En estos días tengo la cabeza en cualquier parte y me cuesta funcionar, de modo que solicito se me permita decir casi nada, sin mucho detalle, lo básico: que Praga es muy bonita, todes lo dicen, y es verdad. Quienes hayan estado ahí pueden confirmar conmigo que es linda por todos lados, desde donde la mires. Hablando de la arquitectura, por supuesto; no así de la gente, por ejemplo, aunque nosotres no tuvimos tan malas experiencias. Fue el español del free tour el que nos quiso imponer la idea de que la gente en Chekia (así se llama ahora República Checa) es triste y seca. Pero también nos dijo que es costumbre ahí, con quien se tiene confianza, saludarse con un piquito (?). En fin, en los pocos días que estuvimos no llegamos a espantarnos ni a sentirnos peor tratades que alguna vez en París, en Albania o en Islandia, así que personas de Praga, les aprobamos (tratando de no pensar en su cultura que parece llegar a altos niveles de machismo y que se permite, por ejemplo, un día al año, que los hombres salgan con palos a pegarle en las nalgas a las mujeres. Literal, es como un juego...)
En cambio, nos sentimos maravillades por tantos edificios lindos que, siendo clásicos o barrocos, están todos pintados de colorcitos. ¿Te imaginás si París tuviese un poco de color así? Cambia toda la perspectiva. También te cambia la perspectiva de la vida cuando vas a tomarte una birra checa, que tiene fama aunque no sea “patrimonio de la humanidad” como la belga, y en vez de salirte 5, 6 o 7 euros la pinta, te viene a salir algo así como 1,50 o 2. ¡Aguante Chekia! Del mismo modo, nos dimos el gustito de alquilarnos un alojamiento entero para nosotres, cerca del centro (igual tuvimos que usar el transporte público, que funciona muy bien y, oh sorpresa, es barato), muy piripipí, que obviamente nos salía menos que la habitación en casa compartida de Berlín.
el famoso reloj astronómico
en la plaza central de la parte vieja
Charlie con el puente Carlos V
Ger estrenando una ópera sobre el puente Carlos V