jueves, 7 de marzo de 2019

Volver


Volver a este lado. Volver a este lugar, volver aunque me digan que nunca haya estado. Volver a viajar, volver a este continente, tomar cuatro aviones en dos días, atravesar controles fronteras free shops bandas horarias, observar escuchar jugar a adivinar, crear para mí un espacio tiempo. Volver a escribir acá. No saber cuánto revelar de mis proyectos internos. No saber bien develar mis proyectos internos.
Hace tres años viajé mucho tiempo con Germán, y dije “el viaje es nuestro”. Ahora, aunque, después de haber viajado sola más de 24 horas, me haya encontrado ayer con mi mamá y mi hermano, este viaje me pertenece. Desde el principio… desde antes de haber nacido.

Siempre termino haciendo cosas medio raras, no sé si por buscar que sea todo más barato o por ser tan rebuscada: me tomé un avión a Barcelona (con hambre porque low cost), pasé por la aduana, esperé, me tomé otro avión a Praga, me encontré con mamá y Miguel, nos tomamos un avión a Varsovia, esperamos, nos tomamos un avión a Lviv, pasé por otra aduana otra vez, pedimos un uber fallido, pedimos un uber again, y media hora después, recién ahí llegamos. Llegué.


el atardecer desde el avión fue un regalo hermoso

Nos recibió Anatoly, padre del dueño del airbnb que alquilamos, que no sabía hablar inglés pero tenía toda la onda del mundo, así que fue la primera prueba de que duolingo funciona y casi que nos entendimos todo con fluidez… Por así decirlo. Ucraniano y español, casi lo mismo. Ya era de noche, así que ducha rapidita, comer en un restaurant georgiano (¿será así el gentilicio de Georgia?) en donde comimos “khinkali” y otras delicias, y salimos por una caminata nocturna.

Migue practica su cara de ucraniano

cómo comer khinkali (son como empanadas hervidas, la masa parece cruda)

se lee "iak icte jinkali"


la escalera de casa


Los viajes son maravillosamente ricos. Abundantes. Puedo contar tantas cosas acá y aún seguir sacando poniendo sintiendo escribiendo tanto más. ¿Por qué vinimos a Lviv? Porque acá vivió su infancia mi abuelo, porque fue parte de su historia y por lo tanto de la nuestra. Así que hoy nos dedicamos a excavar un poco en ese asunto. Pero antes teníamos que ir a la estación, y las aventuras empezaron desde temprano.
Esperando el tranvía mamá le preguntó algo a una señora que resultó ser francesa, así que oh voilà ahí estaba hablando la casi recibida traductora (hola, moi), muy tranquila hasta que llegó el tranvía y yo era la encargada de comprarle el boleto a la conductora (dato de color: solo vimos conductoras mujeres, y acá hay muchos tranvías) y en el apelotonamiento de subir con la gente y la especie de cola que se armó la francesa empezó a gritarle a un tipo que le había robado, me dijo méfiez vous de ce type il m’a volé, después le gritaba where is my wallet, you stole from me, el tipo tenía cara de sorprendido y mientras tanto la gente seguía comprando sus boletos y cuando me llegó el turno le pasé por la ínfima ventanita el billete a la conductora que me empezó a gritar cosas que no entendía, probablemente putéandome por no darle cambio, todo increíblemente confuso hasta que tuve nuestros tickets y finalmente madame se bajó para buscar a la policía. Y sí.

la estación

¿quién tiene cara de ucraniano?

En la estación nos llevamos un par de fiascos con respecto a los viajes y horarios que habíamos visto en internet y los que nos proponían, pero decidimos aceptar y seguir caminando. Volvimos caminando deshaciendo el camino que habíamos hecho con el tranvía. Paramos en un lugar a comer deliciosa y barata comida, borscht y varénikes, que en español no sé muy bien cómo se escriben. Recorrimos bastante Lviv, o Leópolis, yo fascinada por los edificios antiguos  y hermosos que parece que se caen a pedazos, como en el que estamos ahora, aunque por dentro los departamentos están todos nuevitos o refaccionados. Encontramos un cat café (el primero al que entro en mi vida, fui feliz a pesar del olor a meo). Nos reímos de la cara de orto de la gente acá, también nos sorprendimos con algunas sonrisas. Creo que la gente joven sonríe más. Y a veces nuestro rudimentario ucraniano despierta alguna simpatía.
todo por dos pesos ucraniano (posta)


borscht

"aquí viven gatos"

encontramos una especie de feria de pasillos archiestrechos

cat café
amor



ah, acá mañana no es paro: es feriado nacional, y a las mujeres... se les regala flores. Hoy andaban todas así. No importa, tardará un poco más, pero acá también se va a caer.


Tardamos un rato en encontrar el archivo de la ciudad, en donde la única persona que sabía inglés solo logró mostrarnos un registro de impuestos pagados por judíos en el año 36 y 37, encontramos a alguien que podría ser el padrastro de mi abuelo y sacamos una foto antes de saber que había que pagar para sacar fotos (¿?), pero no se dieron cuenta. Y después encaramos para la calle pekarska.

saliendo del archivo 


Pekarska Street, la calle de los panaderos, es la calle en donde sabemos que vivía mi abuelo. Como él contaba, es la calle que termina en el cementerio. Él decía que una de las primeras canciones que había aprendido era la marcha fúnebre, por haber visto pasar tantas procesiones. También sabíamos que en la esquina de su casa había un gran hotel internacional, pero no sabíamos cuál era la cuadra ni cuál era la casa. Así que la caminamos. De principio a fin. Hasta el cementerio. Mamá flashaba hipótesis de casa y nos pedía intuición. Pegamos la vuelta por la mano de enfrente, y cuando pasamos por un gran edificio que  nos había llamado la atención, yo me había adelantado un poco inmersa en un silencio interno, y de pronto vi que desde atrás, mi mamá me hacía señas. Le habían preguntado algo a un señor que, oh voilà, no hablaba inglés pero sí un francés muy correcto. Así que ahí estaba la presque traductrice again, comunicando. Él nos contó la historia del edificio que estábamos viendo, que no era el hotel, entonces le pregunté si sabía de algún hotel antiguo en esa calle. Y nos dijo “la première maison de cette rue”, la primera casa de esta calle. Así que volvimos al principio… Y ahí en la esquina, en un edificio viejo que parecía no ser nada, de pronto vimos que había una foto de lo que había sido en otro momento: Hotel Krakowski. Así que sí. Ahí. Era esa primera cuadra. La recorrimos otra vez un poquito, mamá emocionada, señaló un balcón, dijo que para ella esa era la casa. Estaba atardeciendo. Por el cielo pasó una bandada de pájaros.
calle pekarska

así era el hotel

atardece en calle pekarska

Mientras volvíamos conectamos todos los cables y pensamos que la escuela, que según contaba mi abuelo quedaba a ocho cuadras de su casa y estaba en un parque en donde también había un cuartel de bomberos, está muy cerca de donde nos estamos quedando. Acá nomás. Pero esa búsqueda quedará para mañana.
Ahora el cansancio empieza a sentirse y siento que cumplí con mi tarea. Un poco de silencio, las aventuras van a seguir, y pronto volveré para contarlas.

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