martes, 13 de septiembre de 2016

De Merlín a los duendes neolíticos, pasando por Camboya y el mar

Alguien diría que con semejante título, esta historia debería abarcar mucho más que dos o tres pequeñas jornadas de aventuras. Y sin embargo, aunque a nosotrxs también nos parezca difícil asimilarlo, todos esos viajes espacio-temporales se (nos) produjeron desde el domingo.

El domingo, entonces, aún estando alojados en lo de Patricia y Robert, fuimos a Brocéliande, lugar del que conocíamos bastante poco antes de llegar, tan poco que nos llevamos un par de sorpresas. En sí, sabíamos que era “el bosque de Merlín y el Rey Arturo” pero nada más. No sé qué imagen teníamos, yo creo que más bien un bosquecito frondoso y encantado pero recorrible a pie y en donde fuera factible encontrar una espada en una piedra en algún lugar. Pero no: Patricia nos dejó en un mini pueblito que en realidad era el centro de todo lo que Brocéliande ocupa: es un bosque gigante con pueblitos y campos y tierras en el medio, y cuando en la oficina de turismo preguntamos sobre recorrido lo primero que nos dijeron fue: “bueno, acá agarran el auto y van para acá y después agarran el auto y van para allá” y bla bla. Bueno. Así que sin auto, ¿nada? Nah. El minuto de decepción dio paso a una de las mejores decisiones que tomamos en estos días: movernos unos pasos y alquilar, ahí nomás, unas bicis eléctricas, que el dueño del lugar nos dejó al módico precio de medio día en vez del día entero.


ñoña


Y qué decir. El bosque es hermoso, y siempre amé los bosques, pero ahora también amo a las bicis eléctricas. Tienen como un motorcito que te ayuda cuando estás cansadx o cuando tenés una gran subida, son como la mejor amiga de la vida. “Estas bicis son el futuro”, decía Ger. Así que recorrimos bastante (no todo), y lo mejor no fueron tanto los lugares “turísticos” (como siempre) sino más bien las grandes porciones de bosque, sobre todo a la tarde, cuando el sol que pasaba entre los árboles me hizo acordar cómo lo que más me gusta de los bosques es la luz. Y también la ruta, montadxs en nuestras súper bicis, viendo campos y de pronto casitas de piedra con tejas negras y florcitas en el medio de la nada. ¿Cuántos duendes visitarán de noche esos lugares?







gato en el pueblito del medio (Paimpont)

 Y el lunes llegó finalmente la despedida. Le dijimos chau a esos pseudoabuelos británicos que tuvimos por una semana y que me dieron de a ratitos un poco de extrañitis de los míos que en su mayoría están muertos (hay que decirlo). Pero en fin, chau a la sobrealimentación de cosas ricas y sobre todo al inglés, para dar paso nuevamente al francés, esta vez de la mano de nuestro nuevo host: Suong, camboyano residente francés desde sus 6 años, y su novio Xavier, francés que le debe llevar un par de años de ventaja y que no deja de hacer chistes, acá en la ciudad de Vannes. Suong nos recibió con la mejor, estuvimos charlando y conociendo un poquito de Camboya, comiendo tortitas de la fiesta de la luna, y más tarde también con Xavier salimos a recorrer el pueblo de noche. Llegamos ayer, nos vamos mañana, ya todo empieza a ser así.




Estarían faltando, entonces, los duendes neolíticos y el mar: eso fue hoy en Carnac, otro lugar al que fuimos medio desinformadxs (parece que estamos vagxs, pero entre buscar couchsurfing, transportes, comida, y vivir, ¡no es tan fácil salir de viaje con todo!). De hecho, fue otro lugar al que llegamos sin auto y que parece estar bastante preparado para ir motorizado. Sabíamos que en Carnac habían unos “alineamientos megalíticos”, o sea piedras enormes alineadas desde la prehistoria, tipo Stonehenge. Y creo que nos imaginamos ir al lugar, verlas, flashar un poco y volver... Pero la realidad nos devolvió (¡tush! Con una cachetada) un recorrido de 4 km (sólo ida) en el cual íbamos viendo los alineamientos y cosas que hay que ver. Fue impresionante al principio, pero después fue perdiendo el encanto por varias cosas: primero, todo está cercado y solo se puede ver desde afuera durante temporada alta, recién a partir de octubre lo abren (¿?); segundo, en un momento empieza a ser bastante monótono; pero lo más molesto es que el camino era básicamente la ruta por la que pasaban autos y camiones y camping-cars (¿qué le pasa a la gente acá con los camping-car? ¡Están en todos lados!¡No jodan!¿A dónde los guardan, después?), y a veces hasta algunas calles cortaban el terreno de las piedras, incluso algunas casitas que estaban ahí en el medio. Todo medio raro. Hubo una onda rara, como de duendes malos. Pero en fin, caminamos mucho, llovió un poquito, después caminamos de vuelta y seguimos hasta el mar, ¡el mar por primera vez acá!!! Pero empezó a llover más y viento y clima horrible y pronto se hizo la hora de volver.



alineadas con la ruta



Úf. Respiro. Quise contar todo de un choclazo.

Porque ahora hay que ir a dormir y mañana partimos todavía más al Oeste.
Todavía más al Oeste. Ya tengo título para la próxima (también me puedo inventar ya la historia, pero no me quiero desilusionar).



No hay comentarios:

Publicar un comentario