miércoles, 19 de octubre de 2016

Bizkaia corazón

Ya habíamos escuchado eso de que apenas te vas de Francia (y/o rumbeás para el lado de España) la cosa empieza a cambiar, te sentís “mejor”, porque la gente es diferente.
Efectivamente. Todo es diferente.



No nos había pasado con Islandia porque allá (ya se sabe) están todxs locxs y son fríxs y bastante poco felices para el trato con otrxs. Y resulta que ahora caímos en el mejor lugar, no sólo porque la gente es más copada, y hay un ambiente distinto (“las callecitas de Bilbao tienen ese, qué se yo...”), sino porque estamos en casa, en Casa, siendo acogidxs, alimentadxs y guiadxs por dos grandes que pronto bautizaré como el tío Néstor y la tía Amagoya. Ya sentimos un poco ese nuevo corazón la primera noche que llegamos y salimos a dar una vuelta con Ger por el casco viejo, justo era el día anterior al feriado del “día de la hispanidad” y nos encontramos con la gente y los “txiquiteros” (se lee chiquiteros) cantándole a la virgen de Guadalupe, o a la vida, entre las callecitas estrechas llenas de barcitos y balcones, amontonados, con alegría.



Bizkaia es una de las provincias del País Vasco, del cual voy aún lentamente aprendiendo algo de historia, que además de tener como capital a esta linda ciudad de Bilbao, está llena de paisajes hermosos, sobre todo montañas, mesetas y mar, pegaditos, y pueblitos pesqueros coloridos con puertos nuevos y viejos. La vasquería parece estar orgullosa de todo eso, y tiene razón.
Bilbao (de donde es el típico “bilbaino fanfarrón”) en sí es loca, porque al parecer era antiguamente una ciudad completamente industrial, llena de usinas y contaminación, y desde hace un tiempo se empezó a volcar al turismo y a pedirle a arquitectxs loquitxs del mundo que hagan cosas extrañas por ahí, como el puente de Calatrava que como un gil lo hizo todo resbaloso y hubo que ponerle alfombra a su pesar, o el masacote de curvas de metal que se hace llamar Museo Guggenheim, sí, acá. Una locura de formas extrañas, ventanas, columnas y escaleras que vale la pena visitar, y que (a diferencia de los supermuseos de París) tiene la ventaja de poder verse entero en un día. Pero sin hablar de metereología (porque ahí cagamos), en sí el clima es bueno, la gente hasta se nos ha acercado a ayudarnos en el metro sin que preguntemos nada, y, algo que se repitió en toda la región, todxs están en la calle, tomando algo de pie en un barcito o cafecito, charlando, compartiendo. La vida se hace en la calle, hasta para lxs más viejitxs.


el monstruo Guggenheim

Así que pasamos una semana muy agradable, Ger y yo salimos mucho a recorrer, en metro, tren o bus, mientras papá, Néstor y Amagoya hacían un programa más tranqui, caminando por el casco viejo o simplemente charlando en casa. Comimos de lo lindo (ayer en el restaurant, por el precio de un menú tuvimos primer y segundo plato -ambos podrían haber sido dos comidas separadas-, postre, pan, agua y vino. París como punto de comparación no puede ser peor!), y disfrutamos de la gentileza de lxs de acá. Un día perdimos el único bus que nos llevaba a una ciudad desde un punto algo distante en el que habíamos hecho una caminata (San Juan de Gaztelugatxe), hicimos dedo hasta la parada de otro bus en la ciudad (Bakio), y terminamos tomando chocolate caliente en una especie de club de jubilados con mesitas para jugar a las cartas. Al otro día ya estábamos disfrutando de una cervecita y sintiéndonos top en San Sebastián. Y luego más pueblitos, y gente, y sol a pesar de que habían pronosticado lluvia. Y el camino nos fue llevando. ¿Qué más se puede pedir? No tener que volver a París, ¡por favor!

en Bermeo: presos y refugiados, a casa! (presos políticos, claro)

San Juan de Gaztelugatxe, subite una escalera


San Sebastián en octubre, otra que Mar del Plata en febrero


atardecer en Las Arenas

Pero lo bueno es que sólo será un día de estrés, despedidas, y pronto más encuentros y familia, y como siempre, otras rutas para seguir.



de cafecito en una terraza. Falta Ger, que ofició de fotógrafo.
¡Gracias!




1 comentario:

  1. nos pasa lo mismo cada vez que nos vamos de toronto. creo que incluso en parís nos sentiríamos más a gusto, y ya sé que eso es decir muuucho, pero al menos hay panaderías!
    vayan a grecia, la comida no se puede creer, y los griegos parecen enojadisimos todo el tiempo pero en realidad son buenos. es muy parecido a estar en argentina.

    aguante españa igual. vale la pena de pe a pa me parece.

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