Unos párrafos al
azar:
París está de
primavera, hace días que hay sol y calorcito, de pronto cambia todo
el panorama. Salí a pasear un poquito caminando y otro poquitio a
bici, se siente tan distinto, a la tarde se llenan los bordes del
Sena con mantelitos cuadrillé y copas de vino, gente haciendo
picnic, todo muy oh la lá, todo muy lindo.
Par contre, fue un
fin de semana agotador, desde el jueves y viernes que era feriado, y
el camping se llenó de gente, estaba hasta las pelotas, si se me
permite la expresión. Estuve completamente saturada y como tonta
después de tanto quilombo mental, un cliente atrás de otro, más
todo lo que hay que organizar para que vengan a quejarse lo menos
posible. Todo condimentado con el desafío de que aparentemente abrió
un nuevo “club” en el medio del bosque en donde estamos, y hace
varias noches que se escucha el típico bum bum de la base de un dj
que no tiene idea de que hay cientos de turistas que “pagaron por
un lugar tranquilo” para su descanso, y que vienen a gritarme en la
cara a las 7 a.m. (justo cuando estoy sola en la recepción) que les
devuelva su dinero. Es feo ver a la misma gente que antes fue amable
conmigo, entrar con cara de perro a decir “I want my money back”
y descargar su furia en mi cara. Yo todavía soy frágil frente a las
quejas, y sólo puedo decir que yo también duermo acá, y que
tampoco pude dormir, y que además yo estoy trabajando y cumpliendo
horarios, lo cual es completamente cierto. Y peor aún para Ger, que
estuvo corriendo literalmente todos estos días en su trabajo.
È un mondo
difficile.
Y así es la
primavera, potenciando todo, haciéndolo explotar. Mientras tanto, y
a pesar de todo, yo le tomo cada vez más gustito a una sola parte de
mi trabajo: el intercambio, la interacción con gente de todos lados.
Desde mis colegas, hasta personas que sólo veo por un ratito cuando
llegan y se van, pero que muchas veces me dejan algo (no material,
obvio, salvo el tipo que me gritó en la cara ayer y después le dio
culpa saber que yo sólo era una empleada, que nada podía hacer con
respecto al boliche, y me dejó dos euros para que me tome un café.
Y sólo los dejé en el tarro de las propinas, porque tampoco supe
qué hacer), aunque sea sólo el placer de haber tenido una mínima
conversación. Tomo pasaportes de muchos lados todo el tiempo, me
intriga la vida de las personas que tengo en frente, despierta mi
imaginación y mis ganas de conocer el mundo. Cada vez me animo más
y me suelto a hablar con los clientes, porque creo que es una
oportunidad única, y hasta ya me encariñé con algunos que estaban
hace rato y que pronto se van o se fueron, incluso con algunos que
sólo tuve al teléfono. Pero eso forma parte, y me gusta también:
vienen y se van, siempre es pasajero, cambiante, y hay que aprovechar
la oportunidad. Se parece mucho a la idea del viaje que vengo
teniendo, en la que el movimiento y el cambio es una constante.
Todo esto tiene
también un aire a que hay algo que recién está por empezar.
Creo que mañana
llueve de nuevo, y también tenemos nuevo fin de semana, así que
pronto habrá nuevas noticias, como siempre, espero, para renovar
estas crónicas que un poco son un cable a tierra, una manera de
centrarme, un hogar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario