¿En dónde nos
quedamos?
Ah, en el hotel.
Bueno, caímos en el hotel, con Ger, Laurent, y la camada de mujeres
(“las búlgaras” aunque entre ellas haya alguna que otra moldava)
que trabajan en el camping. Compartimos pieza con los chicos, un
lugar diminuto para los tres, con dos camitas y una cucheta. Con mil
quinientos bolsos: los nuestros (las dos mochilas grandes, más
bolsas con cosas que tuvimos que sacar), los de Laurent, los de Anna
M. que estaba en su casa en Alemania cuando empezó a subir el agua,
la valija de Claire nuestra coloc, y seguramente cosas que no sabemos
de quién son. Y la guitarra. Todo, más nosotros tres apretaditos en
la pieza con un baño que parecía futurista de los años setenta. Y
el celular del trabajo sonando.
El primer hotel
Las pibas rigoleando mientras Laurent trabaja en el desayuno
Ger feliz haciendo chanchadas
Escribiendo, desde ahora, esto parece que fue hace mil años. Por momentos se me mezcla todo y creo que no me acuerdo de las cosas que hicimos. Ahora que pienso, sí, claro, a la noche fuimos a lo de Anna D. que vive en París, y nos recibió con la cena lista, porque ella es toda una mamma italiana y nos cocinó pasta con pesto riquísimo. Entre la comida, las risas y el subtitulado casero de una serie muy mala que pasaba sin volumen por la tele, se nos hizo la hora de volver al hotel, en el cual sabíamos que no íbamos a pasar más de una noche, porque al día siguiente estaba completo.
Así que al otro día
desayunamos como reyes (se nos había sumado Leona también),
volvimos a prender el teléfono y esperamos nuevas instrucciones.
Cuando llegaron las noticias, no parecían muy esperanzadoras: el
agua no había bajado y no iba a bajar, teníamos hotel para la noche
siguiente, pero en Rueil Mailmaison, es decir mucho más lejos de lo
que ya estábamos, y había que llegar por nuestros propios medios,
con nuestros cuerpitos y los quince mil bolsos que llevábamos de
regalo. Es que sí, no sería una aventura si no hubiesen pequeños
grandes conflictos que atravesar para continuar en el camino.
So, decidimos con
Ger tomar un taxi (un “Uber”, en realidad) hasta lo de Anna D.
nuevamente, para dejar ahí los bultos y no andar por ahí con mil
cosas de todo el mundo. Y a todo esto, teníamos todavía las cosas
más importantes en lo de Paula, y oh sorpresa, nueva contrainte,
teníamos que pasar a buscarlas en breve porque ella no estaba y su
coloc se iba en dos horas y media. O algo así. Bref: auto, breve
parada a dejar cosas en lo de Anna, luego metro, metro, metro, cinco
pisos de escalera hacia arriba para buscar las cosas, cinco pisos de
escalera hacia abajo, después metro de nuevo, y al final un bus para
llegar al hotel en donde estamos ahora. Sin dejar de mencionar que a
la salida de uno de esos metros me encontré fugazmente con Manon,
que vive en París, con quien compartí un curso de Literatura
Francesa en La Plata por dos o tres meses, quizás menos, pero
todavía no la había visto desde que estoy acá. Y ya que estamos,
cabe mencionar que es la segunda vez que me encuentro con alguien en
París. El mundo es chiquitito.
Lo bueno de todo
esto es que siempre podemos reírnos de todo, el segundo hotel era
más lejos pero la habitación mucho más grande, la decoración
extraña, pero está muy bien. La verdad es que puede que sea todo
muy estresante, pero creo que entre todo el chocolate que comimos,
las salidas a lo de Anna D. (porque volvimos a cenar ahí al día
siguiente), la comida que nos trajeron de la proveeduría del camping
que se estaba por pudrir porque obviamente no hay electricidad (una
bolsa llena de yogures y productos varios, entre ellos medio melón,
un kiwi y un tomate), las cervezas que se fueron sumando en el
camino, Roland Garros que nos viene acompañando en todas sus formas
desde el principio de la aventura, y lo geniales que son las personas
que nos rodean, no nos podemos quejar.
Trabajo, birra y hotel con Roland Garros siempre de fondo
Foto movida de un gran banquete chez Anna
El paisaje de anoche en el metro
El paisaje de hoy
Esta noche nos
quedamos también acá. Ahora ya es un poco tarde, mañana vamos a
desayunar muy bien, Ger como de costumbre va a llenar la mesa con
todo lo que hay en el buffet y va a comer nutella hasta reventar, y
después iremos al camping. A ver con qué nos encontramos, y cómo
sigue esta historia. Seguramente se vengan tiempos un poquito más
complicados, pero confío en que todo va a estar bien. El agua bajará
y nos dejará ver lo que queda, y habrá que seguir instrucciones de
qué hacer con eso. Probablemente más adelante pueda hacer un
balance de todo esto y contar las cosas con más tranquilidad. Por
ahora sigo a la espera del próximo episodio, y dejo abierta la
intriga con un gran Continuará.
PD: nótese que en
esta historia somos tres Anas (o Annas, lo mismo a la hora de
pronunciar)
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