miércoles, 16 de marzo de 2016

Perdida

Una dice “me voy a Francia, por un año”, todo muy lindo, lo que ya sabemos, bla bla.

Me pasé todo febrero haciendo trámites porque dejaba mi casa allá, porque quería venir con todo listo acá. No hace ni una semana que estamos, y ya estamos mareados con los papeles que hacen falta para que las cosas empiecen a funcionar. Ayer nos rebotaron en todos los bancos del barrio porque al parecer somos incoherentes para la lógica bancaria francesa. Y sin cuenta en el banco, somos incoherentes para la lógica de absolutamente todo en Francia. Tomá. Que te empiece a doler la garganta mientras le querés explicar tu situación al señor del bureau de la pindonga (mamá no te preocupes, es una dramatización).
Yo que estaba contenta antes de venir porque ya tenía casa y trabajo a partir del 21 de marzo: “todo resuelto”, claramente un autoengaño feroz. Falta mucho para que esté todo resuelto, o mejor dicho, nunca va a estar todo resuelto, y ya sé, eso está bien, y por supuesto que sigo feliz de tener casa y trabajo a partir del 21. Y agradecidísima.
Pero hoy me levanté como perdida.


Después están los fantasmas.
Esto creo que ya lo sabía, porque es cuestión de viajar o de moverse un poco para que aparezca todo lo oscurito. Ya me había pasado, me parece, después de unos días de estar lejos de casa: empezar a sentir de golpe su presencia, primero en sueños, queriendo sustraerme toda voluntad de desapego, llevándome por mares viejos de profunda nostalgia por cosas que no valen la pena. Diciéndome al oído palabras o más bien sensaciones que me quedan colgando, pesadísimas, en alguna parte del pecho, que se hunde hasta que ya no sé ni en dónde estoy, ni por qué, ni qué tengo que hacer... Ni qué quiero hacer. Fantasmas míos, muy míos.

Hola, fantasmas. Los conozco: les vi la cola o las patas alguna vez. Son los mismos del miedo que combatí caminando aquella vez. ¡Sí!!!! Los mismos. Ya tengo una pista para salir del encierro: abrir la puerta, poner play, caminar despacito, después más rápido, pero sentir siempre cada paso, respirar, mirar alrededor como si fuera la primera vez.




2 comentarios:

  1. Hija mÍ, ya que me mencionás, me atrevo a escribirte, para decirte, que a esos fantasmas hay que combatirlos con humor. Me parece. Reírse de ellos, jugar con ellos, y no permitirles nunca la entrada, tapiarles los huecos del corazón con fortaleza, esa que sólo vos sabés de dónde sacar. Pero también, se los combate poniéndole el amor como escudo. Ellos no lo tienen, ellos no saben qué es el amor, como vos sí lo sabés y muy bien. El amor de los otros, y el amor que vos también sabés armar, construir y desarrollar. Acá estamos hija querida, somos un ejército, mejor, una milicia antifantasma, que está en guardia, para ayudarte a que tu felicidad sea plena, obviamente, no constante, la felicidad fluctúa, como el tiempo, como la vida, pero cuando está nos revienta el pecho, nos saca para adelante. Eso, vamos, dale...

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  2. te abrazo ana. te abrazo apretadísimo con tanto amor y entendimiento.
    siempre cuando escribo pienso que mi vieja es la primera que me lee y trato de pulir un poco todo para que no se preocupe. ja, me dio ternura leerte. quizás por eso no escribo nada ahora. no es que las cosas estén mal, pero si cuento lo divertido (que siempre es ligeramente malo) pienso en mi madre que se amarga.

    no sé por qué no había leído ese otro post que citaste hoy. lo leí y se me hizo un nudo (arriba del que se me hizo cuando leí este mismo). Un par de veces estuve perdida y salí así a caminar, sola, por los rincones de caballito.
    otra vez, hace mucho más tiempo, estaba tan perdida que no podía ni caminar sola y mi mamá caminó conmigo por rosario, se hizo de noche y seguíamos caminando (estoy mamenga hoy).
    Otras veces estoy igual de perdida y triste pero no sé por qué no puedo pasar la puerta.
    Ese que decís es un remedio que conozco y amo, pero no siempre puedo alcanzar. a veces le doy dos vueltas a mi mp3 y uso la excusa de que ninguno de los discos que tengo cargados me acompañan en el sentimiento. otras veces las excusas son más fáciles: la lluvia, la nieve, el calor.
    todo trucho.

    esta ciudad que no conozco se queda del otro lado de mi ventana como si no quisiera dejarse ver del todo, pero soy yo. ya sé, la que en realidad no se permite conocerla.

    es siempre miedo no?

    cómo me gustaría cruzarte, ann, caminando. aunque un océano en el medio y todo eso. tirarnos en una plaza, no decir nada. quizás por la calle de las altas aceras, o en un tranvía...
    Pero para eso primero tengo que abrir la puerta para salir a jugar. Quizás ahora te piense y todo sea m;as facil.

    perdón, te usé los comentarios de blog. mejor te escribo una carta no?


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