martes, 31 de enero de 2017

Adiós

Si nos tiramos de cabeza a la aventura, si nos subimos a un avión y un barco y un planeta de oscilación aleatoria, si elegimos prendernos fuego una vez tras otra el corazón que renace cuando muda, necesitamos al menos creer en algo que sostenga el manojo de trayectorias desordenadas que es la vida. Confianza. Entrega.

Hay cosas que mi memoria va a retener con fuerza hasta el día en que nos gane la muerte o el olvido. Pienso en gestos y aromas. El dibujo de una zeta en cursiva que, mi abuela repite, todavía no me sale dibujar. Después aparece con dos platitos de gelatina de manzana, es de noche y jugamos abajo de la mesa del living. Más tarde o más temprano nos está esperando, a mí y a mi abuelo que fue a buscarme a la escuela. Como todos los días. Nos abre la puerta o está ya en la cocina y se empieza a oler la espuma del café con leche. Corro al rincón de la mesada en que está esa tapa verde de plástico para ver si abajo hay torta, o masitas. Siempre hay algo. A veces strudel. Una vez me enseñó cómo hacerlo, y me mostró cada paso, me acuerdo bien. A veces quería que yo fuera una “señorita”. Hay otro recuerdo que es la primera pesadilla en mi memoria: el origen de mis miedos. Estamos solas de noche en la cocina, y por la puerta ventana del balcón aparecen los monstruitos. Yo los enfrento con mi anillo de rayos láser. Estábamos solas de noche en la cocina, igual exacto que esa noche en la que me quedé a dormir y vomité. El olor y el sabor de vómito los recuerdo también: choclo.

Hay cosas que mi memoria va a retener y aún estoy sosteniendo en mí a pesar de ella. Irnos a dormir temprano anteanoche en el departamento de Mostar en la habitación de paredes azules con tres camas subiendo el volumen del teléfono, sabiendo. Despertar a las seis de la mañana con el llamado de mamá. Con la luz de noche y una frazada como capa movernos a otra habitación y abrazarnos sentadxs en el sofá. No me voy a olvidar que la noche en que murió mi abuela estaba mi hermano al lado mío, del lado de acá. Un abrazo que es un regalo del camino en el que decidimos confiar. Esta aventura es un barco de maravilla tormentoso, podemos entregarnos a la vida y a la muerte y va a estar bien. Siempre va a estar bien. Todo pasa, al fin y al cabo, en un mismo lugar.

No me voy a olvidar de esa mañana juntxs, hace dos días, acá. Hace tantos meses que estoy aprendiendo mareada y confusa y se me pasa cada cosa y no recuerdo nada con claridad, pero de esto no me voy a olvidar. Ayer respiré por unos minutos, y entre sensaciones cariñosas mi abuela se rió y me habló con ternura. De eso tampoco me voy a olvidar. Ni de todo este amor, jamás.

1 comentario:

  1. HERMOSO. Me llego al alma y se me escapó una lagrimita. Sólo vos podes escribir con tanta sencillez y ternura algo tan difícil y fuerte. Te abrazo a la distancia amiga. Te quiero y extraño.

    ResponderEliminar