miércoles, 28 de diciembre de 2016

La otra mitad de Portugal


Volver a tener una casa para vivirla entera y sentirla como propia fue el mejor regalo que pudimos tener para navidad. Así suelto suena un poco ridículo, pero quien venga siguiendo de cerca esta historia podrá entender lo maravilloso que fue para nosotrxs disponer de todas las habitaciones de un mismo departamento y su paz, aunque sea por tres noches. Sin contar con que tuvimos la compañía de la mejor gatita de Portugal, Pini, que se hizo la difícil pero al toque se amigó y después no hubo quien la detenga en su constante búsqueda de mimos.
Así que sí, Lisboa tenía mucho para ofrecer, pero lxs portugueses más copadxs siguen siendo Ana Marta y Filip y su hijito, a quienes usurpamos la casa con puro agradecimiento, y con quienes lamentamos no habernos podido encontrar. El resto fue a veces amable, muchas veces demasiado neutral y algunas poco paciente con el intento de portugués que nos salía cada vez que queríamos hablar (como los franceses, muchas veces nos saltaron directamente al inglés sin preguntar). Pero la ciudad es hermosa, muy distinta de lo que habíamos visto de Portugal, en cuanto a lo cuidada y mantenida, y a la vez, muy distinta de cualquier otra capital de Europa. Esa fue mi impresión: en realidad no recorrimos tanto, porque hemos de confesar que lo que más aprovechamos fue la oportunidad de estar en casa.
Pini love

Igual conocimos Belén, su torre y su gran monasterio; recorrimos algo del museo Berardo (¡al fin un museo de arte moderno y contemporáneo de entrada gratuita!), que es uno de los tantos museos en esa zona, paseamos por el barrio de Alfama y por el centro, nos llenamos la cara de sol y de turistas (otra vez, en su mayoría, franceses... no podemos escapar). Todo valió la pena. Hasta la hamburguesa vegetariana que tardó una hora llegar en el restaurant de nuestra cena de navidad. También rodeadxs de franceses, para variar. Eso sí, del clima no nos podemos quejar: ni un día de lluvia en Portugal.

clásica: Fado en el mirador

todo blanquito

los chicos en ese flor de monasterio

...y en la torre de Belén (que, como siempre, tenía los andamios de restauración)

turistas en la Plaza del comercio

Antes de dejar esa zona, decidimos ir a Sintra, que está cerca de Lisboa. Pero entre pitos y flautas, es decir entre dejar la casa, viajar y una vez allá encontrar la manera de llegar a donde queríamos llegar, se nos hizo un poco tarde. Llegamos a ver el Palacio da pena, que es un palacio loco del 1800 con ondas árabes en la arquitectura (como empieza a ser todo por acá), bien arriba en una colina, o no sé si decir montaña. Parece que es muy lindo todo el lugar, más bien todo el verde que lo rodea, aunque mucho no llegamos a ver. El palacio en sí, como bien me dijo Pepu, y sobre todo por dentro, no es lo más interesante, además de que está lleno de turistas (si es así en invierno, en verano no quiero imaginar) y de los once euros con cincuenta de entrada que te hacen pagar. Cosas que pasan.


una onda disney


Y finalmente bajamos al sur, a la región de Algarve, en donde dedicamos un día a recorrer algo de la costa, probablemente de las cosas más hermosas que hicimos en esta parte del viaje. Pasamos la noche en el pueblo de Lagos, y de ahí salimos a recorrer, aprovechando el auto y parando cada tanto a mirar pueblitos o paisajes, llegando hasta Sagres, que es la puntita de Europa, justo para ver el atardecer. Si no hubiese amanecido hiper resfriada y con la nariz tapada llena de mocos, cosa que me mantuvo ocupada todo el día buscando superficies que hicieran de pañuelito, podríamos nombrarlo un día perfecto. Pero, por suerte, y como se suele decir, nada ni nadie es perfecto, de todo se aprende, la creatividad se expande, y una puede llegar a sonarse la nariz con los materiales más diversos. Es la versatilidad que implica vivir de viaje, ¿vio?. Y el temita este de que en Portugal parece que en verano hace mucho calor, de ahí que las casitas sean todas blancas y que ninguna tenga calefacción.

todo blanquito en Lagos

los chiquis en Ponta da pena (todo es de la pena, parece)

la foto del amor que hizo furor en las redes sociales

Ger en la playa de Luz


paisajes increíbles en Sagres

paisaje en Sagres, en la puntita hay un fuerte


Fue triste empezar el día de hoy y darnos cuenta que le decíamos chau al país. Parecía que teníamos tanto tiempo, pero entre una cosa y otra la estadía portuguesa se nos achicó, porque también está el resto de España y devolver el auto y después muchas sorpresas que ya se verán. Fue triste pero soleado y con la música de Thelonious Monk haciendo que la autopista (en la que otra vez no supimos pagar peajes) sea más linda, que la vida sea más linda, entre árboles y montañitas, con el mar de fondo y la alegría de haber pispeado, aunque sea un poquito, en el ombligo de ese portugalete que nos daba tanta curiosidad.



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