lunes, 7 de noviembre de 2016

Gracias de Toscana (inexistentes etruscos)

                                                   
Es difícil seguirnos el ritmo para llegar a contar todo lo que vamos haciendo y recorriendo (ni te cuento lo que vamos comiendo), sobre todo con lo cansadxs que terminamos cada día, sabiendo que al siguiente vamos a despertarnos tempranito con el dulce llamar de Edu a la puerta “¡chicos, a levantarse, que hay que seguir!”. Y seguimos.

El amor de Liguria se fue transformando en la ruta hacia el amor de Toscana, que nos encantó con sus caminos llenos de colinas sembradas, viñedos, sol y casitas. Y en el fondo montañas, que en algún momento empezaron a mostrar pedazos blancos, y todo empezó a ser de mármol. Hicimos un breve paso por Carrara (a donde luego volveríamos) para llegar a Pisa, en donde caminamos por callecitas vacías sin saber que estábamos fuera del recorrido turístico, hasta que encontramos a la miad de los turistas del mundo (la otra mitad está en París) en la Piazza dei miracoli, donde no sólo está la famosa torre inclinada (que vale también porque es lindísima) sino dos mamotretos enormes igual de lindos e impresionantes: la catedral y el batisterio, nueva palabra que aprendí. La cantidad de boludxs amontonadxs sacándose “LA foto” empujando a la torre, más el sol que pegaba fuertísimo y mi mareo que seguía haciéndome dar vueltas la cabeza, no hicieron de la visita algo sensacional, pero igual estábamos contentxs, mirá que no vas a estar contenta ahí pancha bajo la torre, y cuando venció el hambre traicionamos a la pizza cayendo en el sacrilegio de un subway al que nadie iba, pero que nos alimentó y nos regaló una linda vista del lugar (¿por qué cuento del subway en vez de contar los grandes descubrimientos culinarios? Y qué se yo, me pareció original).

una china, ¿hace Tai Chi en paz? No, se saca fotos ridículas en la torre de Pisa como otrxs cien más

Pisa también es linda

Fuimos otro día a Volterra en búsqueda de ciertas tumbas etruscas que parecían prometer, pero a cambio recibimos una feria de cosas hechas con trufa, unas ruinas que poco tenían que ofrecer, un anfiteatro que se la bancó, y una seguidilla de carteles que parecían mandarnos a donde queríamos ir y que fuimos siguiendo con Ger a pie, y no dejamos de seguir hasta que nos dejaron en un camino fuera del pueblo sin más indicaciones, solos, comiendo manzana que robamos de un árbol. Jamás encontramos a los etruscos. Nos sentimos traicionadxs, pero por suerte ese día seguimos a San Giminiano, que es un pueblito hermoso, medieval y lleno de torres (parece que a la gente de ahí le gustaba jugar a ver quién la hacía más alta), y que nos encantó. En la plaza había una feria y músicos que tocaban, la vista desde arriba de una de las torres fue preciosa, y además tomamos helado en una heladería que se autoproclamaba la mejor del mundo. Impecable.

campiña Toscana y de fondo San Giminiano




Finalmente llegamos a Florencia, en donde la cantidad de turistas se triplicó, y sí, es inevitable, pero aún no me puedo acostumbrar. Tampoco saqué todavía muchas conclusiones de Florencia, ciudad más o menos grande, histórica, artística, y bla bla bla, en donde pasamos más o menos dos días, pero puedo decir: 1-Que cuando volvamos a La Plata voy a agarrar mis cuadernos de Historia del Arte porque me olvidé todo menos a la señora Sánchez Pórfido diciendo con su voz de señora cheta “cuando vayan a Floreeennnncia... bla bla bla”, 2-Santa Maria dei fiore es hermosísima, impactante, lo mismo que su correspondiente torre y batisterio, 3-El David, Boticcelli, y bla bla bla. Gente rica que compraba arte. Galerías. Cosas que me faltan procesar.

el aclamado Ponte Veccio

Dante está siempre por ahí

cosas

Charlie en Santa Maria dei fiore

cuando es tan grande que no sabés cómo sacar

También visitamos Siena, pero lo más importante es que con Ger nos escapamos una noche a Marina di Carrara para ver a nuestra amiga Anna que acababa de llegar, a quien habíamos dejado en el camping con la promesa de una visita si nuestras vacaciones ahí coincidían. Forzamos un poco la cosa pero al menos una noche con ella pudimos pasar, conocer su casa y su ciudad, charlar con su mamma que cuando fanfarroneé sobre lo bien que hablo italiano me dijo “Si si, è vero, è vero!”. Así que nada, felices nos despedimos con la invitación de que la próxima vez ella nos venga a visitar, y algo de nostalgia de decirnos chau.

Pero Toscana sí fue un abrazo, un bello abrazo de esos que te cuesta olvidar.

paseo nocturno en Carrara

amori!


PD: parece mentira, pero del terromoto no sentimos nada y del tornado y/o cualquier otro fenómeno natural, tampoco, ni sentirlo ni escuchar a la gente hablar, pero quién te dice, quizás estamos en una de esas burbujas del turismo que te impiden ver “la realidad” (estoy segura de que en esa burbuja estamos). Me salteo un capítulo, como siempre atemporal, mañana vamos a Roma y desde ahí podré informar. Cambio y fuera.

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