martes, 11 de octubre de 2022

Jules et Jimmy

Desde siempre fue un hábito contar las noticias atrasadas en este blog, como si necesitara un tiempito para digerir y procesar lo que va pasando por el aire, hasta que de pronto empiezo a sentir la necesidad de dejar asentada toda esa información para que no se me escape de las manos (pero ya se sabe que gran parte siempre se escapa, las fotos y las palabras capturan un presente y en esa captura hay transformación, entonces la memoria, la estética, la comunicación, los granos de arena que corren y no dejan de correr… qué embrollo).


Vuelta del viaje dentro del viaje, me encontré con una casa a medio mudar que Germán había estado pintando y acomodando, en donde aún casi no teníamos muebles. Solo un colchón, todas las valijas tiradas y desordenadas, una mesa, unas sillas usadas. Durante toda la semana estuvimos intentando remediar esa situación buscando muebles usados en internet (acá todo se mueve por Marketplace), pero necesitábamos un transporte bastante grande para ir a buscarlos. Por eso, ese viernes Germán alquiló una camionetita U-Haul y se animó a manejar dando vueltas por toda la gran ciudad.


La primera parada se resolvió sin inconvenientes (una silla de escritorio que buscamos por el centro), pero por supuesto, en algún punto las aventuras tenían que empezar. La segunda parada era para ir a buscar una cama que le compramos a Jimmy, señor que (asumimos) es marroquí y con quien Germán había arreglado encontrarse en su ¿taller? (nunca entendimos) por la zona de Côte-de-neiges. Cuando llegamos, no solo no había nadie, sino que, mientras esperábamos, empezamos a sentir que habíamos salido de Montréal para llegar a Marruecos: exactamente enfrente había una mezquita, y por la calle solo pasaban hombres vestidos con túnica larga y chechia (el sombrerito); si se escuchaba algún intercambio era en árabe, excepto la conversación en inglés de un señor que fue a autorizar a que pusieran carteles de publicidad política (período de elecciones) en la puerta de la mezquita. Tuvimos un ratazo para escuchar y observar. Jimmy no venía, y cuando Germán logró comunicarse con él, nos dijo que estaba durmiendo, que le teníamos que avisar antes, que había pasado toda la noche trabajando, armando y desarmando la cama y no sé qué más. Iba a tardar una hora y media en desarmar de nuevo la cama y llegar.



Dudando de si se trataba de un malentendido cultural o si simplemente Jimmy no era de fiar, nos tocó esperar (el U-haul nos cobrara por km y estábamos lejos), así que fuimos caminando a un centro comercial muy particular que había por la zona, para ir al Wal-mart más desordenado y descuidado del planeta, en donde nos compramos unas cortinas para la casa. Hicimos también un tour por un Renaissance (cadena de negocio de ropa y cosas usadas), y al volver nos encontramos con un Jimmy muy agitado que nos explicó cómo se había quedado toda la noche arreglando y agregándole cosas a la cama para que sea mejor, poniendo agujeros y tornillos acá y allá, obviando soberanamente el hecho de que nosotres ya le habíamos comprado la cama así como estaba y jamás le habíamos pedido que mejore nada. Justo todo el mundo salía de rezar en la mezquita, y en un clima de confusión total, cargamos la cama desarmada y nos fuimos.

comiendo (falafel, obvio) en ese submundo que era el centro comercial



Seguimos viaje volviendo a la zona de confort, hacia el hermoso barrio de petit Portugal, a lo de Hugo y Rania, amigues de Timo y Julia, que se mudaron hace poquito y nos regalaron su sillón viejo; después fuimos a buscar una cajonera que le compramos a Julia, solo para llegar a casa, pasar 20 minutos intentando pasar por la puerta el sillón (no me pregunten cómo lo logramos), descargar todo y volver a salir: tener movilidad por un día era una oportunidad que aprovechar, así que decidimos ir a hacer compras a Costco, una especie de mayorista barato en donde tenés que hacerte miembro solo para poder entrar (¿?). Llegamos a casa tarde y agotades, Ger se fue a devolver el U-haul y yo me quedé terminando cosas para la facultad.



Holiiiii



Y aunque pareció un día de locura, todos los días vienen siendo así, entre las movidas de la casa, la facultad, mis dos/tres trabajos (sí, ya voy sumando clases nuevas), la adaptación… Sumado a que, a veces, buscar las cosas más baratas nos termina trayendo problemas como el de la cama de Jimmy, que cuando la quisimos armar era imposible de entender, tenía agujeros hechos por él, adaptaciones ridículas y le faltaba más de un tornillo; y cuando Germán le quiso reclamar, terminó viniendo días más tarde a casa con un taladro a hacerle más agujeros así nomás e intentar arreglar todo rápido para poder irse. Qué personaje.

Pero también está el otro lado: el de la alegría de volver a casa cada día, de sentir el solcito que entra por el jardín a la tarde, de recibir cada mañana a los pajaritos, las ardillas… Y a Jules, nuestro invitado especial, el gato de la vecina que viene a inspeccionar toda la casa, reclamar mimos, agua, y acechar algo en el patio que no queremos saber qué es todavía, mientras se trate solo de enternecemos con su presencia cotidiana.

Jules tomando clases de Chi Kung online

Jules paseando por el patio



La casita se va formando y dándonos calor en estos días en los que ya (sí, ¡ya!) se vino el frío. El otoño naranja y rojito nos llama a salir a pasear y conocer lugares nuevos, la ciudad se llena de calabazas, pero eso quedará para la próxima entrega, porque todavía siento la arenita que corre por mis pies y por mis manos.



1 comentario:

  1. Me encanta ponerme al día sobre su vida!! Gracias por este blog

    ResponderEliminar