domingo, 5 de junio de 2016

Lo que no te esperabas: Inundación, parte I

El miércoles a la mañana me recibe Laurent en el trabajo, con la noticia de que la mitad del camping se estaba inundando. Con tranquilidad, sólo había que mover a algunos clientes y comentar que la segunda parte del camping estaba cerrada. Había estado lloviendo sin parar, y era entendible que hubiese agua un poco por todos lados.
Y seguía lloviendo.

Pequeño detalle: el camping queda justo al lado del Sena. Ese mismo día a la noche teníamos pensado juntarnos con Anna y Chloé a tomar una cerveza después del trabajo, pero oh sorpresa, cerca de las diez de la noche nos llama el director del camping: había que ir a tocar cada puerta de camping-car, carpa y caravana para avisar a la gente que en una hora les íbamos a avisar si había que evacuar el camping, porque el río estaba subiendo y no paraba de llover. Por algunas partes ya no se podía pasar caminando. Nos dividimos los sectores y salimos, cada uno solo con su alma y su paraguas, a despertar alemanes, franceses, ingleses, a decirles disculpen, quizás no estemos del todo a salvo, quizás tengan que irse, pero no sabemos a dónde, en una hora volvemos, atentis.
En una hora volvimos y mandamos a la mitad de la gente a otro camping en Versalles o a donde su corazón los guíe, porque ahí no se podían quedar. Imaginen todo tipo de reacciones: susto, desconcierto, quejas, reclamos, y hasta una señora que aparentemente no podía parar de reír, incluso en ese momento.
Me fui a acostar cerca de la una y media de la mañana, mojada, asustada, con adrenalina. No me pude dormir.

El jueves a la mañana era el caos y la incertidumbre total. Entre la gente que no habíamos evacuado que quería saber lo que pasaba, los distraídos que no se habían enterado de nada, y los que querían a toda costa que les devuelvan su dinero, las botas de lluvia que había que compartir, y sobre todo el no saber hasta dónde iba llegar el agua, teniendo en cuenta que además de los clientes, estábamos nosotros viviendo en el camping, ahí en el medio de todo este bordel. Creo fue hacia el mediodía, porque llegué a perder la noción del tiempo, pero creo fue hacia el mediodía que recibimos instrucciones de evacuar todas las parcelas, de levantar todo lo que estaba apoyado en el suelo de la recepción, desenchufar cosas. Como nuestros mobilhome están en una zona un poco más alta, todavía pensábamos, o nos decían, que teníamos chances de que no hubiera daños por ahí.
Creo que a la tarde dormí una siesta, o caí muerta en la cama, no había luz así que no podía cocinar. Apareció Chloé que se estaba llevando todo de su casa. El agua seguía subiendo. Caos, pero sobre todo incertidumbre, algo de susto, y más que nada la reminiscencia de un 2 de abril inundado que todo el que haya vivido en La Plata lleva como una marca de agua en la boca, en el pecho, en la memoria.



Jueves a la tarde. Abajo del agua están las calles del camping

Llamamos a Paula y decidimos llevarnos una mochila con lo imprescindible y pasar la noche en su casa. Sólo salir del camping fue un alivio, y después llegar a una casa amiga, con pizzas y cerveza en mano, chocolates en la mochila, risas y abrazos.
Yo todavía me imaginaba yendo a trabajar al día siguiente, 8.30 de la mañana.

Pero resulta que a las 7 me suena el teléfono: Chloé me dice que hay que mudar todo, vaciar los mobilhomes, evacuar el camping por completo, y cerrar. Sin entender nada nos levantamos y salimos corriendo, si es que puede entenderse por correr el tomar 3 metros y un bus para llegar a la hora y media a un lugar completamente tomado por el agua sucia del Sena. Habían abierto una puerta secundaria para que lleguemos a los mobilhomes porque el camping ya no se podía atravesar, pero igual hubo que arremangarse los pantalones y llenarse de agua los zapatos, hacer rápido los bolsos, esquivar a un cuervo que hace semanas está intentando dominar el camping y ataca a la gente cuando se le da la espalda. Y llamar a nuestra coloc que había desaparecido y quería que le saquemos la tele y su ropa de la casa (tema para un texto aparte que tampoco vale la pena mencionar). Mon dieu, mon dieu. Mamma mia.
Una no comprende qué útiles pueden ser las botas de lluvia hasta que llega ese momento de la vida en que daría todo por tener unas bien altas y resistentes.

Laurent y el camping cerrado

Estaba el bus del camping esperándonos, lleno de equipajes de todos los tipos que trabajan en Roland Garros, que se estaban alojando en el camping (texto aparte, tema 2, algún día vendrá), y de nuestras cosas.
A todo esto, mi preocupación central desde el primero momento era mi guitarra, que mejor dicho no es ni siquiera mía y fue un préstamo muy especial, y que estaba ahí con cuerdas nuevas siendo tan linda, y que cuidé como un bebé en cada ida y vuelta, pero que me angustiaba profundamente cada vez que la tenía que mover de aquí para allá, además de que estaba siempre conmigo, casi siendo parte de mi cuerpo, pero una parte frágil e incómoda con la cual había que contar.
Para hacer todo más emocionante, cuando estaba cerrando la puerta del bus nos dimos cuenta que habíamos dejado las llaves de Chloé en nuestro mobilhome, y Ger tuvo que salir corriendo a buscarlas. El bus se fue y fuimos en el auto con ella. ¿A dónde? Tampoco sabíamos, resultó ser el camping en Versalles, en donde encontramos a algunos de los clientes que habíamos evacuado el día anterior, nos secamos los pies, tomamos café y comimos pizza, ayudamos un poco en las tareas del hogar. Ya nos sentíamos refugiados desde la noche en lo de Paula, ya teníamos en el espíritu la adrenalina que cambia la perspectiva de todas las cosas, que crea nuevas capacidades, que da la impresión de que no importa nada. Sí, de que nada importa o de que podemos hacer realmente cualquier cosa.


Para pasar el tiempo, Chloé limpiando la pileta en el campig de Versalles

Nos dieron un celular a donde habían transferido la línea del teléfono de la recepción, así que teníamos además la misión de responder a los clientes y contarles que no teníamos manera de recibirlos, ni de hacer reservas, ni de saber lo que iba a pasar. En inglés, en francés, en español, en alemán. So it goes.
El tour siguió en volver al bus, y volver a la zona del camping, a un hotel que nos habían conseguido para los empleados, y los del Roland Garros, qué se yo, ni idea. Sólo había algunos con nosotros porque el resto estaba trabajando, nos acompañaron en ese viaje de bus lleno de equipajes, intenté tocar algo en la guitarra parada entre bolsas y valijas, como para amenizar el momento, pero no me salió nada. Algo entre el puente de avignon y manuelita la tortuga, pero sin forma. Laurent ya estaba atendiendo gente desde el nuevo celular.
Después llegamos al hotel, tuvimos nuestra pieza. Hay muchas cosas en el medio que podría contar, pero eso ya es otra historia, y con los hoteles empezó una nueva etapa bizarra que probablemente escriba mañana, hoy más tarde, quizás otro día. Fue cansador vivirlo, es cansador aún y cansa más, aunque descargue, el hecho de escribirlo.


Estamos bien, mamá. Estamos muy bien, y muy acá.

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