jueves, 19 de mayo de 2016

Billy Pilgrim has come unstuck in time.

Lo bueno de tener el fin de semana los martes es que se puede ir a lugares bastante turísticos (los que están abiertos, bueno) sin que estén llenos de gente y de caos y ruido.

Siguiendo con la onda medieval week-ends, el último finde nos fuimos y vinimos en el día al bello Provins, pueblito más conocido por ser patrimonio de la humanidad (guachiguau), que nos recibió con un hermoso día de sol y de paz.





Murallas del siglo XIII, cosa caballeresca, un señor que nos hizo probar mil tipos de vinos (¿o jugos, quizás?) hechos a lo Moyen Age, la tour César de hace mil años, todo divino en la cité médiévale, pero yo quiero decir que el restaurancito de 4 mesas vacío en el que nos comimos una pizza al mediodía, que por cierto estaba muy buena y completa como debe ser (como dios manda, dirá usté), bien podría haber sido una pizzería de algún pueblucho pampeano, allá por los suburbios del mundo, en América del Sur. Hoy, y hace veinte años también.
El tiempo y el espacio son cosas raras en esos lugares tan viejos, que siguen estando acá. “Es que sí, si dejás una cosa... Queda”, fue mi profunda reflexión ante las paredes de una ciudad que están ahí hace, ponele, ochocientos años.

                                                    cosas bizarras, hay en todos los pueblos

Así que podemos decir que los trenes nos están llevando de acá para allá en el tiempo, lo cual es completamente entendible si agregamos el dato de que sigo leyendo Slaughter-house five, libro que empiezo a recomendar ampliamente a la humanidad. Quizás podría ser patrimonio de la unesco también, junto con Provins. Quiero decir que Provins estaba rodeada de muros enormes, así como de alguna manera hoy también hay ciudades y países e incluso personas, empezando muchas veces por mí misma, que amamos rodearnos de murallas para que le sea imposible a otro ser humano pasar, y es por eso que había guerras así como ahora hay guerras así como en Slaughter-house five que narra desde nada más ni nada menos que la Segunda Guerra Mundial, la misma que vivió mi abuelo y la misma en la que murieron millones de seres, muchos de los cuales fueron bombardeados así como hoy se sigue bombardeando desde países nada más y nada menos como en el que estoy viviendo en este momento.
Con reflexiones así no hay gramática que venga a cuento.

Por eso me gusta, también, mi trabajo. Me gusta saber que comparto tiempo y espacio, y sobre todo palabras que son puentes, o mejor dicho armas contra murallas milenarias, con personas de lugares distintos, en idiomas distintos, pero siempre buscando la comunicación. Al menos eso intento cada vez: entender al otro, querer que el otro me entienda, a pesar, a través y gracias a las diferencias. Suele costarnos, a los seres humanos; quizás sea una tarea eterna. Yo creo que vale la pena el esfuerzo. Al fin y al cabo eso es lo que me interesa. Cuando decidí estudiar francés en la facu, es decir que elegí estudiar en el departamento de Lenguas Modernas, me sentí mucho más lejos de poder “salvar el mundo” que un estudiante de medicina, o de ecología, o de trabajo social. Pero poco a poco me voy dando cuenta que tan lejos no puedo estar. Aunque sea tendiendo puentes, derribando murallas de silencio, defendiendo siempre el derecho a la palabra y a la comprensión, queriendo entender, buscando explicar, compartiendo.



1 comentario:

  1. me encanta que provins sea también l'eden animalerie!!! porque... a qué carajo nos referimos con patrimonio de la unesco? no tenemos, acaso, cierto medievalismo impregnado en la piel? puffff me encanta "el tiempo y el espacio son cosas raras en esos lugares tan viejos..." y comerse una pizzita en un carloncho cualquier pensando en la anita viajera <3

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