domingo, 21 de marzo de 2021

Ganar la primavera

 

Iba a escribir sobre perderme otra vez el otoño, y decidí cambiar de perspectiva.

La nieve se está yendo muy rápido y siento una nostalgia extraña, recién estoy llegando, quedate un ratito más. Recién estoy llegando aunque esté acá hace un mes y medio. Todo empezó tan mal que recién ahora puedo sentir que me empiezo a asentar.

Me empiezo a-sentar. Pero en realidad sigo caminando. Siempre me hace bien caminar.


Iba a escribir sobre los problemas que aún no se resuelven, sobre las trabas de papeles, el sistema cuadrado, la desolación de la falta de dinero después de haber perdido todo. Pero decidí cambiar de perspectiva.

En su lugar, prefiero hablar del sol que brilla en mi balcón y de la hermosura de las ardillas. Son tan lindas, podría mirarlas durante horas. El gato de la vecina desde su balcón y yo desde el mío, sé que él también podría estar todo el día ahí admirándolas conmigo, compartimos la curiosidad (¿de dónde vienen?¿a dónde van?) y la fascinación por sus colitas eléctricas.





Prefiero hablar de la calma de los bosques, de disfrutar los paseos, del pequeño y conocido proceso de hacer que una ciudad se vuelva un poco más mía, perderle el miedo a no saber cómo funcionan las calles los buses las puertas las tapas de las cosas.

Hablar de las cervezas y la poutine con Paula, de la suerte de estar conociendo gente que hace de esta una verdadera experiencia de intercambio, y no simplemente un viaje solitario, aunque también sea por momentos un viaje solitario, y es perfecto porque así es.


Paula y Danny me llevaron a hacer una petite randonnée


otro día en el Bois Beckett 


Iba a escribir sobre lo incomprensible de las cadenas de mala suerte, la perilla del horno que se me rompió y la heladera que no enfría. O el pasaje de vuelta que se canceló. Pero prefiero hablar de la venezolana divina que me atendió el teléfono y me ayudó a cambiar el vuelo. De la capacidad que tiene la gente que habla y te tranquiliza.

Prefiero contar las sensaciones bizarras que me hacen reír sola y sentirme acompañada por la risa. Prefiero contar de cuando tomé un café de Tim Hortons esperando el bondi, miré la tapita de plástico y recordando a Robin Sparkles me di cuenta de que estaba en Canadá. De que todo lo que estaba alrededor mío era real. Como si Tim Hortons fuera catalizador de epifanías.

No sé cómo traducir esto. "Cuidado con nuestros hijos, podría ser el suyo". ¿quién es enfant de quién en Canadá?

Iba a escribir sobre mis dudas e inseguridades, sobre no saber bien a qué vine acá, pero si lo pienso bien, eso es mentira. Podría escribir sobre el cosquilleo que sentí rastreando una edición perdida de un libro por las bibliotecas virtuales de Québec sentada desde un espacio de estudio en la universidad. Sobre el placer de leer y de querer decir cosas sobre lo que leo. De crear. De sentirme detective.

la nieve derritiéndose en el campus 

Iba a escribir sobre perderme otra vez el otoño, y de pronto se me ocurrió que ahora me quiero ganar la primavera.

 

PD: había puesto, sin darme cuenta, en la primera frase, “iba a escribirme”. Lo cambié porque esa no era la frase que en verdad tenía en mente, pero no siempre la mente dice la verdad, y ya se sabe que siempre que escribo acá también me estoy escribiendo una carta a mí misma de otro tiempo para cuando vuelva a devenir unstock in time, y que si les escribo a ustedes también me escribo porque todo vuelve o porque siempre fuimos un poco la misma cosa.

clásica postal


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