gracias al que viajé a Wemotaci, para ofrecerme empezar a trabajar en su centro de investigación. Y así, así, así. Y en el medio, pero más en el medio de todo y descuajeringado que cualquier otra cosa en mi experiencia de Montreal: Halloween explotando por todos lados, por aquí y por allá. Calabazas, decoraciones que van de simpáticas a ridículas e inexplicables, y el 31, gente disfrazada en el metro, en la calle, en cualquier lugar. No me animé a sacar fotos porque había muches niñes y porque acá la gente puede ofenderse muy fácil, así que dejo que su imaginación trabaje y cree en su cabeza la familia de vikingues que me crucé en la esquina de casa cuando estaba llegando.

 

esqueleto tirando cosas del balcón

buuu


antes
después


Montreal desde la isla Sainte-Hélène

Parc Jean Drapeau





Perdón por tanto paréntesis. Ya se huele la torta de manzanas, debe estar por estar.