sábado, 10 de septiembre de 2016

Bretaña también es un poco Gran Bretaña

Otra cosa que tiene de divertido el viaje (El Viaje) es que siempre se está como en la silenciosa búsqueda de la película que siempre nos armamos sobre todo (La Película, basada en gran parte en la paleta de películas que vimos, libros que leímos, historias que nos contaron), y que tarde o temprano aparece como de la nada, y en un momento nos encontramos así sin más siendo parte de una cena de una familia de ingleses compuesta por abuelos, hijos, nietos y perros (sobre todo muchos protagonistas perros) degustando una típica roast meal a la luz de las velas (porque se hizo tarde, porque la familia se atrasó en la ruta, otherwise we always take dinner at seven). Así, con el acento inglés y la tonadita tal cual. Todo tal cual.

Vinimos a lo de Patricia y Robert gracias a workaway, página que propone un intercambio entre voluntarios que ofrecen trabajo y anfitriones que ponen casa y comida. En su mayoría son casas grandes con terrenos de granja o huerta o trabajos... de campo, como lo que estamos haciendo. Nos encontramos acá con estos dos british jubiladxs y sus tres perros sagrados, un enorme parque con greenhouse, huertita, un arroyo que lo atraviesa, y una casa antigua, enorme y hermosa que fue la primera en darme la certeza de que estaba adentro de una película, entre la decoración ecléctica, las fotos viejas en las paredes, los tres pisos con paredes tapizadas, los muebles antiguos que parecen guardar cosas misteriosas que no se tocan desde hace quién sabe cuánto. Y después, claro, escuchar a la típica pareja de ingleses casados hace cincuenta años: les entiendo la mitad con ese acento increíble que tienen, pero alcanza para ver cómo se quieren, haciéndose bromas y echándose en cara siempre alguna que otra cosa frente a los demás. Robert es casi literalmente un niño, con sus setenta y uno, tiene una carita de picarón que no se le va en ningún momento y se pasa el día en el piso de arriba con la tele y la computadora. Patricia es la más buena onda, siempre encontrando cosas para hacer en la casa y el parque, ocupándose, cocinándonos de todo (por si nos faltaba engordar un poco más, después de las glotonerías que nos mandamos París), buscando tareas variadas para que no nos aburramos de estar acá.






Así que estamos teniendo unos días muy campestres, desmalezando, juntando leña, destapando la mugre que se juntó en el arroyo para que vuelva a fluir, viendo los resultados, contentos. Es muy hermoso, por más que el trabajo no haya sido lo más agradable, ver la transformación de un curso de agua que estaba estancada y que vuelve a correr, limpiando, haciendo girar el molino... También es hermosa la paz que hay acá y la inmensidad de campos y colinas que se ven a lo lejos. El otro día  salimos a andar en bici y nos maravillamos con el paisaje, por más que sea así de simple, campo. Fuimos hasta el canal Nantes-Brest que está acá cerquita, en el camino habremos cruzado como mucho diez autos. Paz.


we are not teletubbies





Y hoy Patricia nos llevó a conocer Josselin, pueblo también muy antiguo con castillo e iglesia hermosos, como de costumbre. Acá también vi algunas de esas casitas con maderas que había en Alsacia y Normandía, pero parece que lo más típico son las construcciones con piedras a la vista. Paseamos un poco por el mercado y de algún modo, entre un acordeón y unas postales feas, me acordé que estábamos en Francia: todos estos días con silencio o inglés en la cabeza, podríamos bien haber estado en Inglaterra. Quizás no hubiésemos comido esas riquísimas galettes, pero hubiese sido más o menos igual: sólo una vez vino una familia de franceses amiga, caso raro entre los amigos ingleses, la jardinera inglesa, el tipo que vino a cortar el pasto, también, inglés... Además de todos los que vimos y escuchamos en el pueblo (“Have english television in your french house”, o algo así decía un cartel delator de la invasión en una vidriera de por allá).



el marché de Josselin

foto que saqué atolondrada mientras un tipo me hablaba sobre una gárgola que tenía testículos

Y mañana vamos a conocer Broceliande, el bosque del Rey Arturo que parece está cerca de acá, y el lunes seguimos viaje. Nada seguro por el momento. Quizás extrañemos la comida, la paz y la buena onda de estar acá. Pero estoy segura de que alguna otra buena película vamos a encontrar.

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