martes, 22 de marzo de 2016

Bizarre week-end

Está bien, digamos que un cuarto del fin de semana me lo pasé llorando.
Pero también pasaron otras cosas interesantes:

El sábado a la noche me invitaron a “tomar algo” mis (futuros) compañeros de trabajo. Aunque yo entendí que íbamos a ir a un bar, tomar unas cervezas y volver como muy tarde a las 2 de la mañana (salimos del camping a las 10, y me habían dicho que acá la joda no es hasta muy tarde), a las 2 de la mañana me encontré en medio de un boliche bailando “I know you want me, you know I want you”. Bizarro. Obviamente no estaba preparada para una noche bolichera (nunca lo estoy), y menos mi bolsillo aún argentino, que tuvo que desembolsar 15 euros en la entrada y 2 más para el guardarropas. ¿Un trago? No, gracias.
En fin, igual la pasé bien (hasta que no pude disimular más mi sueño), incluso me gané un piropo de lo más tierno: yo, vestida con el mismo pantalón y pullover que había usado en todo el día, en la cola del baño me encontré con una francesa que me elogió el “look”: “t'es jolie comme tu es”, me decía, sos bonita como sos, no hace falta vestirse así (señalando chicas vestidas para salir), y me hacés acordar a mi hermanita que tiene 20 años (¿?).
Una anécdota más sobre la noche de sábado bizarro: nos tocó “salvar”a unos turistas en la estación de métro. Aparentemente, hay personas que se acercan a los recién llegados para estafarlos de alguna manera que no entendí, con su tarjeta del banco en la máquina de tickets. Cuando llegamos había delante nuestro una pareja que estaba recibiendo instrucciones en inglés de este aparente “empleado de información”, y mi compañera me hizo hablarles a mí (supuestamente eran hispanoablantes) y decirles que no le hagan caso. Cuestión que después de un rato de confusiones y bardo, los ayudamos a sacar nosotros el ticket. El “estafador” tenía un grupo de gente que andaba por ahí, y gracias a nuestro gran acto me gané un “eh, toi, suce mon bite” de parte de uno de ellos, nada bonito la verdad, a ver qué les dice el google translator.

Así que sí. Cosas raras. El domingo fue ir a ver a Ger, que por esta semana vive en un departamentitito de 9 metros cuadrados, y dormir acurrucados una siesta en la camita que casi se choca con el techo. Pero qué alegría poder hacerlo, eso que hasta hace unas semanas era lo más normal del mundo... Y ahora me cuesta 2 hs o más de viaje entre ida y vuelta (más su correspondiente en euros, recuerden, ¡bolsillo de argentina, aún!).
Ojalá podamos arreglarnos.
Ojalá encontremos la forma.


Ahora estoy en una pausa de mi primer día de trabajo, aunque no sé cuándo voy a poder subir esto (en casa no tengo internet, y el wi fi de la recepción del camping no anda jamás. Bienvenida al primer mundo)... Después les cuento.

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