Está bien, digamos
que un cuarto del fin de semana me lo pasé llorando.
Pero también
pasaron otras cosas interesantes:
El sábado a la
noche me invitaron a “tomar algo” mis (futuros) compañeros de
trabajo. Aunque yo entendí que íbamos a ir a un bar, tomar unas
cervezas y volver como muy tarde a las 2 de la mañana (salimos del
camping a las 10, y me habían dicho que acá la joda no es hasta muy
tarde), a las 2 de la mañana me encontré en medio de un boliche
bailando “I know you want me, you know I want you”. Bizarro.
Obviamente no estaba preparada para una noche bolichera (nunca lo
estoy), y menos mi bolsillo aún argentino, que tuvo que desembolsar
15 euros en la entrada y 2 más para el guardarropas. ¿Un trago? No,
gracias.
En fin, igual la
pasé bien (hasta que no pude disimular más mi sueño), incluso me
gané un piropo de lo más tierno: yo, vestida con el mismo pantalón
y pullover que había usado en todo el día, en la cola del baño me
encontré con una francesa que me elogió el “look”: “t'es
jolie comme tu es”, me decía, sos bonita como sos, no hace falta
vestirse así (señalando chicas vestidas para salir), y me hacés
acordar a mi hermanita que tiene 20 años (¿?).
Una anécdota más
sobre la noche de sábado bizarro: nos tocó “salvar”a unos
turistas en la estación de métro. Aparentemente, hay personas que
se acercan a los recién llegados para estafarlos de alguna manera
que no entendí, con su tarjeta del banco en la máquina de tickets.
Cuando llegamos había delante nuestro una pareja que estaba
recibiendo instrucciones en inglés de este aparente “empleado de
información”, y mi compañera me hizo hablarles a mí
(supuestamente eran hispanoablantes) y decirles que no le hagan caso.
Cuestión que después de un rato de confusiones y bardo, los
ayudamos a sacar nosotros el ticket. El “estafador” tenía un
grupo de gente que andaba por ahí, y gracias a nuestro gran acto me
gané un “eh, toi, suce mon bite” de parte de uno de ellos, nada
bonito la verdad, a ver qué les dice el google translator.
Así que sí. Cosas
raras. El domingo fue ir a ver a Ger, que por esta semana vive en un
departamentitito de 9 metros cuadrados, y dormir acurrucados una
siesta en la camita que casi se choca con el techo. Pero qué alegría
poder hacerlo, eso que hasta hace unas semanas era lo más normal del
mundo... Y ahora me cuesta 2 hs o más de viaje entre ida y vuelta
(más su correspondiente en euros, recuerden, ¡bolsillo de
argentina, aún!).
Ojalá podamos
arreglarnos.
Ojalá encontremos
la forma.
Ahora estoy en una
pausa de mi primer día de trabajo, aunque no sé cuándo voy a poder
subir esto (en casa no tengo internet, y el wi fi de la recepción del camping no anda jamás. Bienvenida al primer mundo)... Después les cuento.
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