miércoles, 7 de diciembre de 2016

Bélgica tiene las mejores especialidades

Culinarias, obvio: papafritas, chocolate, cerveza y wafles. Un gordo y feliz golpe al hígado en esta etapa del viaje. Vinimos a este país sin saber muy bien qué íbamos a hacer, y después de unos días nos despedimos contentxs, habiendo aprovechado bien los días de sol y frío intenso, probando que lo que “hay que probar” acá sí vale la pena, y disfrutando, al final, de ser hospedadxs y alimentadxs con la mejor onda. Bélgica, te re portaste.

Como d'habitude, no habíamos conseguido couch en Bruselas pero nuestro bondi desde Londres llegaba ahí, así que en el camino reservamos por airbnb una habitación algo alejada de la ciudad porque ya no quedaba nada muy cerca. Cuando llegamos (para qué contar los penosos esfuerzos de viajar con tanta mochila a cuestas), tuvimos nuestra primera grata sorpresa belga: la habitación era casi un monoambiente anexo a una casa enorme que estaba siendo remodelada, y estaba más equipada que cualquier hotel, con todos los chiches, baño privado, y hasta una cama de sobra por si acaso. Además, la dueña de casa resultó ser una belga súper amable con quien un día nos quedamos charlando hasta tarde (tarde acá pueden ser las 11 de la noche) sobre la vida, los viajes, la situación en Europa y demás. También nos recibió un yanqui que parecía ser su pareja o amigo, y que quería practicar su español. Todo muy divertido. Ahí pasamos cuatro noches de lujo. 

Le dedicamos dos días a Bruselas, y en el primero pudimos al fin hacer un free walking tour (en francés, porque había poca gente para ese y necesitaban público) que nos gustó mucho (a mí me gustó tanto que, en mi cabeza, ya disparó nuevos proyectos e ideas). Le dimos duro a las papafritas, porque es lo que hay que hacer; paseamos por el centro y alrededores, nos desilusionamos de lo chiquito que es el Mannekin Pis (¿por qué se habrá hecho tan famoso?), fuimos al atomium (pero no entramos), vimos el típico mercadito de navidad que ya venimos viendo en todas las ciudades, las luces y decoraciones navideñas, la típica pista de patinaje sobre hielo que arman para estas épocas, la música en la calle, l'ambiance. Ger ya se cansó un poco de esas cosas, a mí todavía me gustan, quizás porque en mi casa nunca fuimos de festejar navidad, y me sigue fascinando un poco toda la gilada que se arma alrededor. 
frites

Tintin está por todos lados, y todas las BD

en el atomium

0 graditos, y yo con el pulgar afuera (qué fríoooo)

gauffre

Mannekin trucho (pero más grande que el real)

navidad, navidad

el metro en Bruselas

bailando en un parque

la Grand Place, o Grot Market, con su arbolito

Es raro, también, estar en un país que tiene dos idiomas oficiales, y nunca saber bien en qué hablar: Bélgica está dividida en dos partes; Flandes arriba, en donde hablan flamenco (neerlandés, para algunxs “holandés”), Valonia abajo, en donde hablan francés, y Bruselas como una isla en medio de Flandes en donde casi todxs hablan francés, pero en el pueblito donde estábamos alojadxs, se hablaba más que nada flamenco, los carteles y buses estaban escritos en flamenco, y además nos aconsejaron que no hablemos francés en ese lugar porque parece que la gente no le gusta mucho, así que todo fue una confusión. Sin hablar de lo difícil que fue entender el sistema de transporte, no sólo por el idioma sino por códigos internos que nunca entendimos (teníamos una tarjeta que servía para algunas cosas pero para otras no, y ese tipo de historias), y por la falta de buena señalización en las estaciones. Para volver a la casa teníamos que hacer una combinación de metro y bus que un día, como era domingo y “tarde” (debían ser cerca de las ocho) no nos funcionó, y tuvimos que esperar una hora más a otro bus que nos dejara por ahí. Por suerte nos metimos en la estación y ya habíamos comprado nuestra humilde cena, así que nos divertimos comiendo y mirando en youtube videos de jodas del “el show de videomatch”. Sí, cualquiera, nos pegó el noventazo, o no sé qué nos pegó.

El tercer día fuimos a conocer Brujas. Visitamos solamente el centro histórico, que es lo turístico, así que obviamente estaba lleno de turistas, sobre todo en la plaza central con el mercado de navidad, pero igual nos pareció hermosa, y se dejó recorrer con alegría. Entre los edificios medievales, las torres altas y las casitas con el techo en escalerita, se hace un paisaje muy bonito, y pensamos que esta es otra de esas ciudades que podría ser, o pronto será, tipo parque de diversiones para turistas. Aprovechamos para comer chocolate y tomar una cervecita riquísima. A la noche, cuando volvimos, miramos “Escondidos en brujas”. Sí, re manija (igual a mí no me gustó).



chocolates sin pudor

Y al día siguiente dejamos nuestra casita para ir a Gante, ciudad menos conocida pero no por eso menos hermosa y amable. Nos encantó, con sus canales y sus casitas también con techito escalera, su parte medieval hasta con un pequeño castillito en medio de la ciudad, y lo mejor de todo: muchísimas bicis. Desde que bajamos del tren nos sorprendió la cantidad de bicis atadas en la calle, en especies de grandes biciparkings, y después fue hermoso ver a los ciclistas andando por todos lados, y sentir el silencio de una ciudad activa, pero no superpoblada por autos. Es una ciudad universitaria, y creo que por eso sentí una buena onda y un ambiente familiar que me hizo pensar que sería un buen lugar para vivir. 





Y ahora la mejor parte: al atardecer nos encontramos en la estación con Dietlinde, una amiga de mi hermano a quien contacté cuando supe que íbamos a Bélgica y que ya nos había ayudado con varias recomendaciones y consejos. Ella y Nicolás (que resultó ser no sólo argentino sino platense y ex bachi, prácticamente de la familia) nos hospedaron en su nueva y hermosa casita en el pueblo de Puurs. Siempre es lindo sentirnos así de bienvenidxs, compartir con gente agradable y buena onda, que además conoce muchísimo sobre el lugar. Dietlinde es belga, ella y Nicolás vivieron un tiempo en Gante, y él fue guía turístico tanto ahí como en Brujas, así que tuvimos guía y comentarios post-visita, escuchando esas pequeñas historias que hacen a los lugares más curiosos e interesantes... ¿qué más podíamos pedir?.
El último día se lo dedicamos a Amberes (en flamenco Antwerp, en francés Anvers, no sé por qué cambia tanto), otra linda ciudad pero que no llegó a ganarle al encanto de Gent, aunque tiene lugares y edificios hermosos, como la estación de trenes que parece un palacio. Nos despedimos de Bélgica comiendo otra vez wafles, papafritas, croquetas de queso, y compartiendo a la noche con Dietlinde y Nicolás unas cervezas muy buenas y unos chocolates riquísimos. Otra vez, todo tan agradable que no daban ganas de irse. Pero, otra vez, tenemos que seguir. 

en la estación

bailando en el puerto de Amberes

las velib de Amberes

mesa llena de amor

Para agregarle emoción a la aventura, ayer a la noche recibimos un mensaje del host de couchsurfing que teníamos para hoy, tirando la onda de que tenía otra gente y de si teníamos otro lugar a donde ir... Así que con un poquito de estrés arrancamos el día, pero igual va a estar todo bien. Ya veremos en el próximo capítulo, y ahora me despido con esta canción que escuchamos ayer, de Jacques Brel.


  

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