sábado, 24 de diciembre de 2016

Un pedacito de España, y la mitad de Portugal

Así que apenas mejoré un poco de esa gripe que me retuvo en el hotel, aprovechamos para recorrer Segovia. Terminó siendo muy linda a pesar del extraño tour que hicimos y pagamos con  una señora que parecía drogada, pero nos sirvió para visitar el Alcázar (una residencia real, un castillito que parece de disney) y aprender un poco sobre las visibles mezclas de lo árabe con lo católico y demás. Pasear, disfrutar del sol, aunque estuviera muy frío, y del paisaje y del patrimonio de la humanidad (porque desde ese momento, todo pasó a ser patrocinado por la Unesco: el acueducto de Segovia, el Alcázar, la catedral, la universidad de Salamanca, y casi todo Portugal).
Visitamos entonces, al otro día, la ciudad universitaria de Salamanca, cuya parte histórica está toooda todita construida con el mismo tipo de piedra ocre, esa “que parece dorada” cuando le pega el sol. Ahí no hicimos tour, pero nos encontramos en un jardincito con un señor que parece no tenía nada que hacer y nos terminó mostrando gran parte de lo que había para ver, contándonos alguna que otra historia simpática.

ji ji

el acueducto romano de Segovia, todas piedras encastradas, ¡no están pegadas con nada!

todas las fachadas tienen esa trama en relieve, el "esgrafiado"

el Alcázar desde una vista privilegiada

caminando por los alrededores

Salamanca

el señor nos contó sobre este astronauta en la fachada de la Catedral

Y finalmente cruzamos a Portugal. Yendo hacia Oporto tomamos una autopista en la que jamás sabremos cómo tendríamos que haber pagado el peaje porque era con un abono o una tarjeta que se supone deberíamos haber tenido, y, ya en la ciudad, cada persona que interrogamos al respecto nos sugirió hacer algo distinto (entre ellas, la del correo nos dijo que lo dejemos ahí y no paguemos, que con suerte nadie se iba a avivar).
Aunque recién estábamos conociendo Portugal, en Oporto ya apareció un poco el espíritu de lo que vengo sintiendo en estos días por acá: algo bonito, pero que no se sabe si es bonito por el color o por lo añejo; algo que está entre lo divertido y lo deprimente, que aún me cuesta explicar. Se sabe, y se ve, como en los países vecinos de Europa, que acá también hubo riqueza y abundancia, pero algo sucedió, y el panorama ahora no es nada similar al de cualquier otro país que hayamos visto, incluso en España, en donde dicen que también todo está bastante mal. Los edificios hermosos están además todos sucios y degradados por el tiempo, cosa que les da un toque, cómo decirlo, “pintoresco” y triste a la vez.





Así y todo la ciudad nos recibió hermosa con sus azulejos de colores y su balconcitos, la recorrimos paseando muy tranqui entre callecitas que suben muy alto para después volver a bajar, mientras nos ofrecían comprar marihuana repetidas veces (en realidad le ofrecieron sólo a Ger, se perdieron una cliente por sexistas).


Después de dos noches descubriendo el frío de las casas portuguesas sin calefacción, salimos para Coimbra, en donde lo primero que visitamos (una universidad de las más antiguas de Europa) ya era, oh sorpresa, patrimonio declarado de la humanidad. Parece que Coimbra, además de reunir todos los atributos del Portugal que describí más arriba, es principalmente una ciudad universitaria, y pudimos aprender bastante sobre eso al quedarnos en lo de Francesco y sus diez cohabitantes (de los cuales sólo quedaban tres, porque es época de fiestas y todos vuelven a su hogar). Resulta que no teníamos idea de con qué nos íbamos a encontrar, y nos encontramos una casa enorme con once habitaciones distintas, todas ellas ocupadas por estudiantes de distintas nacionalidades que fueron ahí a hacer su erasmus (así le llaman acá a los intercambios). Así tuvimos una noche en la que escuchamos música bolichera polaca, cumbia villera y tarantela italiana, hablamos sobre la crisis del 2001, Macri, Berlusconi, y todo lo que se puede contar al respecto, en una mezcla de inglés, portugués, español e italiano. Volvimos a dormir muertxs de frío (sí, en Ámsterdam estaba helado afuera, ¡pero al menos en las casas se podía dormir sin tiritar!).

parte de la universidad de Coimbra. Me dieron ganas de estudiar



las "republicas" son casas habitadas por estudiantes con un status particular (esta además tenía un nombre muy particular)


Y ayer, camino a Lisboa, paramos en Obeidos, un pueblito chiquitito rodeado por murallas medievales, todo con casitas blancas con techo de teja y bordes amarillos, azules o rojos, lindo y viejo por donde lo mires. Probamos la Ginja, licor de cereza que se sirve en una tacita de chocolate que se come de un bocado, vimos a un elfo navideño que tenía un halcón, y nos reímos sin parar de cualquier cosa mientras yo me comunicaba con mis amigas en La Plata que están cada vez más locas. Así la vida. Después terminamos viendo la puesta de sol en Peniche, con un mar inmenso y unas olas gigantes de espuma blanca.




almorzando en el parking del supermercado con olor a pescado. Glamour

Al final, en Lisboa, fuimos a una pastelería a buscar la llave que nos habían dejado Ana Marta y Filip, la pareja que conocimos en Ámsterdam, y vinimos a esta hermosa casa con gatita incluída que nos prestaron por  unos días, mientras ellos visitan a la familia para navidad. Todavía no sabemos qué vamos a hacer esta noche, pero estar acá ya es un regalo, y que personas que apenas conocimos por dos días, con quienes sólo compartimos un living, dos cenas y varias conversaciones, nos hayan abierto las puertas de esta manera y con esta confianza, es alegría y amor para la vida.




1 comentario:

  1. Alegría y amor para la vida...Qué bonito hija mía...Que esta frase te guíe en lo que queda de tu recorrido. Que esta emoción perdure...Que se impronte en tu corazón...Que la lleves en tu mochila por estos meses, y por toda tu vida...Es el deseo máximo que sale del corazón de tu madre, para vos...Te quieroteextrañoteextrañotequiero

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