Venía cruzando el
puente de Suresnes, mirando las nubes que siempre me impresionan con
los edificios de La Défense de fondo, pensando en ese título:
puesta en común. Creo que me gustan las analogías con cosas que nos
pasaban en la infancia, porque lo sentí como esos momentos en la
primaria en que la maestra nos ponía a compartir los resultados de
las tareas que habíamos estado haciendo solos, cada uno en su
mundito, en su imaginario. Muchas cosas se me aclaraban en esos
momentos, me acuerdo de la sensación, sobre todo cuando no había
entendido bien la consigna, o cuando mis ojos que empezaban a ser
miopes me habían jugado una mala pasada copiando del pizarrón.
Ayer hablábamos con
Ger de cómo nos estamos sintiendo inseguros últimamente. Él con su
trabajo nuevo, yo con el mío, la vida acá en general. Muchas veces
ser extranjeros tiende a hacernos sentir que somos “menos”, es
rarísimo pero es así, por más que sepamos que no, también nos
encontramos con tantas situaciones en las que no tenemos idea qué
hacer, que terminamos sintiéndonos muy ignorantes, hasta incapaces.
Y va desde pagar en una caja autoservicio del supermercado, hasta
cosas específicas de nuestros trabajos, que demás está decir, no
habíamos hecho nunca antes. Sumado a la posible poca amabilidad del
que tenga que venir a ayudaros. Ger sirviendo mesas en francés, yo
haciendo reservas de bungalows a alemanes por teléfono y tomando
números de tarjeta de crédito mientras respondo mails en inglés,
francés y español al mismo tiempo (¿?), todo un matete. Sí, un
matete, quiero decir esa palabra y que sigo sin yerba y que me falta
el mate.
Pero a la vez, en
esta puesta en común que además tenía mucho de ponernos al día
mientras comíamos gomitas de Londres en forma de elefantes y monos y
leones, nos dijimos otra cosa (en realidad él me dijo, porque si se
quiere él siempre es más de ver el vaso medio lleno y yo por lo
menos un cuarto siempre tengo vacío). Nos dijimos: “Ey, estamos en
París, viviendo, tenemos casa y trabajo, estamos acá. Esto es lo
que queríamos”. Guau. Y fue ahí que Ger me recordó ese día de
abril del año pasado en que lo llamé llorando, y le dije que no
había quedado como asistente de lenguas. Ese día él me dijo que si
lo que yo quería era ir a Francia, iba a ir como sea. Y que él iba
a hacer todo lo posible para ayudarme.
Y cumplió.
Guau.
Hace bien de vez en
cuando hacer una puesta en común: todo ying tiene su lado yang y
viceversa, ahora por ejemplo llueve con sol, para variar e ilustrar un poco la idea. Y si bien podemos sentirnos muy idiotas entrando siempre
por la salida o pidiéndole a la gente que repita mil veces lo que
tiene que decir, también podemos estar felices de haber llegado
hasta acá y de estar viviendo esta aventura.
Excelente todo! Se me cruzan muchos razonamientos mientras lo iba leyendo!
ResponderEliminarDisfruten chicos, como lo están haciendo!
Palabras de aliento desde la oficina!
Chiesa
Me he topado con tu blog mientras hace semanas planeo y deseo viajar a Francia. No sabes lo mucho que me ha encantado cada post, tan desde adentro, que logró estar por un ratito allá y sentirlo...
ResponderEliminarLes dejo un abrazo desde Chile.
Claudia.
Muchas gracias! Qué lindo y qué alegría poder compartir el sentimiento. Abrazos!!!
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