Llegué al camping y
estaba sola, sola sola en mi mobilhome, que me dieron con la promesa
de que sólo tendría compañera de casa hacia el verano, o quizás
en el mes de mayo.
Me elegí la pieza
chiquita, un poco porque había una sola cama y en la grande dos,
pensando en la posibilidad de no querer compartir tanto con alguien
desconocida la intimidad de mi sueño, y también porque era chiquita
y de alguna inexplicable manera más acogedora, más nidito, más
útero frío en donde lloraba todas las primeras noches.
A los tres días me
avisaron que mi “coloc” había llegado. ¿Sorpresa? Todavía no
sabía que las cosas eran así en este lugar.
Llegó Daniela, de
Bulgaria, con su poco francés, su queso búlgaro, su cous-cous y su
sonrisa. Empezó a trabajar en el camping como femme de ménage
(limpieza), y conocí muy poco de ella. A los dos días mi cama en la
piecita hizo púm y se rompió el piso, de madera completamente
húmeda gracias a la ducha de la salle de bain de à côté que
perdía agua a lo loco y había estado pudriendo el suelo durante
vaya una a saber cuánto. So it goes.
Cuando le conté a
Raya me hizo un lugar en su mobilhome, a dos pasos del mío, como
todos los demás, tan cerca y a la vez tan mundo nuevo. La primera
vez que entré había olor a incienso, y entraba sol por las
ventanas. Me di cuenta de que mi primera casita no tenía de ninguna
manera esa misma luz, me puse contenta y tuve la esperanza de poder
quedarme ahí, porque no tenía idea si la mudanza era algo
definitivo, si es que esa palabra tiene aún algún significado en
este viaje. En este momento, mientras escribo, estoy viendo desde acá
adentro ese mismo sol.
Raya estaba acá
desde hacía más de un año, eso creo, y de eso era testigo un
mobilhome repleto de objetos de todo tipo, de ella y de todas las
personas que habían pasado por ahí: comida, vajilla, ropa, valijas,
cosméticos, cosas, cositas y más cosas. Fueron lindos los pocos
días que pasamos ahí: ella también trabajaba en la recepción,
aunque en otro puesto, también era búlgara, también estudiante y
sobre todo dulce, divertida, amable.
Y pasó que a los
días ella se iba a trabajar a otro camping, así que en verdad
también estaba de mudanza. Qué raro, nuevamente el contacto era con
lo pasajero.
Entonces tuve una
noche sola, y al otro día apareció la tercera.
Céline estaba acá
hacía unos meses, reemplazando a una de las responsables del
camping, así que digamos que era mi superior, aunque no me llevaba
tantos años de diferencia. Al principio fue rara la sensación de
empezar a vivir con ella, pronto se pasó. Todavía no entiendo bien
esa extrañeza que me quedó de su presencia, pero sé que después
de esos días que vivimos juntas (¿cuánto habrá sido?¿una, dos
semanas?¿quizás más?) me dio un poco de nostalgia su partida, más
que nada me gustó conocerla, hablar con ella de cosas de la vida,
cosas que no eran el trabajo, escuchar su risa y disfrutar de cómo
se tentaba y no podía parar. Escribo y me dan ganas de reír, de
hecho me río, y el sol que se había escondido entra por la ventana
otra vez.
Mientras tanto Ger
había entrado a trabajar al camping, y coordinamos tan bien que
justo cuando Céline se fue, él se estaba quedando sin alojamiento,
así que ahí lo tenía al señorito, mudándose la noche siguiente
al mobilhome de la vida, con la promesa, también, de que sólo
tendríamos quizás nueva coloc en el verano.
Y ahí, bueno, la
gloria. Nidito de amor y de nutella, lleno de comida y de nosotros. A
pesar de nuestros conflictos internos y desafíos de pareja,
estuvimos como quisimos durante algunos días (nuevamente, ¿cuánto
habrá sido?).
Pero por algo dije
alguna vez que ninguna historia es interesante si no hay un conflicto
de por medio.
¿Eso dije? ¿Para
qué?
Hace unos días,
pasamos de ser dos reyes en su mobilhome perfecto, a ser tres
apretujados en un coso torpe y lleno de cosas. Para seguir con la
lista interminable, llegó Claire a hacernos compañía, e instalarse
en la pieza chiquita con sus cuatro mil kilos de equipaje. Nos
avisaron, como mucho, dos o tres horas antes. So it goes.
De ella puede que
cuente más adelante, quizás sea más fácil narrar en pasado.
Vamos y venimos,
vamos y venimos.
Nosotros, de paso, ya vamos pensando en septiembre y viendo pasajes. Nos tocará en ese momento darle el turno al siguiente, y ser parte también de la lista interminable de colocs pasajeros en la vida de alguien más.
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