martes, 3 de enero de 2017

Sanguchito* de tortilla

*(¿sandwichito?¿sambuchito?)

A esta altura, ya dábamos por perdida toda silla que hubiésemos poseído y/o ocupado con anterioridad, así que no nos preocupó ir a Sevilla, sobre todo porque el dicho es más que nada en Argentina y ahí hace varios meses que no tenemos asiento. A riesgo de que nos roben la silla, entonces, conocimos una ciudad hermosa, e inauguramos nuestra Andalucía, una etapa muy esperada del viaje, que viene haciendo honor a todas las expectativas. ¡Y olé!


 Apenas llegamos, ya encontramos dos desafíos: el primero, estacionar el auto (entre callecitas repletas, cosa que tomó muchísimo más tiempo del que debería, incluido un intento desesperado de tranfuguear un poco de parking en un supermercado); el segundo, lidiar con nuestra anfitriona de airbnb, una señora (madre de la que supuestamente nos alquilaba) brasileña muy buena pero a la que le faltaban algunos cables, la pobre tenía que ocuparse de recibirnos sin saber nada y además de su nietito que estuvo ahí encerrado todo el tiempo que estuvimos: para darles un ejemplo, el segundo día descubrimos que al llegar, nos esperaba en el piso de la puerta de la habitación un pañal (¿usado? Ger dice que sí, nunca lo sabremos) que se quedó ahí toda la noche; a la mañana siguiente, nosotrxs en la cama, llegó un nuevo huésped y la señora muy campante abrió la puerta de la habitación sin avisar, sólo para verificar si estábamos (¿?).
Peeeero, entre la cero privacidad y las ridiculeces, descubrimos a Sevilla, un poco por nuestra cuenta y un poco con un free walking tour muy bueno (vienen siendo una excelente forma de conocer y hacer muchísimo más interesante cada lugar). Lo único malo fue la inconcebible cantidad de gente que encontramos en las calles del centro, en donde casi no se podía circular. Parece que para las fiestas, la gente acá hace mucho turismo, y justo caímos en el peor momento (bueno, en cualquier lado iba a ser igual). Pero eso no arruinó nuestra imagen de la ciudad, y la alegría de volver a estar como en casa, entre bares de tapas, calles finitas en donde cada casa tiene su balconcito, y lo más importante, ese estilo que ahora conocemos como Mudájar y que vemos en toda Andalucía, que es la mezcla de los estilos católicos (góticos, o por ahí) con los árabes. Se nos empezó a abrir ese mundo riquísimo de la historia española, especialmente en lo que al período musulmán refiere, que a cada paso por la región vamos descubriendo más.

torre del oro, plantis


una cosa que no me gustó de Sevilla: cientos de carros con caballos, para turistas, por todos lados

en el bello Parque de María Luisa


atardecer en Plaza de España, puede que sea el lugar más lindo de la ciudad

Después de dos días en Sevilla, decidimos darle una oportunidad a Cádiz, aunque, como nos viene costando madrugar, sólo pasamos ahí algunas horas. Linda, también, aunque no imprescindible: una tarde divertida (porque teníamos ganas de reírnos), un mar precioso, mucha playa, más callecitas de balcones, unas ruinas de teatro romano que no tenían nada que hacer, unos castillos en el agua y de fondo un atardecer impecable.

palmeras, otro clásico por acá

balconcitos


Seguimos, entonces, para Málaga, en donde la mala suerte con airbnb resultó en varias cosas: una, que la primera noche dormimos en el auto; dos, que al día siguiente, después de un lindo walking tour, nos comimos varios garrones por gente que no se sabe manejar y nos quiso cancelar sin devolvernos la plata, cosa que hizo que, tres, airbnb termine regalándonos un cupón de 50 euros, iupi, pero seguíamos sin tener dónde dormir, justo la noche de año nuevo. Así que la tarde se nos fue en conseguir algo, y en el medio, como siempre, pasaron cosas, por ejemplo que en un semáforo cruzó un señor y se nos acercó a la ventanilla diciéndonos que iba para tal lado y si lo podíamos llevar, aunque para cuando dijo eso ya estaba abriendo la puerta del auto, y como no creímos que el señor tuviera la edad y la destreza suficiente como para irnos a robar o a secuestrar, y no teníamos dónde ir, lo terminamos llevando. La gente, acá, se maneja. Sobre todo los viejxs. Conseguimos pieza en una pensión y pasamos un fin de año bonito, viendo la ciudad y los fuegos artificiales desde arriba de un mirador.

foto malísima durante el walking tour, fuimos a un bar clásico que se llama El Pimpi, y conocimos su historia, entre otras cosas

feliz año nuevo, ñeeee

festejos en el centro de Málaga

escenas bizarras en los festejos

Al día siguiente, aún en Málaga, visitamos el Castillo de Alfaro, que más bien es terreno con cosas amurallado, con una linda vista, y no mucho más. Pero después decidimos hacer un desvío, para conocer el mejor lugar. Bueno, no sé si el mejor, pero un lugar demasiado bueno y gracioso como para ser un lugar: es Júzcar, un pueblito chiquito en la montaña, que se hizo conocido porque, para destacarse del resto de los pueblitos de la zona, que son todos blancos, ahí pintaron cada casa del mismo, mismísimo color azul. “El pueblo pitufo”, le dicen, y es que además parece que le rinden una especie de culto a los pitufos, es tan gracioso estar ahí que no se puede explicar. Por momentos, con esa luz entre celeste y azulada, pareciera que se está adentro de una pileta de natación. Y, además, lleno de gatos. Un sueño. Encima, después, fuimos al pueblito de Ronda, y aunque se nos hizo de noche, nos impresionamos igual al ver un súper puente gigante que se construyeron ahí vaya una a saber hace cuántos cientos de años, para conectar los dos lados de la ciudad, que estaban separados por un muy muy alto acantilado. Loco.

desde el Castillo

aaah, querido Júzcar


Pitufina hasta en el tacho

gato

el gran puente de Ronda

Ronda

el puente desde abajo

Pasamos esa noche ya en una habitación en el siguiente destino: Córdoba (nombre al cual hay que aprender a no relacionar directamente con el cuarteto y el fernet). Nos pareció, también, una hermosa ciudad, con un hermoso casco antiguo, en donde otra vez el Mudájar y el estilo musulmán fue protagonista, sobre todo por su “mezquita-catedral”, una construcción enorme que, como la mayoría en la región, antes de ser iglesia fue mezquita, y conserva realmente mucho de su estilo original, con unas mezclas loquísimas. Pero, además, visitamos la judería, así le llaman a los antiguos barrios judíos por acá, y vamos, qué mezcla de cultos, pero parece que los judíos también fueron bastante importantes en la historia española. Aunque nos sorprendimos al entrar a la antigua sinagoga, y leer que en toda España sólo hay tres (pero de esa época, eh! Miren que busqué). Y nos vamos sorprendiendo, también, cada vez más, de las barbaridades que se hicieron durante la Inquisición.

una puerta al patio de la mezquita-catedral

naranjos, siempre





el pasaje de las flores

Finalmente, vinimos a Granada: otra vez, la mala organización y la poca suerte nos dejaron durmiendo en el auto, pero esta vez un poco más alto en la montaña, cerca de la Alhambra, ese palacio gigante que es lo que hay que visitar acá, para el cual la gente reserva entradas con meses de anticipación, o, como planeamos nosotrxs, hace fila desde la madrugada para conseguir entrar. Así que nos dormimos ahí, al lado de un edificio medio sospechoso entre los parkings y el cementerio, que pensamos que era un hotel, porque había gente dando vueltas y pudimos robarle wi fi. Seis y media nos levantamos y decidimos entrar a la cafetería: fue sólo cuando Ger me hizo notar las caras de la gente y las fotos de lápidas en las paredes, que me di cuenta que el lugar no era un hotel, sino una sala de velatorios. En fin, que eso no impidió usar el baño y desayunar, antes de salir a la aventura. Era todavía de noche y llegamos a la cola, que estaba ya bastante larga. Y sí, luego de dos horas estábamos afuera: nos quedamos sin lugar. Pero sin bajar el ánimo, porque, como dijo Ger, lo único que perdimos fue tiempo, que no es para nosotrxs una preocupación. Todavía. Así que lo dejamos para mañana y fuimos al centro, en donde nos metimos de prepo a otro tour, muy muy interesante. Granada me está gustando mucho, cada vez se siente más la cercanía con el mundo árabe, y a la vez el flamenco y las guitarras que, como en el resto de Andalucía, salen por cualquier lugar. La cerámica y los azulejos también son una postal clásica, además de unos motivos muy bonitos en madera, los naranjos por todas partes, y las macetas con plantitas colgadas de la pared (aunque eso es más bien clásico de patio cordobés).

de cuando nos quedamos afuera por unos pocos números


las fotos que saco durante los tour son cualquiera. Perdón, es que hay que estar escuchando

la Alhambra de lejos y con sol de frente y neblina. Mañana nos veremos mejor


(casi)

Ger probando el pionono de Santa Fe (no te cambio nuestro pionono por esto)

Se hace largo contar todo, pero me hizo bien enumerar: es que con tanto recorrido, ya se me va mezclando y confundiendo. Como dije, esta parte del viaje se puso verdaderamente interesante y despertó mucho mi curiosidad, con toda su gama de mundos nuevos que nos llaman. Y todo lo que sigue en estos días, creo, va por ese lugar. Por lo pronto, mañana hay que volver a madrugar, y rezarle a todos los dioses encerrados en tanto edificio sagrado, que nos dejen entrar.

Por cierto, el sanguchito de tortilla es el otro gran protagonista del momento, además de ser un gran invento, y un oasis para vegetarianxs por acá (eso sí, si sos veganx, puede que sea mejor buscarte otro lugar). ¡Y olé!

No hay comentarios:

Publicar un comentario