jueves, 28 de abril de 2016

Ciclotimia (de cuando todo empieza a rodar)

Perdón que siga insistiendo.

Pero es que arriba y abajo, frío y calor, izquierda o derecha, vacaciones y trabajo, llueve y sale el sol todo el tiempo. Cada dos por tres. Sonrisas para todos los clientes, pero llego a casa y necesito silencio (¿y “seriedad”?).



París para mí sigue siendo contrastes por donde se la mire, entre la belleza imponente y la suciedad o la negligencia de las calles, la increíble luz de los cielos y la oscuridad del subte, que alberga en sí mismo el choque de turistas con trabajadores, curiosos con indiferentes, mendigos y señoras perfumadas, camperas hiper abrigadas y gente que salió a correr en pantaloncitos de verano. Arriba y abajo, arriba y abajo, sí, pero de algún lado sale el movimiento y creo que precisamente por ahí está el motor. ¿Será que todo nace del choque o de la unión de los opuestos?

¿O estoy chamuyando para justificar mis constantes cambios de ánimo?

Hace poco un amigo me dijo, en una conversación, que el blog “es tan contradictorio como lo que acabas de escribirme”. Es que yo ya era un poco así (¿Será porque sos géminis? Dice la astróloga en mí), y aunque quizás esté proyectando un poquito para afuera, creo que el espíritu de esta ciudad se corresponde un poco conmigo. De alguna manera nos entendemos, entre el amor y el odio, la impaciencia y la tranquilidad, con esta tierra cubierta y recubierta de cemento. Y vamos andando.


Ayer, después de encontrarme con mi compañera Lucía que vino desde Argentina, volviendo feliz con mi nuevo paquetito de yerba, descubrí mi segunda cosa favorita acá, siendo la primera mirar el cielo todos los días: salir a andar en bicicleta. Ya me había comprado mi pase Velib hace unos días, pero me daba miedo usarlo (cobarde). La verdad es que es la mejor opción: pagando casi 30 euros por año (menos de la mitad del abono mensual del transporte público), tenés derecho a usar las bicis que están por toda la ciudad, en estaciones que encontrás cada 10 minutos, por media hora o 45 minutos de corrido, y si no te alcanza vas a una estación y la cambiás.
La felicidad que sentí ayer con el vientito (freeeesco) en la cara, pedaleando por callecitas en bajada y sintiendo por fin un poco más propia esta ciudad que a la vez siempre estoy descubriendo, es inexplicable.








Ahora sólo falta que llegue de una vez la primavera y empiece el calorcito.

Ahí encontraré seguramente otra cosa para quejarme, y otra cosa que me siga haciendo feliz.


viernes, 22 de abril de 2016

De cuando el Lobo y la Osita hacen presencia finalmente en mis escritos, aunque siempre hayan estado implícitamente presentes en el espíritu del relato y en mi corazón

Pero claro...

Si pensamos dos minutitos, tiene mucha lógica. Me propongo un viaje que lleva como bandera la frase “vivir de vacaciones”, y a las semanas consigo trabajo en un lugar en el que la gente... Viene a vacacionar. Y vivo ahí. Es raro, lo sé, porque yo estoy trabajando y ellos no, pero estamos siempre en contacto, y aunque muchas veces los turistas no entiendan que es mi trabajo, compartimos el tiempo y el espacio vacacional. Y eso se parece mucho al espíritu de vivir de vacaciones, si se quiere y se pone un poquito de buena voluntad.

Obviamente no se parece mucho a las vacaciones el dolor de cabeza con el que salgo muchas veces de trabajar, pero ¿qué puedo decir?, salgo y veo una manada de camping-cars, de casitas rodantes en fila, una detrás de otra, cada una con su patente francesa u holandesa o alemana o vaya a saber una de dónde, con sus sticker y sus adornos, hace poco vi una o dos que hasta habían sacado fuera lucecitas de colores para las veladas nocturnas bajo su techito desplegable. A veces se vislumbran adentro una o dos cabezas mirando televisión (sí señor, la gente viene a un camping para ver televisión, si me habrán pedido cambiar de lugar solamente porque el “satellite” no les cacha bien la señal), dos o tres pares de zapatillas en la puerta, muchas veces una mesita y varias sillas, palanganas con la ropa sucia de dos o tres días de viaje en la ruta. Es divertido ir caminando a las 7 de la mañana por ese pasillito de árboles y camping-cars fantasmas, mientras la mayoría duerme, e imaginarme todo lo que puede pasar dentro de cada pequeño mundito en el que muchos aman alojarse durante días, semanas, meses. No puedo evitar pensar en el Lobo y la Osita, siempre latiendo conmigo y con nosotros desde antes del principio de este viaje. No puedo evitar esquivarle siempre a las casualidades y sentir que el camino es bondadoso y aventurero conmigo, con nosotros.



Estos días fueron algo difíciles porque Ger estuvo en conflicto con su trabajo, ya se sabe que ser mozo no es más agradable que ser recepcionista, menos si a eso se le suman tareas varias de mantenimiento del lugar y otros condimentos que por ahora no voy a mencionar, salvo el más importante: que justo cuando yo salía de trabajar, él entraba, y que sólo nos pudimos ver con tranquilidad en nuestro franco semanal, y en dos horas de pausa que tuvo a la tarde todos los días, en los que eventualmente nos jugamos un truco o nos tomamos un mate (que yo me tomé porque él no quiere, pero ¡qué felicidad, con mi yerbita!). Hablo en pasado porque como dije el camino es generoso, y finalmente a partir de la semana que viene nuestros horarios van a coincidir mucho más, con suerte vamos a aprovechar las tardes para hacer lo que se nos de la gana.

Así que hoy hay otro clima, metafórica y literalmente, por contraste con los días tristes y soleados del resto de la semana, hubo nubes y humedad desde temprano, pero estamos contentos. Planeando ya los viajes de septiembre, el tan ansiado mes en que este trabajo de vacaciones va a dar paso a unas merecidas vacaciones de pé a pá, hechas y derechas, como dios manda, o el camino, o vaya una a saber qué.




sábado, 16 de abril de 2016

Tiza roja, tiza verde, CIEL.

Leí Rayuela a los catorce años, creo que para ese momento ya quería venir a Francia, o me gustaba el francés, no sé. Pero claro que tuvo mucha influencia en mi corazón de adolescente que todavía me late muy adentro, y un poco afuera también, a veces en forma de granitos en la frente.

Claro también que el cielo siempre va a estar un poco más allá, pero muchas veces mi cielo interno fue estar caminando por calles como las que caminé hoy a la tardecita, qué loco, ¿no?. Tengo adentro una especie de paz interior formada por movimientos, y creo que la recupero cada vez que camino sin rumbo en particular, disfrutando de lo que me ofrece el paisaje. Acá siempre hay edificios enormes y antiguos que se aparecen como de la nada, iglesias viejísimas a la vuelta de las esquinas, callecitas chiquitas y confusas pero también avenidas muy largas que siempre, siempre dejan ver el cielo. También hay mendigos, pis en todos lados, miles de autos, gente que se putea y se grita, no vamos a decir que es todo magia, aunque eso también forma parte.

Camino como entregada hasta encontrar el metro, bajo. Escucho cada vez más fuerte una música árabe: tres hombres tocando en el cruce de estaciones, gente viendo. Yo también. Sigo, tomo el metro, después de un buen rato vuelvo a subir para buscar el micrito que me trae al camping. Arriba y abajo, arriba y abajo.

Pero abajo muchas veces es lo mismo, y arriba siempre hay más. Hay algo que me tiene fascinada en estos días, y es el cielo, o si se quiere en plural, son los cielos, claro que los cielos, todos los que este nuevo lugar me está diciendo con los cielos. Es tan simple como esto: son siempre distintos, son siempre lindos, incluso cuando hay nubes negras, incluso aunque llueva todos los días, después se despeja, y muchas veces el atardecer es hermoso. Yo que crecí en una ciudad que se dejó invadir por el negocio inmobiliario y las construcciones de edificios cada vez más altos y amontonados, en donde poco a poco nos fueron robando el arriba y las estrellas, siento que me están devolviendo el derecho a mirarlo todo el tiempo. Acá los edificios siempre son bajitos, siempre entre las calles se puede vislumbrar un poco de cielo. Y de pronto estar en medio de un puente que cruza el Sena y tenerlo todo, todo a la vista, como para abrazarlo y comérselo entero.

Y yo sonrío, sonrío por dentro y agradezco.





miércoles, 13 de abril de 2016

Puesta en común

Venía cruzando el puente de Suresnes, mirando las nubes que siempre me impresionan con los edificios de La Défense de fondo, pensando en ese título: puesta en común. Creo que me gustan las analogías con cosas que nos pasaban en la infancia, porque lo sentí como esos momentos en la primaria en que la maestra nos ponía a compartir los resultados de las tareas que habíamos estado haciendo solos, cada uno en su mundito, en su imaginario. Muchas cosas se me aclaraban en esos momentos, me acuerdo de la sensación, sobre todo cuando no había entendido bien la consigna, o cuando mis ojos que empezaban a ser miopes me habían jugado una mala pasada copiando del pizarrón.



Ayer hablábamos con Ger de cómo nos estamos sintiendo inseguros últimamente. Él con su trabajo nuevo, yo con el mío, la vida acá en general. Muchas veces ser extranjeros tiende a hacernos sentir que somos “menos”, es rarísimo pero es así, por más que sepamos que no, también nos encontramos con tantas situaciones en las que no tenemos idea qué hacer, que terminamos sintiéndonos muy ignorantes, hasta incapaces. Y va desde pagar en una caja autoservicio del supermercado, hasta cosas específicas de nuestros trabajos, que demás está decir, no habíamos hecho nunca antes. Sumado a la posible poca amabilidad del que tenga que venir a ayudaros. Ger sirviendo mesas en francés, yo haciendo reservas de bungalows a alemanes por teléfono y tomando números de tarjeta de crédito mientras respondo mails en inglés, francés y español al mismo tiempo (¿?), todo un matete. Sí, un matete, quiero decir esa palabra y que sigo sin yerba y que me falta el mate.

Pero a la vez, en esta puesta en común que además tenía mucho de ponernos al día mientras comíamos gomitas de Londres en forma de elefantes y monos y leones, nos dijimos otra cosa (en realidad él me dijo, porque si se quiere él siempre es más de ver el vaso medio lleno y yo por lo menos un cuarto siempre tengo vacío). Nos dijimos: “Ey, estamos en París, viviendo, tenemos casa y trabajo, estamos acá. Esto es lo que queríamos”. Guau. Y fue ahí que Ger me recordó ese día de abril del año pasado en que lo llamé llorando, y le dije que no había quedado como asistente de lenguas. Ese día él me dijo que si lo que yo quería era ir a Francia, iba a ir como sea. Y que él iba a hacer todo lo posible para ayudarme.
Y cumplió.
Guau.


Hace bien de vez en cuando hacer una puesta en común: todo ying tiene su lado yang y viceversa, ahora por ejemplo llueve con sol, para variar e ilustrar un poco la idea. Y si bien podemos sentirnos muy idiotas entrando siempre por la salida o pidiéndole a la gente que repita mil veces lo que tiene que decir, también podemos estar felices de haber llegado hasta acá y de estar viviendo esta aventura.  

domingo, 10 de abril de 2016

Fire, walk with me

Qué fin de semana Teté.
Qué vidita esta.

Mientras le doy de a cucharitas al nutella barato, intento decidirme cómo escribir o sobre qué escribir o qué decir que no suene como lo que ya vengo diciendo, porque en verdad es todo como vengo diciendo y a la vez es todo diferente cada vez.
Vivir acá ahora para mí es también estar en contacto permanente con una realidad que cambia todo el tiempo, como un colchón de hormigas y arena movediza que va y viene para cualquier lado, o más bien como esos castillos inflables en los que nos metían de chiquitos en los cumpleaños: podías saltar, y después hundirte y caerte en el mismo lugar, y a la vez inevitablemente moverte y rebotar cada vez que los demás saltaban, y además el piso nunca era estable. Sí, más o menos así me siento.
Lo loco es que creo que coincide esta sensación interna con una realidad social, que es la que mencionaba el otro día con respecto a lo que está pasando con el movimiento de la gente, sobre todo de los jóvenes, de la Nuit Debout en Place de la République. Hay como una cosa de que no se sabe qué va a pasar, flotando en el aire. Aunque obviamente es mucho más complejo. A propósito, recomiendo sinceramente leer la crónica de Marco Teruggi sobre el asunto, a mí me sirvió mucho para empezar a contextualizar e intentar entender lo que pasa. Se los va a explicar mucho mejor que yo.

Al margen de todo esto, curé mi envidia de que Ger se haya ido a Londres a aprovechar sus últimos días de vacaciones, aprovechando mi fin de semana para trabajar desde las 7 a.m. con toda la onda, a lo cual se le sumó un concierto y un baile que no tuvieron desperdicio.
El viernes me fui al Pompidou, y por sólo 18 euritos (dejemos de hacer el cambio mentalmente porque es poco sano) me compré la última, sí señores, la última entrada que había para un recital de versiones de la música de Twin Peaks, por una banda que se llama Xiu Xiu (que yo creía que iba a ser un chino loco, pero igual no me defraudó). Y nada, todo se volvió muchísimo más azul que antes (porque aunque Twin Peaks sea cortina roja, para mí siempre va a ser muy azul). Y ahí estaba yo sentadita entre la gente, sentadita pero rebotando en el colchón inflable, feliz de la vida. Todas las primeras canciones me dieron más o menos un minuto de escalofríos.

(quise subir un video, pero creo que el pobre internet de mi celular no alcanzó)

Y por último el cumpleaños de Paula ayer a la noche, que nos invitó a un bal que bien podría ser una de esas fiestas del Nacional a las que íbamos a los 12 años, cuando recién empezábamos la secundaria, aunque con bastante más alcohol, cigarrillo y gente apretada bailando, pero muy divertido. Si en el boliche de la otra vez escuchábamos “I know you want me, you know I want you”, acá se esuchó desde Manu Chao hasta las Spice Girls, pasando por Rage Against the Machine, Charles Aznavour y Jacques Brel. Obviamente el encontrarme con gente de Argentina (y con franceses que igual hablan español) hizo que me sintiera más en casa. Y la buena onda, y el colchón inflable, y nada. Estoy contenta. Cansada, pero contenta. Descubriendo cositas.

Y sigo comiendo nutella, disculpen si se me fue un poco la mano con el azúcar.


miércoles, 6 de abril de 2016

Las noticias

La buena noticia: Ger consiguió trabajo, ¡en el camping!! Me animé a ir a decirle a mi jefe, y después todo fluyó, gracias, supongo, al carisma y buena onda de ambos. ¡Iaju!
La mala: nos rechazaron abrir la cuenta en el banco (después de 2 semanas de espera, mandamos un mail a ver que pasa y ahí nos reenvían un mail “de una carta enviada el 01/04” en la que dicen hola, no los queremos, chau).

Y como todavía no entiendo nada o quizás entiendo muy poco de lo que pasa por acá, pero al fin y al cabo es lo mismo que pasa en todos lados con ligeros toques que en nada modifican los conflictos básicos del ser humano en sociedad, estuve intentando descifrar la situación en Place de la République entre ayer y hoy. Un poco gracias a mi amiga Paula, que cambió nuestro lugar de encuentro por ese lugar, porque, sobre todo en respuesta al proyecto de una nueva ley de trabajo, están habiendo todos los días asambleas, y gente acampando a la noche, y mucho movimiento social. Al menos eso parece. Ayer había menos gente y escuchamos muy poco porque sólo había un megáfono más el ruido de toda la ciudad y la policía pasando cada cinco minutos, pero hoy fue diferente. Hoy llegué a sentir un poco esos escalofríos que me agarran cuando siento el movimiento de tanta gente agrupada, activando, discutiendo, siendo presentes, aunque sea en ese plano de la realidad social. Por más que puedan criticarse siempre mil cosas, y más si lo vemos todavía un poco desde afuera, igual me conmovió estar ahí un rato, escuchando, sacando fotos, viendo cómo todos levantaban sus manitos (“parecen teletubbies, decíamos con Paula) cuando estaban de acuerdo con lo que alguien estaba diciendo.
Así que algo se está moviendo en París, y no me parece asunto menor. Queda en mí seguir enterándome de qué se trata todo esto, desde dónde se me presenta la oportunidad de participar o no. Por ahora, son mis breves noticias, y espero que pronto pueda decir mucho más.



lunes, 4 de abril de 2016

Bleu

Estoy como un poco sin palabras, tengo más bien mucho sueño y cosas sueltas que se pasean por mi cabeza, perdidas. Y algunas sensaciones. Creo que hoy fue azul, por ejemplo. Me vestí de azul y además el día fue azul y hermoso. Es más, hagamos el chiste: azul francia, por qué no.

Hoy me di cuenta de que es primavera, porque el clima fue súper amable y nos regaló un día precioso, que aproveché trabajando desde las 6.30 de la mañana. Hoy fue el maratón de París, por eso desde tan temprano había que recibir a los turistas con sus pecheras, sus shorts y sus mochilitas verde flúo. Hoy también me di cuenta que desde el camping se ve desde bastante cerca la torre eiffel, ahora de noche, hace unos minutos, con sus lucecitas.

Sigo teniendo muchas sensaciones que tuve desde el principio, y además se van sumando muchas nuevas, entre ellas el cansancio y el estrés del trabajo, pero también hay algo lindo, después de todo, o algo que presiento simplemente está siendo construir mi camino, y aunque siga sin tener cuenta bancaria ni tarjeta ni número de teléfono en este bendito país en esta bendita ciudad, ya me siento un poco parte. El jueves se fue Raya, que fue mi nueva compañera de casa durante dos días (prometo que pronto escribiré especialmente sobre el tema de las coloc), y antes de irse me dijo “y sobre todo, aprovechá. Aprovechá cada momento, aprovechá que estás acá, salí, andá a París, volvé tarde, aprovechá” (traducción ficcional de una frase en francés que no recuerdo, désolée).

Así que aprovecho, salgo, estoy. Casi que aprovecho demasiado el tiempo y no me queda nada para sentir lo que estoy aprovechando. ¿Se entiende? Tengo sueño. Salgo de trabajar y me voy a París, el otro día fuimos al Pompidou, estaba esperando volver a ese lugar sólo para saludar a uno o dos cuadros de los mil que hay ahí, ayer paseamos por el bois de boulogne, y así. Incluso hoy, que me desperté 5.50 a.m. salí corriendo después del trabajo para aprovechar el día lindo, y también para ir a visitar a Ger.

Y ya tengo abstinencia de mate.
Y tampoco sé cuándo voy a poder subir esto, probablemente mañana, y también me marea la diferencia horaria, así que por las dudas saludo con buenos días buenas noches buenas tardes.


PD: hoy ya es lo que era mañana, y también es azul.