domingo, 11 de diciembre de 2016

Ámsterdam pasó volando

Paradójicamente, Ámsterdam se pasó volando sin que nosotrxs hayamos volado, quiero decir que entre pitos y flautas, al final las circunstancias ni nos dieron para pasar por uno de esos coffeshop a donde van todxs lxs turistas de más o menos nuestra edad para disfrutar de la legalidad o de la tolerancia. Ya se dijo que no-hay-que-hacer-absolutamente-todo en este viaje. Así que eso, spoiler de un relato libre de cannabis, por esta vez.

La noche antes de salir para allá, nos contactó nuestro host de couchsurfing, Sander, para decirnos que a último momento le había caído una pareja de amigxs portugueses y que no tenía mucho espacio en su casa. Le dijimos la verdad: todo bien, no hay problema, pero no tenemos otra opción. Si igual querés recibirnos, podemos arreglarnos, sino veremos de ir a otro lugar. Y al final Sander es  tan buena onda que nos invitó a su casa igual, y aunque dormimos medio apretaditis en una parte del sillón, pasamos dos muy lindos días ahí, y conocimos a esta parejita, Ana Marta y Filip, que resultó ser de lo más simpática y abierta a ayudarnos y recibirnos en Portugal cuando vayamos. Compartimos dos cenas muy agradables, charlando sobre todo, aprendiendo mucho. Intentamos hacernos amigxs de la hermosa gata de la casa, Pus (al menos así se pronuncia), pero mucho no funcionó.

Pus, indiferente

Ya la primera noche salimos a caminar y explorar la ciudad, entre bicis, puentecitos y luces de colores, empezando por un parque enorme y hermoso que teníamos a una cuadra. Quizás ya dije esto alguna vez, pero conocer una ciudad de noche para mí genera una primera impresión curiosa, casi mística, que tergiversa desde el principio toda dimensión y capacidad de ubicación geográfica. Sin contar que de por sí, Ámsterdam es muy loca en varios sentidos: si se mira su forma en un plano, probablemente se entienda mejor lo fácil que es perderse entre puentes y canales, pero además es fácil marearse y dejarse llevar por el ritmo casi frenético de las miles de bicis que pasan por adelante, atrás, al costado y encima de la gente, los semáforos que son consignas diferentes para autos, bicis y peatones, los tranvías... De alguna manera todo funciona más o menos bien en un caos ordenado, pero la cantidad de turistas hace que el ritmo se entorpezca y, en alguna medida, presentimos que el funcionamiento de la ciudad así va a colapsar.






otra sorpresa: está lleno de parrillas argentinas!! Un mozo nos dijo que era gracias a la Reina...


Fuimos al museo Van Gogh, porque había que elegir uno de los que hay-que-hacer, no un gran museo (¡con lo que te hacen pagar!), pero estuvo lindo mirarlo al Vincent después de tanto tiempo, y es que ahí tienen casi toda su obra guardadita, no hay muchas en otro lugar. También intentamos ir a la casa de Ana Frank, pero hasta cierta hora sólo se podía entrar con reserva, y después había una cola que, bajo el frío y la lluvia, no nos tentaba ni un poquito. Lástima, porque algo quedó en mí desde que saqué de la biblioteca de la escuela primaria su Diario y lo leí, pero una vez más, la masa de turistas y las circunstancias nos robaron esa experiencia.

no se podían sacar fotos, shh

el Rijksmuseum, el Van Gogh museum, y el solcito que duró un rato

ahí están los pibis

Con Sander habíamos arreglado sólo para dos noches, así que reservamos por airbnb dos noches más en otro lado, pero oh sorpresa, el mismo día nos cancelaron, y terminamos pagando una noche en un hostel en el centro en el que el tipo de la recepción, muy simpático, no paró de decirme que yo no estaba feliz. Esa noche comimos en un “Wok and walk”, y, cuando empezábamos a pispear coffeshops entre callecitas ruidosas, me agarró una descompostura terrible que me hizo volver corriendo al hostel, y al poco tiempo caí en la cama rendida. Dormimos con el ruido de la gente en la calle, que estaba de fiesta loca.

Y el último día hicimos un free walking tour (que nos había recomendado Nicolás en Bélgica), con una española que le puso toda la onda, y nos regaló un último paseo por la ciudad, que valió la pena. El cansancio y el peso en las mochilas no no dejó hacer mucho más. A la tarde embarcamos en este bus en el que todavía estamos, y al que todavía le faltan un par de horas más...
Es, de alguna manera, un momento de cambio en el viaje, en el que se redefinen los rumbos y los tiempos, nos empezamos a preguntar sobre lo que queremos y a discutir sobre cómo seguir. Podría decirse una crisis, o una oportunidad. Yo, por lo pronto, estoy contenta de que esto suceda, y de poder sentir nuevas direcciones en mis adentros con más claridad. Seguramente todo esto evolucione y se proyecte en las próximas rutas, pero ya se verá más adelante, con otras historias que contar.

me emocioné en estos segundos cruzando el Rijksmuseum


1 comentario:

  1. Es cierto hija, el videíto emociona...Tus palabras emocionan, tus vivencias emocionan...Ya pasaron nueve meses desde que te fuiste. Y no lo puedo creer. Pero siento que los tres que faltan para que vuelvas se van a hacer larguísimos. Igual, tenés un tramo hermoso, junto a tu hermano, que, creo, le va a dar ese giro que tal vez estés esperando. Take it easy my dear, tomate un respiro, o sea, respirá hondo, no te descompongas comiendo porquerías, respirá profundo, encontrá una parada en el camino que te haga descansar y tomar fuerzas para seguir adelante. Tal vez tengas que parar un poco. España, hablar en tu lengua materna, tal vez sea un descanso, sí, justo para vos, que te ocupás de esa maravilla que es el intercambio con otras lenguas...Hija querida mía, aquí va mi abrazo de madre osa, de esa madre, que cuando eras niñita y te dolía la cabeza, te ponía música celta para que te aliviara...jaja, no sé por qué me acordé ahora de eso....Te quiero profundamente

    ResponderEliminar