Para escuchar mientras se lee: https://www.youtube.com/watch?v=lJJT00wqlOo
Escribo desde un tren, again, otra vez, viajando sobre estas vías que quizás estén imaginariamente conectadas a las de otros trenes en los que viajé, pero últimamente, aunque mi tendencia es ver todo circular, todo parece ir hacia adelante. O hacia atrás. Depende en qué asiento te haya tocado. A la ida, le daba la espalda al destino, y ahora que vuelvo, mis ojos apuntan a la dirección del movimiento, el tren y yo somos una avanzando, y acariciamos rápido las vías que nos pasan por debajo, con amor pero también con el envión necesario para no demorarnos.
En realidad, si miro exactamente hacia enfrente tengo a un
québécois que habla por teléfono mientras digiere la big mac que se comió
enfrente mío hace un rato. Todavía tiene el vaso de coca con tapita apoyado en
la mesita, y tengo miedo de que se vuelque sobre mi computadora. Al lado, en
los asientos de cuatro, una familia de personas chinas durmiendo después de
haber comido una bolsita de pochoclos. Es que en el centro del Vieux Québec, no
sé por qué, están de moda los negocios de pochoclos. Acaramelados, saborizados,
con colores, con polvitos, con queso.
Por la ventana veo una camionetita pan lactal que me
recuerda un poco a los días de trabajo en el camping, un poco a viejos sueños
hippies de una vida por las rutas, pero claro, la vida por las rutas ya la
hemos vivido y la vida por las vías la seguimos viviendo, ahora, deslizándonos por
este tren de vuelta a casa, una vuelta con el cansancio mental de dos días
intensos de congreso y de encuentros y emociones pero también con una dirección
bien definida, eso también está bien, tener por debajo una vía que nos contiene
y nos alinea, la improvisación ahora está acá adentro, acá arriba.
Hablo en plural y no sé de quién hablo, ¿incluyo al
québécois que sigue debatiendo por teléfono con su amigo? ¿A la familia que
duerme acá al lado? Nunca estoy sola, nunca lo estamos. Miro por la ventana y pienso
en mi hermano y en sus ojos sensibles y amables. Hoy nombré otra vez la muerte
de papá mientras socializaba con alguien después del congreso, y aunque
nombrarla cada vez más no la haga más liviana, algo se hace más fluido en mis
palabras, “tes parents doivent être fiers de toi”, me dijeron, y no tuve que
pensar para decir que sí aunque él se haya ido. Porque hablábamos de que yo me
fui. Y sí, les dos nos fuimos.
Avanzar en algún momento se sintió como estar escapando. Autos,jets, aviones, barcos. Pero ahora se siente un poco más como estarse
encontrando. Estos días de congreso fueron encontrar a toda la gente que vengo
leyendo hace tanto (¡y alguien me leyó a mí!). Fue sentir que venir acá a
investigar sí tiene sentido, que hay una comunidad, que estamos leyendo e
investigando. Ja ja ja. Ahora me río (¿de qué?). Me río así, mirando por la
ventana y avanzando. Y porque ahora la emoción me hace reír y no llorar, pero
despacito, para no ofender al québécois que sigue hablando (escucho “stress
post-traumatique”) y a la familia que sigue durmiendo tiernamente acá al lado.
Ahora hay árboles, que también son comunidad, y también nos
están investigando. Entre todes nos estamos mirando. No sé por qué, hace rato
perdí el relato lineal de las cosas que pasan, pero pasa la línea por acá abajo
y nos lleva, con ella nos vamos deslizando a llegar a casa a los brazos de
Germán que nos va a preguntar cómo nos fue en el congreso y no vamos a saber cómo
explicar esta cantidad de sensaciones. Y quizás no le interese saber todo lo
que dijo Pepito Equis sobre la literatura de Juanito Zeta, o sobre la
traducción descolonial o sobre la escritura de tal y tal y tal que pasan y existen
en su belleza como los árboles que habitan tan hermosamente este planeta, ¡Y
aquí están! ¡Aquí, por la ventana! ¡Mire, joven québécois! Vamos a decirle que
me fue bien, vamos a hacer el esfuerzo de no autosabotearnos y darnos el tiempo
de entender lo que fue esta semana con elegancia y delicadeza.
Son las siete y el sol todavía está alto. Se filtra a través
de los árboles que forman una espesura cada vez más densa. El tren es un
pequeño mundito que se mueve en el mundo. What are we gonna do, ooh-ooh-ooh-oooh? Dice This Is The Kit en
mis orejas. El québécois se calló. Un alumno del curso de francés que di en
Mila en el otoño y el invierno nos hizo dos presentaciones sobre trenes, una
persona que ama los trenes me parece algo muy tierno. Ahora el québécois filma
con su celular por la ventana un video de lo que pasa, creo, o me lo imagino,
tengo ganas de ver una película y entonces me la invento. El señor chino formó sobre
la mesita plegable un círculo con sus brazos y depositó su cabeza adentro. Yo
tengo ganas de contarle al mundo algo y todavía no encuentro la forma, ¿es una
línea? ¿es un punto? ¿es otra vez circular o espiral porque pasamos por encima
varias veces sin darnos cuenta? ¿estamos
aterrizando? ¿nos estamos yendo?
En un par de semanas, otro viaje y otro congreso. Habrá que
trabajar y seguir cansándonos para luego recibir la visita de mamá y ver cómo
es eso de que te vuelva el alma al cuerpo. El québécois ahora hace gestos como
de tocar instrumentos. La verdad es que todes somos personajes, yo dejé toda mi
lógica en las ponencias y escrituras de artículos académicos. Ahora se abrió un
claro, los árboles desaparecieron. El sol me empieza a encandilar. Hay, estoy
segura, una trama que está conectando todo esto.