Lo bueno de tener el
fin de semana los martes es que se puede ir a lugares bastante
turísticos (los que están abiertos, bueno) sin que estén llenos de
gente y de caos y ruido.
Siguiendo con la
onda medieval week-ends, el último finde nos fuimos y vinimos en el
día al bello Provins, pueblito más conocido por ser patrimonio de
la humanidad (guachiguau), que nos recibió con un hermoso día de
sol y de paz.
Murallas del siglo
XIII, cosa caballeresca, un señor que nos hizo probar mil tipos de
vinos (¿o jugos, quizás?) hechos a lo Moyen Age, la tour César de
hace mil años, todo divino en la cité médiévale, pero yo quiero
decir que el restaurancito de 4 mesas vacío en el que nos comimos
una pizza al mediodía, que por cierto estaba muy buena y completa
como debe ser (como dios manda, dirá usté), bien podría haber sido
una pizzería de algún pueblucho pampeano, allá por los suburbios
del mundo, en América del Sur. Hoy, y hace veinte años también.
El tiempo y el
espacio son cosas raras en esos lugares tan viejos, que siguen
estando acá. “Es que sí, si dejás una cosa... Queda”, fue mi
profunda reflexión ante las paredes de una ciudad que están ahí
hace, ponele, ochocientos años.
cosas bizarras, hay en todos los pueblos
Así que podemos
decir que los trenes nos están llevando de acá para allá en el
tiempo, lo cual es completamente entendible si agregamos el dato de
que sigo leyendo Slaughter-house five, libro que empiezo a recomendar
ampliamente a la humanidad. Quizás podría ser patrimonio de la
unesco también, junto con Provins. Quiero decir que Provins estaba
rodeada de muros enormes, así como de alguna manera hoy también hay
ciudades y países e incluso personas, empezando muchas veces por mí
misma, que amamos rodearnos de murallas para que le sea imposible a
otro ser humano pasar, y es por eso que había guerras así como
ahora hay guerras así como en Slaughter-house five que narra desde
nada más ni nada menos que la Segunda Guerra Mundial, la misma que
vivió mi abuelo y la misma en la que murieron millones de seres,
muchos de los cuales fueron bombardeados así como hoy se sigue
bombardeando desde países nada más y nada menos como en el que
estoy viviendo en este momento.
Con reflexiones así
no hay gramática que venga a cuento.
Por eso me gusta,
también, mi trabajo. Me gusta saber que comparto tiempo y espacio, y
sobre todo palabras que son puentes, o mejor dicho armas contra
murallas milenarias, con personas de lugares distintos, en idiomas
distintos, pero siempre buscando la comunicación. Al menos eso
intento cada vez: entender al otro, querer que el otro me entienda, a
pesar, a través y gracias a las diferencias. Suele costarnos, a los
seres humanos; quizás sea una tarea eterna. Yo creo que vale la pena
el esfuerzo. Al fin y al cabo eso es lo que me interesa. Cuando
decidí estudiar francés en la facu, es decir que elegí estudiar en
el departamento de Lenguas Modernas, me sentí mucho más lejos de
poder “salvar el mundo” que un estudiante de medicina, o de
ecología, o de trabajo social. Pero poco a poco me voy dando cuenta
que tan lejos no puedo estar. Aunque sea tendiendo puentes,
derribando murallas de silencio, defendiendo siempre el derecho a la
palabra y a la comprensión, queriendo entender, buscando explicar,
compartiendo.
me encanta que provins sea también l'eden animalerie!!! porque... a qué carajo nos referimos con patrimonio de la unesco? no tenemos, acaso, cierto medievalismo impregnado en la piel? puffff me encanta "el tiempo y el espacio son cosas raras en esos lugares tan viejos..." y comerse una pizzita en un carloncho cualquier pensando en la anita viajera <3
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