viernes, 23 de septiembre de 2016

Gritar en Islandia

Islandia es un lugar que da ganas de gritar. Así, sí. Te parás, agitás los bracitos, o los dejás quietos al lado del cuerpo, y empezás aaaaaaaaaah. Aaaaaah. Ah. De verdad que sí. Ger me dijo que pare porque la gente iba a pensar que me caí por la montaña o que me pasó algo. Pero puedo seguir con el movimiento de los bracitos, así como bailando. Eaea. Pepé.



Ya se ha dicho que los islandeses están locos, quizás por la locura que es este país, quizás se me está contagiando toda esa magia y deliro deliro. En tres días vimos una enormidad de paisajes diferentes e increíbles, sin recorrer tanta distancia, casi sin parar.

A ver si puedo reconfigurar: llegamos cerca de medianoche al aeropuerto de Keflavik, lugar desde donde teníamos que pasar a buscar el auto que Ger había reservado para el día siguiente, o sea que veníamos predispuestos a una noche de sueño en el aeropuerto (por más que los carteles lo prohibiesen), hasta que a él se le ocurrió llamar y ver si podíamos buscar el auto en el momento. Resultó que sí, y que para ir a buscarlo había que tomar un bus que pasaba por ahí nomás, así que salimos y aaaaaaaaaaaaaaaaaaah una cosita verde en el cielo. La primera mini aurora boreal. Así que nada, todo excelente. Esperando al mismo bus había dos españoles y oh sorpresa, un argentino. Chiquito, el mundo, ¿no?.

A a eso de la 1 y media de la mañana, entonces, teníamos autito, en un país loco del cual no sabíamos casi nada, ni teníamos lugar a donde ir. Seguimos hasta el pueblo y buscamos un lugar cualquiera donde parar el auto y dormir adentro hasta que sea de día, y resultó que ese lugar cualquiera era justo frente al océano. Ahí nos despertamos. Hermosidad.

Primera mañana


Y de ahí, la aventura. Antes de ir a Rejkavik dijimos ¿por qué no pasamos por el Blue Lagoon que está cerquita? Así que pasamos por el Blue Lagoon que está cerquta. Y flashamos, porque todo empezaba a ser Islandia. Y después Rejkavik, y empezó a llover y desde ahí que nunca paró. Bueno, sí paró, pero es como una cosa continua que a veces se interrumpe. Me encantaría contar todo, pero es muy pronto para tomar distancia. Este lugar es una maravilla. Todo el tiempo los ojos abiertos para ver el paisaje que siempre cambia y siempre sorprende, desde nuestro pequeño autito que se transformó en nuestra casita (trajimos carpa y bolsa de dormir, pero hace fresca de noche y nos faltó el aislante.. Así que reclinar el asiento se volvió nuestra mejor alternativa, además de que podemos parar casi en cualquier lugar). Ya vendrán mejores narraciones. Por ahora todo es alucinante, andamos un ratito en auto y ya paramos, o porque llegamos a destino (las distancias son cortitas), o porque el paisaje es demasiado lindo y queremos mirarlo y sacar fotos. Sólo nos chocó un poco la cantidad de turistas que cruzamos, siendo ya principios del otoño. Caen todos juntos a copar cada lugar. Especialmente chinos, pero muchos franceses, yanquis, algunos ingleses, y hasta, como siempre, algún que otro argentino (¿por qué, cuando estábamos saliendo del agua en el río termal en Hveragerði, en nuestro rinconcito en el que no había nadie más, vinieron a instalarse justo en el mismo lugar una pareja de compatriotas, teniendo tanto otro lugar? Nunca se comprenderá).


Blue Lagoon


Cosos humeantes de camino al río termal de Hveragerði


¿Quién dijo que en Islandia hace frío?


Almorzando en una mesita al costado de la ruta, al lado de un montón de cruces
(nuestra película se llama "Haciendo cualquiera en Islandia")






Por Dyrholaey

Así venimos: ruta, paisaje, parada, pero esto es puro aire y naturaleza, si se quiere. La única ciudad es Rejkavik, que de por sí es como un gran pueblo; al resto se los ve desde la ruta, tímidos pueblitos o casitas de a dos o de a tres bajo una montaña, en una cueva o una colina. Y muchos caballitos, y muuuchas ovejas. Sentimos también todo el tiempo la presencia de Pepu y Pablo, que vinieron este año, y nos preguntamos qué habrán hecho, si habrán parado acá o allá, mirando la guía y el mapita que nos dejó Pepu. Todo es una locura, puede que terminemos de la cabeza. Además porque entre nosotrxs nos damos manija con el delirio (hacía mucho que no estábamos tanto tiempo “solos”, sin estar alojados en casa de alguien o algo así). Pero creo que vamos a sobrevivir.

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