jueves, 23 de febrero de 2017

El viaje es nuestro

El viaje es nuestro, y en esa posesión efímera y espontánea del momento que se vive después de tantos planes y esfuerzos, lo amamos. El viaje es nuestro, es el regalo que nos damos por estar vives, es esta ciudad de casitas bajas con sus chimeneas y su río que atardece en la ventana del bus en el que vamos y es también una montaña que se escucha atrás de todo recuerdo de este año en movimiento y una ola incontenible de viento. Nos pertenece este viaje desde el rincón más íntimo de un sueño, desde la memoria de una proyección a otros tiempos que ahora se disuelven en la bruma del presente viajero, siempre adelante pero además adentro; viaje refugio, viaje cuevita en la junta de nuestros cuerpos.

Lo compartimos, porque el amor hace falta en todas partes, también el coraje y los encuentros. La historia de este viaje se escribe con palabras robadas del mundo, con bostezos arrancados del centro de la tierra, con acentos excluidos del lugar de la vida en que todo es una certeza. Con besos que se acumulan, atrás de la oreja, en la espalda, en el alma, hasta en el cerebro. Ni mirarnos hace falta para sentirnos y saber que el próximo es en el cuello. El viaje es nuestro: lo vimos y lo conquistamos, lo reproducimos en ramitas que se fueron enredando. Los viajes son nuestros, nosotres somos de ellos.

El viaje es nuestro de punta a punta, nos recorre siempre más de lo que recorrimos, el viaje es una célula de esas que hacen de nosotres algo visible y no un desorientado concierto de erupciones magnéticas. Así y todo, el viaje es cada vez más desordenado en apariencia aunque los trayectos sean prolijos, aunque el suspiro de energía que se pierde sea despedido con eficacia y esmero. No hay viaje sin pérdida: también ella es nuestra, si vale contar al vacío como parte de la existencia.

Si existe el viaje o no es otra cuestión que no nos incumbre a nosotres, fieles defensores de su posición entre nuestras pertenencias. El viaje en sí, dominio abstracto que nos atraviesa, se convierte en rey de carne y músculos encorvados por el peso del equipaje constante. O es, quizás, en el terreno imaginario del discurso que toma forma su escuálida dependencia. Surge de la nada y vuelve a ella cuando estar en un lugar se vuelve una cosa de entrega a ese pedazo de tierra. Para ese metro cúbico de planeta, viajar sin fin es una rareza. ¿En dónde empieza el movimiento?

El viaje nuestro así de propio y entero, puede que termine por robarnos la cordura y la cabeza. ¿A quién le importa? ¿No es esta, esta entre muchas, la oportunidad de separarnos de los otros propietarios de nuestras vivencias?

1 comentario:

  1. "...acentos excluidos del lugar de la vida en que todo es una certeza..." seremos eso por siempre ♥ te quiero tantis ♥

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