lunes, 21 de noviembre de 2016

San Marino, Ravenna, Venecia, Verona, Milán, Turín, y... chau!

De Roma salimos cruzando la bota hacia la costa adriática, para  llegar a la República de San Marino, otro de esos paísitos de diez cuadras (o un cachito más) que está adentro de Italia, pero que por algún motivo, no forma parte de ella. Lo que sería la “capital” o el centro, resultó ser un pueblito muy bonito y alto en la montaña, obviamente de tipo fortificación medieval, con una vista increíble hacia las montañas nevadas y, hacia el otro lado, las ciudades que se veían chiquititas, y el mar. Además, resultó ser una especie de free shop extraño, en la que se mezclaban callecitas medievales con negocios que vendían perfumes, cosas de cuero y todo tipo de armas (no sabré decir si reales o no, pero que daban miedo, eso sí), y un sorprendente flujo de turistas rusos (o que hablaban algún idioma eslavo) invadiendo el lugar. Rarísimo.





Pasamos la noche en el auto, como para recordar Islandia, y al día siguiente seguimos hacia Ravenna, la ciudad de los mosaicos (sí, es que cada ciudad tiene su “especialidad”). Según cuenta Ger, parece que ahí sobrevivieron más mosaicos de la época bizantina que en cualquier otro lugar. De ahí no recordaré mucho más que ese batisterio enorme lleno de mosaicos increíbles, del piso a la cúpula, la tumba de Dante, y alguna que otra cosita más, porque el cansancio y el dolor de útero de ese día me hicieron flaquear (admitamos que no vengo muy bien de energías, quizás). Finalmente, llegamos a Mestre, pegadito a Venecia, en donde habíamos reservado una habitación por dos noches en la casa de Lev, un muchacho esloveno, buena onda y bastante particular, a quien le hacían falta un par de duchas, pero nada más.
Así que al otro día, Venecia, de quien tanto habíamos oído hablar: igual nos sorprendió, igual nos maravilló, a pesar del frío que pegaba durísimo, el sol nos regaló un bello día para caminar entre puentecitos e iglesias (sí, más y más iglesias, pero creo que nunca vimos tantas juntas como en ese lugar), cruzar las callecitas-canales curioseando por ahí, quejándonos un poco de que para todo había que pagar (¡hasta para tener un simple mapa de la ciudad!), pero felices de estar allá. Terminamos el día (a las cinco de la tarde, porque cada vez la noche dura más) arriba de la torre de la Piazza San Marco, viendo un atardecer increíble, con el sol poniéndose detrás de la ciudad. Hermosa Venecia, aunque es cierto que, como decía Ger, quizás pronto se convierta en una de esas ciudades que serán casi un parque de atracciones, porque para vivir no debe ser tan bueno (es caro, y además, ¡se está hundiendo!, y hay muchas casas que parecen estar abandonadas desde hace tiempo).

con el mapita + "recorridos recomendados" que tuvimos que comprar porque nada es gratis



las góndolas de los gondolieri que llevan turistas





Otra noche en lo de Lev y, camino a Milán, pasamos el día en Verona, “la ciudad de Romeo y Julieta”. Nos divertimos con ese cuento, que te hace ir a “la casa de Julieta” y algunas giladas más (bueno, igual fuimos, y yo quería ir, así que puedo contarme como una gila del montón), pero además descubrimos que la ciudad es muy bonita, con su correspondiente río y puentecitos y hasta un anfiteatro que fue el pre-Coliseo, y subiendo unas escaleras, una vista panorámica de esas que nos gusta cazar siempre a donde vayamos.

Pinochos siempre presentes

Julieta: la tradición dice que hay que tocarle una teta para tener ¿suerte?



Finalmente llegamos a Milán, a lo de Tina, Rosita y Mauro (correspondientes tías abuelas y tío segundo de Germán), quienes muy gentilmente nos alojaron y alimentaron durante tres noches, y en donde aprendimos que la televisión italiana es tan bizarra como la de Argentina y la de todas partes. Al día siguiente Mauro nos mostró la ciudad, y descubrimos que Anna tenía razón con lo que nos había dicho unos días atrás: Milán es gris, oscura, no se sabe bien por qué, hay una bruma que cubre toda la ciudad, y, al final, casi lo único que “tiene” para ofrecer es su imponente catedral (enorme y complicada, gótica y toda decorada por fuera, y por dentro es como si fuera la de La Plata pero tres veces más grande y con algunos tesoros más). Bueno, también tiene unos muy buenos “panzerotti” que son como pancitos rellenos fritos, muy ricos, y seguro debe tener más (me siento mala cuando digo estas cosas de una ciudad).




Usamos nuestro anteúltimo día en Italia para irnos al Lago di Como, casi en Suiza, que debe ser hermoso en un día despejado, porque se ven montañas y pueblitos de un lado al otro del agua: lástima que nos tocó otro día brumoso, con neblina espesa y fría, y mucho no pudimos ver, pero como siempre fuimos tranqui y algo pudimos disfrutar.




Y llegó la despedida, the last day, en Turín, a donde llevamos el sol y en donde descubrimos a La Mole, una torre enorme y muy curiosa, que no conocíamos como monumento internacional pero que creemos que debería estar en la lista de esos que “hay que ver”. Aunque parece que en su origen iba a ser una sinagoga, ahora ahí adentro está el Museo Nacional del Cine, y justo era el Torino Film Festival, cosa que lamentablemente no pudimos aprovechar, teniendo sólo unas horas en la ciudad. Nos encontramos con Sara, una amiga del camping que vive allá y que encontramos por una de esas cosas de la suerte, porque en dos días se está mudando a París nuevamente. Ella y su novio nos mostraron algo más, nos tomamos unos “bicerini” (café, chocolate, leche y crema, todo en un mismo vaso, después de eso, ¿cómo te levantás?), vimos las lucecitas de navidad que hay por todas las calles, la catedral en donde está la sábana en la que envolvieron a Jesús (¿?) y ese fue el adiós.






Después de otra noche en el auto, luego de una ruta oscura y en la montaña con nieve alrededor, nos despedimos de Italia, y no con poca tristeza cruzamos a Francia a devolver el auto.
Costó salir de ese hermoso país en el que nos sumergimos durante tres semanas y media. Italia nos sorprendió, nos regaló paisajes hermosos, gente hermosa y comida hermosa de arriba a abajo. Ojalá algún día podamos volver y conocer algo más. Pero ahora ya estamos arriba de un bus, como para no perder la costumbre, y conté todo apretadito para ir haciendo lugar, y que las nuevas aventuras sigan llegando por un buen tiempo, de acá hasta la vuelta, que no se sabe ni cuándo será.

1 comentario:

  1. Y le tocaste la teta a Julieta? Y viste la tumba dil Dante? Y estuviste cerca del Lido, donde se filmó Muerte en Venecia? Y viste la torre de Pisa? Y estuviste en Santa María del Fiore?Mammma mia, figlia mia, qué suerte( o mejor que orto mi vidaaaaaaaaaaa!!!!)La bella Italia, me hace muy feliz que hayas podido recorrerla

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