Acá la gente no se
abraza.
¿Se abraza menos,
quizás? Muy poco.
Tampoco es
obligación el beso en el cachete, aunque cuando se dan vengan de a
dos.
Pero la gente acá
no se abraza... No.
Llegan y se van a
muchos centímetros de distancia. La palabra, y a veces el silencio
basta como despedida. Es raro.
El otro día hablé
dos minutos con una argentina que no conocía, y cuando me fui me
saludó con un abrazo. No supe qué hacer.
Tanto así cala el
frío en estos lados, aunque sea primavera.
¿Será que me
faltan mis amigues, será que quiero abrazar a mi familia, a mi
hermano y a todos, en este momentito, en este acá tan lejos?
No se abraza, acá,
la gente.
Son costumbres.
Hábitos.
Pero una debe poder
elegir a qué quiere acostumbrarse.
Y yo pienso seguir
extrañando y respondiendo con torpeza. Sí, pero en la ternura de lo
cercano. En la confianza de la proximidad y del prójimo, jamás en
la ignorancia de lo ajeno.
Al menos así, en mi
imaginario, me conformo y me contengo.
Abrazo dulcemente mi
fueguito interno, y enciendo una chispa entre los ojos, con la
esperanza de alumbrar una sonrisa en otra cara, en otro rostro, en
otro fuego.
Oh Anita, como tenes razon. Los saludos son mas que frios no, allà. Entre darse la mano, decirse sin sonrisa "bon, salut", o irse con un simple signo de la mano, estamos lejos del cariño que te da un abrazo. Entiendo tu extrañamiento... Pero Basta!! Tenes Queso de cabra, tartes, clafoutis, Eclairs au chocolats, croissant aux ammandes, iles flottantes!!!! Relativisa y hacerte un abrazo digestivo. Te mando un abrazo + un beso.
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