viernes, 10 de junio de 2016

Lo que nos queda: Inundación, parte III

Todavía es temprano para hacer un balance, pero puedo seguir con la entrega y otro gran Continuará à la fin de este episodio.

La mañana del lunes nos encontró en las puertas del camping con el agua que apenas estaba bajando, muy lenta, interrumpiendo aún el paso hacia nuestras casitas y a casi todo el lugar. Así como habíamos pasado esas noches y esa mañana de clima del fin del mundo y urgencia y desesperación, ahora veíamos un paisaje post-apocalíptico, si se quiere, de lo que deja la visita del agua y, sobre todo, del barro y la suciedad. Ahí estábamos, frente a esa calma exasperante del río que no quería bajar, mirándonos las caras, cada uno de los trabajadores del camping, parados por acá y por allá. Nos reunieron a todos y nos dijeron: vamos a abrir el jueves. Sé que en nuestro interior todos supimos que eso iba a ser imposible, pero nadie dijo nada. Después nos dieron o nos buscamos tareas y botas, y empezamos a limpiar. En el mismo día trabajé limpiando mobilhomes, secando el piso de la recepción con papel, respondiendo el teléfono, haciendo y cancelando reservas, respondiendo mails. No entendía nada.


Ger limpiando esas maderitas del suelo (¿?)


Pero en todos los días que siguieron no entendía nada, aún hoy no entiendo, sólo que estoy más tranquila. ¿Quién te hubiese dicho que iba a terminar evacuando mi pseudocasa por la crecida del Sena? Las cosas son cada vez más locas. Cuando le contás a la gente que estás viviendo en París, nadie te imagina con botas de lluvia embarradas mudando de nuevo todas tus cosas a las once de la noche a través de un camping vacío de gente y lleno de agua.

La cosa es que nuestras casitas sobrevivieron, fiú, alivio, alegría en medio de la tempestad. Alegría inmensa, raíz, hogar. Podríamos decir que en ese sentido todo volvió a lo más o menos normal. Todo lo contrario pasó con las tareas del trabajo: con el camping cerrado, al equipo de la recepción nos tocó contactar cliente por cliente para decirles que había que cancelar, que no podían venir, recibir sus quejas, sus enojos porque arruinamos sus vacaciones, y algunas veces, también, palabras de aliento, es verdad. Y responder miles de mails de gente que quería saber qué pasaba. Y decirle a la gente que abríamos el jueves, que todo tranqui, todo iba a estar bien.

Después resultó que era miércoles y finalmente se aceptó que era imposible abrir: el camping sigue embarrado, la electricidad es un desastre, y bla bla bla. Pero oh casualidad que está empezando la eurocopa justamente en este bendito lugar, y que el camping se iba a llenar por completo justo este fin de semana, en gran parte gracias al fan club del equipo de Alemania que iba a coparnos el rancho. Así que acá no tomaron mejor decisión que abrir sólo para los alemanes, que efectivamente nos coparon el rancho con sus pancartas y pantallas y merchandising fanclub, y volver a llamar a todo el resto, a todos los que les dijimos que abríamos el jueves, para decirles que nop, al final no pueden venir, porque seguimos cerrados. Entre estas idas y venidas nos comimos puteadas de varios colores y estresazos y quilombos que no vale la pena mencionar. En el medio me cambiaron los horarios. En el medio aparecieron unos gatitos bebés abajo de nuestro mobilhome que son una ternura.


Ya en casa, me llegó una postal con puffins de Islandia 


Así que la vida sigue, ayer y hoy salimos a pasear. Ayer con Chloé al jardín Albert Kahn, un pequeño paraíso escondido en la ciudad; hoy con Ger al Mémorial de la Shoah, visita que nos debíamos, y después para respirar un poco y desatar el nudo en la garganta, al Jardin des plantes que es lindo al infinito y en donde hay además un oso panda rojo, lo cual es impagable e increíble. También disfrutamos del clásico y excelente servicio de restauración parisino, con un mozo que probablemente haya escupido en nuestros platos y que hasta nos hizo correr la mesita en donde estábamos para pasar al lado nuestro con el contenedor de basura, impunemente.

Y qué puedo decir, acá estamos. Yo estoy contenta porque ayer fue mi segundo cumpleaños (pregunte si no conoce la razón), y de regalo ahora sé que viene mi viejo a visitarnos en Octubre. Ya lo estamos planeando. Y la semana que viene es mi cumpleaños, el original, y no tengo idea de qué va a pasar en estos días, pero claramente voy a sentirme más vieja y feliz. Ya vendrá el tiempo de las reflexiones. Por ahora mucha vida, camino, mucho que vivir.





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