Qué fin de semana
Teté.
Qué vidita esta.
Mientras le doy de a
cucharitas al nutella barato, intento decidirme cómo escribir o
sobre qué escribir o qué decir que no suene como lo que ya vengo
diciendo, porque en verdad es todo como vengo diciendo y a la vez es
todo diferente cada vez.
Vivir acá ahora
para mí es también estar en contacto permanente con una realidad
que cambia todo el tiempo, como un colchón de hormigas y arena
movediza que va y viene para cualquier lado, o más bien como esos
castillos inflables en los que nos metían de chiquitos en los
cumpleaños: podías saltar, y después hundirte y caerte en el mismo
lugar, y a la vez inevitablemente moverte y rebotar cada vez que los
demás saltaban, y además el piso nunca era estable. Sí, más o
menos así me siento.
Lo loco es que creo
que coincide esta sensación interna con una realidad social, que es
la que mencionaba el otro día con respecto a lo que está pasando
con el movimiento de la gente, sobre todo de los jóvenes, de la Nuit Debout en Place de la République. Hay como
una cosa de que no se sabe qué va a pasar, flotando en el aire.
Aunque obviamente es mucho más complejo. A propósito, recomiendo
sinceramente leer la crónica de Marco Teruggi sobre el asunto, a mí me sirvió
mucho para empezar a contextualizar e intentar entender lo que pasa.
Se los va a explicar mucho mejor que yo.
Al margen de todo
esto, curé mi envidia de que Ger se haya ido a Londres a aprovechar
sus últimos días de vacaciones, aprovechando mi fin de semana para
trabajar desde las 7 a.m. con toda la onda, a lo cual se le sumó un
concierto y un baile que no tuvieron desperdicio.
El viernes me fui al
Pompidou, y por sólo 18 euritos (dejemos de hacer el cambio
mentalmente porque es poco sano) me compré la última, sí señores,
la última entrada que había para un recital de versiones de la
música de Twin Peaks, por una banda que se llama Xiu Xiu (que yo
creía que iba a ser un chino loco, pero igual no me defraudó). Y
nada, todo se volvió muchísimo más azul que antes (porque aunque
Twin Peaks sea cortina roja, para mí siempre va a ser muy azul). Y
ahí estaba yo sentadita entre la gente, sentadita pero rebotando en
el colchón inflable, feliz de la vida. Todas las primeras canciones
me dieron más o menos un minuto de escalofríos.
(quise subir un video, pero creo que el pobre internet de mi celular no alcanzó)
Y por último el
cumpleaños de Paula ayer a la noche, que nos invitó a un bal que
bien podría ser una de esas fiestas del Nacional a las que íbamos a
los 12 años, cuando recién empezábamos la secundaria, aunque con
bastante más alcohol, cigarrillo y gente apretada bailando, pero muy
divertido. Si en el boliche de la otra vez escuchábamos “I know
you want me, you know I want you”, acá se esuchó desde Manu Chao
hasta las Spice Girls, pasando por Rage Against the Machine, Charles
Aznavour y Jacques Brel. Obviamente el encontrarme con gente de
Argentina (y con franceses que igual hablan español) hizo que me
sintiera más en casa. Y la buena onda, y el colchón inflable, y
nada. Estoy contenta. Cansada, pero contenta. Descubriendo cositas.
Y sigo comiendo
nutella, disculpen si se me fue un poco la mano con el azúcar.
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