domingo, 15 de mayo de 2016

Colocs

Llegué al camping y estaba sola, sola sola en mi mobilhome, que me dieron con la promesa de que sólo tendría compañera de casa hacia el verano, o quizás en el mes de mayo.
Me elegí la pieza chiquita, un poco porque había una sola cama y en la grande dos, pensando en la posibilidad de no querer compartir tanto con alguien desconocida la intimidad de mi sueño, y también porque era chiquita y de alguna inexplicable manera más acogedora, más nidito, más útero frío en donde lloraba todas las primeras noches.


A los tres días me avisaron que mi “coloc” había llegado. ¿Sorpresa? Todavía no sabía que las cosas eran así en este lugar.
Llegó Daniela, de Bulgaria, con su poco francés, su queso búlgaro, su cous-cous y su sonrisa. Empezó a trabajar en el camping como femme de ménage (limpieza), y conocí muy poco de ella. A los dos días mi cama en la piecita hizo púm y se rompió el piso, de madera completamente húmeda gracias a la ducha de la salle de bain de à côté que perdía agua a lo loco y había estado pudriendo el suelo durante vaya una a saber cuánto. So it goes.
Cuando le conté a Raya me hizo un lugar en su mobilhome, a dos pasos del mío, como todos los demás, tan cerca y a la vez tan mundo nuevo. La primera vez que entré había olor a incienso, y entraba sol por las ventanas. Me di cuenta de que mi primera casita no tenía de ninguna manera esa misma luz, me puse contenta y tuve la esperanza de poder quedarme ahí, porque no tenía idea si la mudanza era algo definitivo, si es que esa palabra tiene aún algún significado en este viaje. En este momento, mientras escribo, estoy viendo desde acá adentro ese mismo sol.
Raya estaba acá desde hacía más de un año, eso creo, y de eso era testigo un mobilhome repleto de objetos de todo tipo, de ella y de todas las personas que habían pasado por ahí: comida, vajilla, ropa, valijas, cosméticos, cosas, cositas y más cosas. Fueron lindos los pocos días que pasamos ahí: ella también trabajaba en la recepción, aunque en otro puesto, también era búlgara, también estudiante y sobre todo dulce, divertida, amable.
Y pasó que a los días ella se iba a trabajar a otro camping, así que en verdad también estaba de mudanza. Qué raro, nuevamente el contacto era con lo pasajero.
Entonces tuve una noche sola, y al otro día apareció la tercera.
Céline estaba acá hacía unos meses, reemplazando a una de las responsables del camping, así que digamos que era mi superior, aunque no me llevaba tantos años de diferencia. Al principio fue rara la sensación de empezar a vivir con ella, pronto se pasó. Todavía no entiendo bien esa extrañeza que me quedó de su presencia, pero sé que después de esos días que vivimos juntas (¿cuánto habrá sido?¿una, dos semanas?¿quizás más?) me dio un poco de nostalgia su partida, más que nada me gustó conocerla, hablar con ella de cosas de la vida, cosas que no eran el trabajo, escuchar su risa y disfrutar de cómo se tentaba y no podía parar. Escribo y me dan ganas de reír, de hecho me río, y el sol que se había escondido entra por la ventana otra vez.
Mientras tanto Ger había entrado a trabajar al camping, y coordinamos tan bien que justo cuando Céline se fue, él se estaba quedando sin alojamiento, así que ahí lo tenía al señorito, mudándose la noche siguiente al mobilhome de la vida, con la promesa, también, de que sólo tendríamos quizás nueva coloc en el verano.
Y ahí, bueno, la gloria. Nidito de amor y de nutella, lleno de comida y de nosotros. A pesar de nuestros conflictos internos y desafíos de pareja, estuvimos como quisimos durante algunos días (nuevamente, ¿cuánto habrá sido?).
Pero por algo dije alguna vez que ninguna historia es interesante si no hay un conflicto de por medio.
¿Eso dije? ¿Para qué?
Hace unos días, pasamos de ser dos reyes en su mobilhome perfecto, a ser tres apretujados en un coso torpe y lleno de cosas. Para seguir con la lista interminable, llegó Claire a hacernos compañía, e instalarse en la pieza chiquita con sus cuatro mil kilos de equipaje. Nos avisaron, como mucho, dos o tres horas antes. So it goes.
De ella puede que cuente más adelante, quizás sea más fácil narrar en pasado.




Vamos y venimos, vamos y venimos.
Nosotros, de paso, ya vamos pensando en septiembre y viendo pasajes. Nos tocará en ese momento darle el turno al siguiente, y ser parte también de la lista interminable de colocs pasajeros en la vida de alguien más.



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