lunes, 5 de septiembre de 2016

Vive l'Alsace, y Dios bendiga a los lockers

Nos fuimos y volvimos y nos volvimos a ir de París en cinco días, cinco largos días que fueron el despegue y el comienzo de esta parte del gran viaje. 

Despedimos al camping sabiendo que íbamos a volver pero que no iba a ser lo mismo, vaciamos la casa, regalamos cosas, guardamos otras, hicimos dos mochilas grandes (grave error) y dos chiquitas, y partimos a una nueva aventura.
Empezamos por Alsacia porque podíamos ir con Laurent, lo cual significó viajar en auto en vez de tren o bus (eso no quiere decir que el trayecto haya sido más barato, pero sí más agradable y divertido), y poder parar en principio una, y finalmente dos noches en la casa de sus papás en Zertwiller, además de tener a un guía personal, que apenas llega a la región adopta el acento típico y todo. 
Ah, l'Alsace...




Zellwiller fue entonces nuestro primer destino, aunque antes visitamos brevemente Obernai, básicamente para ver si la heladería estaba abierta (llegamos cerca de las 9 o 10 de la noche, y eso ya es tarde en cualquier lugarcito de por acá) y tomarnos un buen heladito de bienvenida. Zellwiller, entonces, es un mínimo pueblito que tiene casas típicas antiguas (de las que ya volveremos a hablar), y por otro lado un barrio completamente nuevo con casas recién construidas como la de los papás de Laurent, a la cual calificamos sin ningún remordimiento como Casa Del Futuro. Acá parece que la moda es que todo sea entre blanco y gris, con algunos toques de negro o plateado, obviamente cocina con isla y persianas que se cierran solas en toda la casa cuando se aprieta un botón. Es tan moderna la casa que hasta tiene un inodoro en la misma habitación en que hay ducha, nótese lo extraño que puede llegar a ser encontrarse con esa situación en un típico hogar francés. En todo caso, nos sentimos bienvenidos, descansamos, y al día siguiente Lolo nos llevó a faire un tour.

Conocimos de día Obernai, subimos a la cima del Mont Odile, en donde hay un viejo convento desde donde se ve desde lo alto gran parte de la región, y bajamos por la ruta de los vinos, un camino lleno de pueblitos hermosos uno atrás del otro, en donde nos cansamos de ver casitas coloridas. Parece que esas construcciones, así, todas bonitas de colores y con el motivo de maderas que se ven en el exterior, son típicas de Alsacia, pero empiezo a dudar un poco, porque ya me había señalado Chloé que eran típicas de Normandía cuando fuimos a Rouen, y sospecho que deben ser típicas de un par de regiones más. 



Obernai (ah, en Alsacia todo tiene flores, toooooodo tiene muuuchas florcitas)


desde arriba


desde más arriba

También descubrimos que en Alsacia “lo que hay” son cigüeñas, y que aquellxs (como nosotrxs) a quienes sus padres contaron que los bebés son traídos por una de esas aves desde París, fueron vilmente engañadxs: los bebés vienen de Alsacia, en donde además hay muchísimo repollo (para hacer choucroute), de modo que la hipóteses de que nacemos de esa verdura vale también para justificar el origen alsaciano de todo ser humano en la Tierra.



el mejor motivo para no comprar souvenirs es que todos son así

Y por último nos tomamos un vinito en Riquewihr, un pintoresco pueblito en donde en teoría sólo se puede entrar a pie (algunos turistas perdidos se mandan en auto igual), muy bello aunque lleno de turistas onda jubiladxs, y aunque luego el papá de Laurent nos contó que “fue el único pueblo no afectado por los alemanes durante la guerra, porque colaboró”.




Riquewihr

Más tarde partimos a Strasbourg, en donde nos esperaba nuestra primera experiencia juntxs por couchsurfing, una parejita muy buena onda que nos alojó dos noches y con quienes intercambiamos mucho porque el año que viene salen de viaje por tiempo indefinido hacia América (del sur, del centro, del norte: ¡todo!). Así que hablamos mucho de Argentina y sus lugares, nos dio nosalgia y cosita, pero disfrutamos un montón. Probamos la tarte flambée (especie de pizza o tarta con masa finita, crema, cebolla, y “lardons” -algo tipo panceta que claramente no vino en mi porción-), ¡finalmente una comida que se comparte y se come con las manos! Y al otro día Gwen y Alex nos prestaron las bicis para recorrer. Nos dimos cuenta de algo que hace muy linda a la ciudad, y es que no tiene mucho lugar para los autos: de hecho, en gran parte de las callecitas del centro directamente no pueden pasar, y hay bicis por todos lados, y ciclovías también. Además es todo muy lindo, claro que lleno de casitas de colores también e iglesias pero también cosas de ciudad grande como museos y demás. Recorrimos muy tranquis lo que pudimos, comimos nuestro sanguchito en la plaza, subimos a lo alto de la inmensa catedral, a la noche vimos un espectáculo de luces. 



la primera noche en Strasbourg


la catedral, inabarcable en una foto


desde arriba de la catedral


callecitas


les ponts couverts (que no están cubiertos)


Al otro día teníamos planeado ir y quedarnos en Colmar, pero como no conseguimos couch decidimos jugarnos a recorrerla durante el día y pedirle a Lolo y sus papis que nos alojen a la noche otra vez. Así que Alex nos llevó a la estación de Strasbourg (rarísima, es un viejo y lindo edificio, pero por fuera le hicieron como un globo gigante de vidrio que la cubre, todo moderno) y partimos. El problema fue cuando nos dimos cuenta de que teníamos dos grandes mochilas que no nos iban a permitir caminar (¿por qué se nos ocurrió hacer el bolso si sabíamos que en cinco días volvíamos a París antes de volver a salir? Nunca nadie lo entenderá). Nos resignamos a que íbamos a intentar conseguir una solución y preguntar en la estación. Pero oh sorpresa, al llegar fuimos a la oficina de informes, en donde a falta de personal había un solo bello cartel que decía: “bagage lockers 20m left”. Nunca un cartel nos dio tanta alegría, pagamos nuestros dos euros de locker con gusto y nos fuimos livianos a caminar por el pueblo, que resultó estar súper preparado para recorrerlo en el día, sacarse las fotitos correspondientes y seguir. También estaba todo el cotolengo recorriendo a pie o en trencito, pero no nos molestó. Salió todo redondito, salvo una confusión de horarios que para la vuelta nos dejó esperando un rato en la estación.




A la noche cenamos en la Casa del Futuro, estaban también los tíos de Lolo y su prima con su novio, que se ganó, según Ger, el título del “típico estereotipo francés” (más que nada en actitud arrogante y revoleo de ojitos y expresión facial). Nos dimos una gran panzada de acento alsacien, que es como un francés hablado por cordobeses, y de historias sobre Alsacia y sus pequeños pueblos (según Jean-Luc hay uno en el que la gente aún no sabe que la guerra terminó). Fue una linda despedida de la región.

Y todo fue hermoso hasta que volvimos al camping, a la noche, luego de varias horas en auto, saludamos a lxs amigxs, pusimos ropa a lavar, y cueando Ger fue a la lavandería a buscarla se dio cuenta de que nos habían robado una parte. Porque claro, de algún modo alguien sabía que nos estábamos yendo y no quería dejarnos partir sin tener otra aventura. Como hay mucha historia interna del camping que tiene que ver con robos frecuentes y cosas raras, sólo voy a contar que luego de un periplo que incluyó llamar al guardián (quien había sido robado de la máquina de al lado, justo en el momento en que Ger entraba, por lo cual vio al pequeño ladronzuelo), diálogos en árabe y alguna que otra confusión y tensión e impresión de estar en una película de espionaje, recuperamos nuestras cosas, algo enojados, y todo terminó más o menos bien, aunque no sé qué pasará más tarde con la gente que “se las llevó por error”. En todo caso, una peripecia más con Anna y Laurent, amigxs a quienes realmente vamos a extrañar.

Y ahora aquí estamos, en un bus que nos dejará en Rennes, para luego tomar un bus que nos llevará a Pontivy (región de Bretgne), para tener nuestra primera experiencia como voluntarios de workaway. Escribir en movimiento hace que todo parezca más real, aunque las palabras ya pertenezcan al dominio de la memoria, que bien se confunde con los sueños y que distorsiona las dimensiones del tiempo, por lo cual siento que aún lo que pasó ayer parece haber sido hace dos semanas atrás...

1 comentario:

  1. esas postales de gatos son lo más, vos no entendiste nada. yo tengo una que me mandó pablo de collieur (asi se escribe? parece que es una cosa muy francesa lo de los gatos super kitsch)
    yo también estuve en colmar sólo de pasada. será que funciona así?

    te quiero. te leo escribir así amontonado todo lo que hicieron y me hacés acordar a mi. jeje

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