domingo, 19 de junio de 2016

L'occupation

Con toda esta milonga (o tango, también, por lo nostálgico y sufrido) del cumpleaños, me di cuenta de que estaba dejando un poco de lado las noticias, las cosas que nos van llegando y lo que vamos haciendo y por qué. No me lo reprocho: esta historia tiene seguramente más de una manera de contarse, y así como me pasa en la vida, busco un equilibrio entre la atención que darle a lo interno y a lo externo, sabiendo que si de a ratos me quedo en la faceta diario íntimo puede llegar a ser aburrido, y que si sólo narro los hechos como si fuesen ajenos, simplemente la escritura no tendría corazón, por lo cual para mí no tendría sentido.

Hoy me pongo el sombrero de periodista, entonces, y retomo el hilo que teje la imagen (cada vez más bizarra) de nuestros días en el camping.

Como se sabe, nada volvió a la normalidad (juguemos el juego de que esa palabra tiene sentido) desde que nos inundamos. Como se sabe, nos vienen posponiendo la reapertura desde que volvimos y era todo un desastre, porque por algún misterioso motivo se pensaba que íbamos a estar listos para recibir a todo el mundo tres días después de la inundación, luego una semana después, y ahora finalmente parece que las puertas quedarán “cerradas” hasta fin de junio.
Lo gracioso de todo esto son las comillas, porque quien viniera a verificar mis palabras fácilmente podría juzgarlas de mentira: en verdad, el camping está lleno, invadido por cientos de curiosas criaturas vestidas de rojo, amarillo y negro. Nacionalidad alemana, categoría barrabrava de la selección. Inconfundibles: siempre llevan consigo uno o varios distintivos de color, una cerveza en mano a toda hora, rara vez se los encuentra sobrios, incluso si acaban de bajar del volante de su motorhome.
Resulta que el club de fans oficial de la selección alemana había reservado gran parte del camping para esta bendita época en la que se juega la Eurocopa, justo en este bendito país, y aquí se tomó la bendita decisión de abrir solamente para ellos. Así que, al hecho de que estamos rechazando gente y anulando reservas desde hace dos semanas, trabajo para nada agradable, sumémosle el ambiente extraño que genera la presencia de estos bichos en todo el lugar. Desde que llegaron, coparon cada rincón con sus banderas y cadáveres de cervezas. De las banderas que estaban a la entrada del camping, varias se cambiaron (posiblemente las de Italia y España o algo por el estilo) por la bandera del fan club y la de coca-cola (auspicia este momento...). Todo el terreno se tiñó de rojo, amarillo y negro, hay música todo el tiempo, olor a salchichas y barbecue, y justo frente a nuestra casita hay un grupo particularmente ruidoso que a la noche no nos deja dormir. Las situaciones bizarras se siguen una tras otra, y en pocos días me encontré frente a las más diversas procesiones de alemanes disfrazados con n'importe quoi desfilando por la recepción, tipos que llegaban a las once de la noche para que les pida un taxi que vaya a comprarles cigarrillos y vuelva, y un sin fin de cosas tan ridículas como molestas cuando una está trabajando, y al mismo tiempo intentando que no llegue nadie más al camping porque no tenemos lugar.


residuos de la fiesta de nuestros vecinos inmundos



¿no será demasiado?


Ya lo dijo Mme Folliot, la contadora, señora grande y uno de los personajes de la oficina, el primer día que llegó y los pibes del fan club de estaban instalando: “C'est l'occupation...!”. Y yo, que vengo de terminar con Vonnegut y los espantos de la World War Two, me reí tanto que tuve que robarle la analogía.


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