Parece que París se
acordó de que era verano recién al final, y la última semana nos
encontramos encerradxs en el mobilhome que gracias a los dioses del
camping tiene aire acondicionado, con días de calor fuerte. Se vino
toda la intensidad de golpe, y me tocó la puerta: hola Ana, estás
acá?
Sí, estoy acá.
Todo sigue siendo un desafío.
Cuando me fui de
viaje, yo me iba, y nunca me imaginé que en el medio me iba a tener
que encontrar con otras partidas. El viaje es tan vida que en el
camino toca vivir las muertes, pero jamás pensé que desde acá
lloraría la del papá de mi hermana, mi mejor amiga.
No tengo muchas
palabras para el mundo al respecto, sólo para ella. Se hace difícil
aceptar la distancia siempre, pero más cuando la intensidad de las
emociones nos hace perder la ilusión y la cabeza. Se hace díficil
pero al final, es la única que hay. ¿Entonces estás, acá? Sí.
Estoy acá.
Y pronto ya no,
porque celebro en este momento el fin de mi trabajo en el camping, y en breve
partimos para ya no tener más hogar. Se termina este ciclo tan
intensamente en mi interioridad, que poco puedo hacer para
“aprovechar los últimos días”. ¿Qué hago en París con toda
mi lista de museos pendientes? Nada. Ya fue, ya está. Aceptar.
Eso sí: para
coronar con honor este final, llegó el regalo que me hice hace unas
semanas atrás, cuando pagué por mi entrada al festival Rock en
seine, y sin darme cuenta estuve cumpliendo uno de mis sueños
escondidos en algún lugar de la memoria, viendo en vivo a los
hermosos de Sigur Ros. Me regalé las lágrimas y la alegría de ese
momento, me regalé pasar un día hermoso con Paula, escuchando
músicas y tomando cidre, comiendo caramelos porque me bajaba la
presión entre el calor y la gente y la nueva dimensión de estar
viviendo ese increíble recital.
En dos días nos
vamos para Alsace, ya tendremos tiempo de hablar de despedidas y
contar.
Hoy no tengo tantas
palabras. Quizás también me ponga triste la sensación del final.
Aún detrás del recodo quizá todavía esperen
ResponderEliminarun camino nuevo o una puerta secreta;
y aunque a menudo pasé sin detenerme,
al fin llegará un día en que iré caminando
por esos senderos escondidos
que corren al oeste de la Luna, al este del Sol.